Como ves, no estamos desprotegidos ante el potencial de la publicidad. Sin embargo, es frecuente que los anuncios busquen impacto a costa de rozar la ilegalidad, aunque no puedan ser considerados ilícitos. También ha ocurrido que se planifiquen campañas abiertamente ilegales, aun cuando sean finalmente prohibidas o retiradas. Probablemente conozcas algunos casos. La polémica se convierte en un medio de propaganda.
Así pues, la respuesta definitiva está en el público. Tenemos que tomar conciencia sobre los límites de la publicidad.
En general, la publicidad tiene que evitar cualquier atentado contra la dignidad humana, a causa de tratamientos vejatorios o discriminatorios. El papel de las mujeres en la publicidad es un caballo de batalla permanente, ya que durante décadas se ha utilizado la figura femenina como un mero objeto sexualizado, tuviera o no relación con el producto: un simple atractivo para el comprador varón. Aunque hoy en día se tiende a evitar este tipo de publicidad, la mujer aparece todavía ligada a multitud de anuncios como un mero gancho sexual. Sirva de ejemplo la imagen de la derecha. El sexismo se refiere también al reparto de roles estereotipados entre hombres y mujeres.
De la misma manera, la publicidad no debe utilizar nunca otros aspectos discriminatorios. Deben evitarse los contenidos racistas, homófobos o tránsfobos.
Otras prácticas publicitarias prohibidas son la publicidad engañosa, que nos miente descaradamente sobre las virtudes del producto, o la publicidad desleal, que menosprecia o denigra a otras empresas o personas.
También es ilícita la publicidad subliminal, es decir, aquella que intenta sugerirnos algo diferente a lo que se anuncia mediante imágenes ocultas. Normalmente se trata de referencias sexuales disfrazadas en una imagen aparentemente normal, de forma que los espectadores no seamos conscientes de forma racional de la excitación provocada. Puedes ver un ejemplo en la imagen de la derecha.
Hay determinados productos cuya publicidad no es ilegal, aunque sí que tienen que cumplir determinadas normativas. El ejemplo más claro es el de las marcas de bebidas alcohólicas y tabaco, que tienen restringidos los medios de comunicación en los que pueden aparecer.