Foto de 7 (Miguel Angel) en Flickr,
bajo licencia Creative Commons.
Volvamos al experimento mental anterior. Si vives en la Edad Media, y estás viendo una espectacular puesta de sol, en realidad lo que ves es que el Sol está girando alrededor de la Tierra, ¿no?
Ten en cuenta que el sistema geocéntrico, la tradición, y hasta el sentido común así lo dicen, porque ¿tú has notado alguna vez el movimiento terrestre? Los aristotélicos se basan en nuestra propia experiencia para negar el movimiento terrestre, pues si la Tierra se mueve a la velocidad que dicen, ¿por qué no se nota?
En 1543 aparece la obra De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico. Esta obra causará conmoción en la comunidad científica por su hipótesis central: no es la Tierra la que ocupa el centro de nuestro sistema, sino el Sol. Pasamos así de un sistema geocéntrico a un sistema heliocéntrico.
Pero para comprender plenamente el porqué de este cambio es necesario ver previamente los cambios que se habían introducido en el sistema aristotélico desde la muerte del maestro. El sistema astronómico vigente era denominado "aristotélico-ptolemaico", y ello era debido a las innovaciones técnicas aportadas ya en la antigüedad por Ptolomeo (siglo II). Todos los planetas giran alrededor de la Tierra, que es el centro inmóvil del Universo, de manera circular, situados en esferas (al final estaría la esfera de las estrellas fijas). Todo esto era aristotélico, pero, para explicar el movimiento anómalo de los planetas, Claudio Ptolomeo introdujo la combinación de epiciclos y deferentes.
"Planeta" venía a significar en griego "errante", "vagabundo". Y es que los planetas, además de su movimiento normal hacia el Este, realizaban a veces un movimiento anómalo, hacia el Oeste (retrogradación). Ptolomeo explicó dicho movimiento con un círculo (epiciclo) que se desplazaba sobre la línea deferente (círculo inicial).
Aquí tienes una representación gráfica de dicho sistema, para que veas lo complicado que es el movimiento que realizaban algunos planetas:
De esta forma, en la teoría copernicana, el movimiento mismo de la Tierra permite explicar la retrogradación de los planetas, y es que la Tierra es un planeta más. La explicación geométrica de los cielos, necesaria para la realización de las tablas celestes, culmina con un sistema en apariencia más simple (aunque sobre esto último hay discusiones).
Sea como fuera, lo cierto es que aparece un nuevo sistema de los cielos, que sustituirá poco a poco al antiguo, y revolucionará no solamente el mundo de la astronomía.