3.1. Francia

Fotografía de Delcaroix
Fotografía de Delacroix
Imagen en Wikipedia. Dominio Público

La pintura romántica francesa se basa, sobre todo, en dos grandes figuras sin las cuales es imposible entender el movimiento romántico en Europa, nada menos: Éugene Delacroix y Théodoro Géricault.

Delacroix, hijo de un importante político francés, se convirtió pronto en el primero de los referentes de la pintura romántica francesa: trazo hábil y seguro, colores fuertes, escenas pasionales, temas terribles y potentes... Su formación con pintores neoclásicos, mucho más pausados y que ponían mucho acento en la armonía y la técnica, no impidió que pronto siguiera su propia senda; una senda muy en relación con el momento social y político que vivía su país. Él nace en 1798, es decir, vive las revoluciones liberales en pleno apogeo vital. De hecho, se habla mucho de su vinculación política con esa burguesía liberal que lideró la Revolución de 1830.

Con apenas 29 años, en 1827, pinta su primera gran obra: La Muerte de Sardanápalo, con la que casi tuvo más de un conflicto por su composición y su temática. La obra narra la muerte del legendario rey de Nínive Sardanápalo tras el asedio de Assurbanipal. Sardanápalo, viendo que su victoria es imposible, ordena a sus oficiales y eunucos que degüellen a sus mujeres, perros, caballos, quemen todo el palacio y se suiciden, haciendo él lo propio. No quería que el enemigo se apropiase de sus bienes. Esta historia, como comprenderás, no tiene una forma bella de ser expresada, y la composición del cuadro, la sangre, los movimientos espamódicos de las mujeres degolladas... no gustaron demasiado a la sociedad acomodada y bienpensante del momento.

Son muchas las obras que podríamos destacar de Delacroix, pero nos limitaremos a esta primera, por su ruptura con los modelos establecidos (más temáticos y simbólcios que técnicos) y, como no, en su obra más conocida, la famosa: Libertad Guiando al Pueblo, obra pintada en 1830, es decir, en plena Revolución de 1830. Es más, el cuadro, representa  una escena del 28 de julio de 1830, cuando el pueblo de París levantó las barricadas frente al gobierno de Carlos X por sus leyes dirigidas hacia la restricción de las leyes liberales aprobadas en 1789. Algunos dicen que es el primero cuadro político de la historia. Bueno, es discutible, aunque sí es cierto que usar el arte como reivindicación revolucionaria no eran tan habitual. Sí lo era como gloria a los éxitos, pero cuando Delacroix termina la obra no estaba tan claro que la Revolución fuese a triunfar definitivamente.

La composición del cuadro lleva directamente a la mujer que, sensual y activa, lidera a una masa de ciudadanos que lucha por sus derechos, algunos de los cuales, por cierto, han caído. La mujer no es un personaje concreto, sino una alegoría de la libertad, que en realidad, no hace otra cosa que encarnar a esa Reública francesa que tanto defiende las libertades individuales.  Y todo, con un juego de luces y de color, francamente impresionantes.

La muerte de Sardanápalo. Delacroix. 1827 Delacroix. La libertad guiando al pueblo
La muerte de Sardanápalo. Delacroix. 1827.
Imagen de Wikipedia. Dominio Público
Delacroix. La libertad guiando al pueblo.
Imagen de Wikipedia. Dominio Público
Théodoro Géricault por Alexandre Colin. 1816
Théodoro Géricault por Alexandre Colin. 1816.
Imagen de Wikipedia. Dominio público

El otro gran pintor del romanticismo francés fue Théodore Géricault. Algo más mayor que Délacroix, hemos de lamentar que murió con apenas 33 años tras una caída de un caballo.

Su formación fue eminentemente neoclásica, pero al igual que Délacroix, pronto decidió que su obra requería otro lenguaje, otra expresividad, más pasión.

Sus oficiales a caballo son todo un ejemplo de potencia en los gestos (el caballo en escorzo, la postura firme y segura de sí misma del oficial, los colores intensos y expresivos...), aunque la obra que más fama le dio, y que lo convierte en uno de los grandes pintores de todo el siglo XIX fue La Balsa de Medusa, pintado en 1819. De hecho, muchos autores sitúan a esta obra como el icono, el símbolo perfecto de la pintura romántica francesa.

La historia de este cuadro es tan terrible como real: un torpe capitán de un barco de la armada francesa toma una serie de decisiones erróenas que llevan a que el Medusa, su barco, encalle frente a las costas de Mauritania. Mientras algunos de los 400 pasajeros del abrco logran entrar en los botes salvavidas (el capitán entre ellos), otros, cerca de 110, se ven obligados a subirse a una balsa construida ex profeso con los restos del barco. Allí, durante 13 días, sufren todo tipo de calamidades; tanto, que cuando son rescatados, apenas 13 quedan vivos.

La obra, en realidad, no era más que una crítica del joven Géricault a la armada y a sus formas de hacer. Supuso un duro golpe a la mnoarquía recién estrenada tras la caída definitiva de Napoleón.

Géricault es muy duro en la creación del cuadro. No se guarda escenas terribles, ni cadáveres, ni restos, ni caras desencajadas por el miedo... Todo lo expone de forma clara y evidente. El cuadro rezuma pasión, crueldad y dolor. Y muerte, claro. Eso es el romanticismo. No hay mejor ejemplo que esta Balsa de Medusa para entender cómo es el romanticismo francés en pintura.

La Balsa de Medusa. Géricault. 1819
La Balsa de Medusa. Géricault. 1819.
Imagen de Wikpedia. Dominio Público

Para saber más

La Balsa de Medusa es una de las grandes obras de todo el siglo XIX. La historia que narra, el cómo lo narra, la técnica, los colores, la composición... todo suma para hacer de esta obra de 1819 un cuadro sublime y auténtico ejemplo de todo un estilo.

Si quieres saber más sobre esta obra, y créenos que merece la pena, dedícale un rato a ver el siguiente vídeo. Te va a gustar:

La Balsa de Medusa. Museo del Louvre.
Vïdeo de El Visor, alojado en Youtube

La denominación arte (del) bombero (Art Pompier) es, sin duda, una manera jocosa de referirse a la pintura academicista francesa durante buena parte del siglo XIX. Quizás el chiste se encuentre en la referencia a los cascos de los bomberos, tan brillantes como los yelmos de la Antigüedad, que pintaban laboriosamente los artistas que seguían las normas de la Academia de Bellas Artes. Ésta jugaba un papel muy importante y durante decenios tuvo poder para encumbrar o arruinar a los autores, pues el Salón de París, que tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XVII, era decisivo para la fortuna de los artistas. La Academia dirigió, de hecho, los destinos de la pintura francesa durante casi todo el siglo XIX y las revoluciones estéticas  que se hicieron (pensemos en Gericault, por ejemplo) fueron siempre revoluciones contra la preeminencia de la Academia y sus dictados. Al final de ese siglo se producirá la ruptura definitiva después del éxito del Salón de Rechazados (aquellos artistas que no eran aceptados en el Salón de París, sometido a las directrices de la Academia, acabaron exponiendo en un salón paralelo, que había inaugurado de manera un tanto demagógica Napoleón III).

El Art Pompier  es un arte de la Academia y para la Academia, que pretende preservar sobre todo el principio del dibujo y la composición, dándole muy escasa importancia al color (contraste mayúsculo, por ejemplo, con el Goya de las grandes obras de la Guerra de la Independencia). Su criterios se querían clásicos (estudios anatómicos, dibujo como perfil y volumen, corporalidad definida, que no carnalidad, etc.); de hecho, los modelos son los de la Antigüedad Clásica y los del Renacimiento (de ahí, por ejemplo, la importancia que la enseñanza en la Academia otorgaba al boceto y a los sucesivos pasos: carboncillo, composición, difuminado… fini, es decir, el acabado, al que la Academia daba tanta valor), pero en un mundo enteramente otro. Podría decirse, pese a sus indudables méritos, que es una pintura muerta de antemano cuyo destino era, sin duda, satisfacer a los nuevos patronos, los burgueses adinerados, que habían ocupado el lugar de la aristocracia abolida en lo que al mecenazgo artístico se refiere.

Temas característicos de este arte (del) bombero  son, como no puede ser menos conocidos sus modelos, el desnudo (comparemos, por ejemplo, La fuente, de Ingres, tan academicista, con El origen del mundo, de Coubert, un verdadero escándalo para la Academia) y la pintura historicista (más que histórica), que viene marcada por un fuerte carácter nacionalista (no olvidemos que nos encontramos en el siglo XIX). Autores como Jean-León Gérôme, Jean-Louis Hamon y Charles Gabriel Gleyre fueron los representantes de la primera etapa de este estilo; provenían del neoclasicismo (del que apenas se distinguen, salvo en el tratamiento de algunos temas a los que dan quizás un toque más intimista, porque las normas de la Academia tenían claramente su origen en ese movimiento); pero también el citado Ingres, Paul Baudry y otros representan un estilo que, finalmente, fue entendido como un obstáculo para el desenvolvimiento de la creatividad, aunque en los últimos tiempos se ha producido una reevaluación al menos algo más positiva del movimiento pompier.

 La gran odalisca, Ingres. Imagen 

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 La muerte de César de Jean-Leon Gérôme.
Imagen bajo Dominio público en Wikipedia.

Importante

  • Delacroix y Géricault son los dos grandes pintores franceses del romanticismo. Sus obras La lIbertad guiando al pueblo, del primero, y la Balsa de Medusa, del segundo, son quizá los dos mejores ejemplos de toda la pintura romántica.
  • El Art Pompier es una forma jocosa de referirse a la pintura academicista, es decir, las que seguían las normas de la Academia de Bellas Artes.
  • Se caracterizaba por el dibujo, la composición y de temas clásicos (retratos, históricos...)
  • Destacan pintores como Ingres, Jean-León Gérôme, Jean-Louis Hamon y Charles Gabriel Gleyre.

Reflexión

Explica por qué el arte "pompier" es un arte de la Academia y para la Academia