UN GATO EN PARÍS Capítulo 6: El rapto de Misie
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Iban caminando, cuando de pronto dijo Curro: - Misie, yo no quiero ir al embarcadero. Vayámonos directamente a la torre Eiffel. - ¡Pero Curro! Vamos en barco. - Pero el barco pasa cerca, pero no para allí. - ¡Es verdad! – dijo Misie. Se pusieron en marcha y llegaron a la torre Eiffel. Fue tal el asombro de Curro que se puso a dar saltos y a gritar, y las personas que andaban por allí, salieron todas corriendo. - ¿Quién fue el valiente que construyó esto? - Esto que estás viendo, es la torre que querías ver. La diseñó Eiffel. Cerca de doscientos obreros la empezaron a construir en 1887. Tiene 18.038 piezas de hierro forjado. Cada año la visitan más de seis millones de personas. - Che, che, che... No te embales. A mí me gusta que me respondan cuando pregunto. ¿Para qué son estas luces? - Al atardecer, la torre Eiffel se ilumina con más de veinte mil luces y trescientos proyectores, dando lugar a un maravilloso espectáculo. Si quieres, nos quedamos para verlo. - ¡Vaya! ¡Qué bien que me lo has explicado! Cuéntame más sobre esta torre. - La torre Eiffel tiene tres pisos. Desde la punta de la torre, o desde el segundo piso, se puede apreciar muchas de las principales atracciones turísticas y monumentos de París. Curro estaba satisfecho de lo que había aprendido sobre la torre Eiffel, y exclamó: - ¡La torre Eiffel es sin duda una de las maravillas del mundo moderno! Quedaba todavía un rato para que llegara el atardecer, y las luces de la torre Eiffel se encendieran, así que buscaron un sitio para sentarse. El caso es que a Misie le entraron ganas de ir a algún servicio portátil que hubiera por allí. Curro le quiso acompañar, pero Misie necesitaba intimidad. Misie ya caminaba hacia un baño portátil. Todo parecía tranquilo. Entró en el baño y tardó en salir por lo menos un minuto. Tras haberse alejado un poco del servicio, vio al grupo de gatos que se encontraron la otra vez. Eran ocho gatos. Iban vestidos con camisetas negras. Éstas tenían, en la parte de la espalda, una palabra escrita en blanco y en mayúscula: GATOS. Misie pasó de largo, y los gatos se quedaron más atrás. Misie llegó al lugar donde le estaría esperando Curro, pero no estaba allí. Misie escuchó unos pasos, como si estuvieran corriendo. Se dio la vuelta y, efectivamente, eran los GATOS, esta vez con máscaras para que los rostros no se reconocieran. Misie, que no entendía por qué iban a atacarle, le dijo al capitán, el que tenía las garras más largas: - ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de mí? ¿Para qué estáis aquí? ¿Qué me vais a hacer? Nadie le contestó. Mientras seguía haciendo preguntas, los GATOS le empujaron hasta que consiguieron marearle. Lo metieron en un saco negro con un cordón grueso muy resistente. Lo escondieron bajo un arbusto y lo abandonaron momentáneamente, mientras buscaban a Curro. Los GATOS en realidad eran: Grupo Animal Terrorista Ocho Salvajes. Gatos modernos que odian las alturas y, sobre todo, las torres. A su paso las derriban, pero no de cualquier forma. Primero, secuestran a alguien. Y segundo, piden algo a cambio, un rescate, y hasta que no se lo dan, mantienen al rehén secuestrado. El capitán se llamaba Guasón. Era un pasota. Los pelos los tenía del color del polen, al igual que sus ojos. Esto le daba aspecto de bueno. Pero él y su grupo eran todo lo contrario, malísimos. Curro había salido corriendo con ansia hasta la torre, para ver París desde tan alto, por eso no lo había encontrado su amigo cuando más lo necesitaba. Pasado un buen rato, Misie despertó pero no pudo salir, el saco estaba bien atado. Empezó a moverse y el saco se aflojó. Salió y vio a los gatos enmascarados. El grupo de los GATOS lo sujetaron de nuevo y lo llevaron a un viejo edificio del París más antiguo. Lo metieron en una habitación aparte, muy oscura. En ésta había cuadros sobre degollamientos y matanzas humanas. Misie miraba asustado mientras escuchaba el ruido de un lápiz al escribir. Efectivamente, GATOS estaban escribiendo una carta que iba dirigida a Curro. En ella ponía: “Tenemos un rehén a punto de ser degollado. Suponemos que sabrás que nuestro rehén es Misie. No lo mataremos si consigues que destruyan la torre Eiffel. Para ello, deberás convencer al gobierno francés de que esa torre es un estorbo horrible para París”. Y llevaron la carta al lugar donde habían raptado a Misie. GATOS suponían, de manera acertada, que por allí acudiría Curro a buscar a su amigo. Y así fue. Cuando Curro leyó la carta, se quedó pensando, raro en él, y empezó a hablarse a sí mismo: "¿Qué es eso del gobierno francés? ¿Y dónde está? Además, ¿cómo voy yo, siendo un animal, a convencer al gobierno francés? En fin, todo sea por Misie. ¡Allá voy! ¡En busca del gobierno francés!"
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