Ya en el ámbito de la Filosofía griega, Aristóteles distinguía entre el saber teórico y el práctico. Ambos saberes buscan el satisfacer el deseo de conocer, aunque en dos planos distintos. Por un lado, el saber teórico se refiere al modo de ser de las cosas mismas, aquellas cosas que son como son al margen de nuestra voluntad (cómo está constituído el universo, qué nos resulta posible conocer del mismo, etc). Por otro, el saber práctico (que Aristóteles distingue de un tercer tipo de saber productivo, destinado al conocimiento técnico), se refiere a cosas que pueden dependen de nuestra voluntad y que por lo tanto pueden ser de una manera u otra. Estos saberes prácticos son normativos y llevan al conocimiento de los principios de conducta y las reglas de la buena acción.
Esta clasificación sirvió de orientación para la clasificación general de las distintos conocimientos y ramas de la filosofía, con disciplinas orientadas al conocimiento de lo real, al de propio conocimiento humano, etc. y otras destinadas a la reflexión sobre la praxis humana en sus distintas vertientes: moralidad, política, creación artística, etc. Lo vemos más en detalle en los siguientes apartados.