1. ¿Qué es el nacionalismo musical?

Las melodías de la música folklórica europea guardan una estrecha relación con la música culta o música clásica, especialmente con el movimiento conocido como nacionalismo musical. Este movimiento, surgido en la segunda mitad del siglo XIX en un contexto de cambios políticos y sociales significativos, sirvió como una expresión de identidad y orgullo nacional para los pueblos que buscaban afirmar su autonomía cultural y política.
Además, también durante el siglo XIX, hubo un creciente interés en el estudio y la preservación de la música folclórica y tradicional. La etnografía y la musicología emergieron como disciplinas académicas, lo que llevó a una mayor documentación y estudio de las tradiciones musicales regionales.
Bajo ese contexto, los compositores de varias naciones europeas buscaron expresar de manera intensa sus sentimientos, buscando una identidad musical distintiva al utilizar elementos folclóricos y tradicionales de sus propias culturas como fuente de inspiración, y rebelándose así contra la predominancia que tenían la música alemana, italiana y francesa de la época.
Los orígenes de este movimiento se sitúan en Rusia, con el conocido como "Grupo de los Cinco" (Borodin, Balakirev, Cui, Musorgsky y Rimski-Korsakov), quienes incorporaron sonoridades orientales aprendidas de la música folklórica de la Rusia asiática.
Desde Rusia, el nacionalismo musical se propagó a otros países europeos, dando lugar a nuevas escuelas nacionalistas y logros musicales cuando compositores de diversas naciones incorporaron elementos de sus propios patrimonios folklóricos. Grandes creadores, como Smetana y Dvorak en Bohemia, Grieg en Noruega y Albéniz o el gaditano Manuel de Falla en España, destacaron por fusionar sus obras con la herencia del folclore nacional. La tendencia continuó hasta bien entrado el siglo XX con compositores como Bartok y Kodály en Hungría, Elgar en Inglaterra y Sibelius en Finlandia, expandiéndose hacia el continente americano con compositores como Copland o Gershwin. En resumen, se trató de una época en la que muchos compositores emergentes utilizaron elementos de la música tradicional en obras destinadas a la ópera o a salas de conciertos.