1.3. Quintiliano
MARCO FABIO QUINTILIANO (35 - 95 n.e.)
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El siglo I n.e. va a ser testigo de la consolidación del Principado. Si el anterior había asistido a la agonía final de la República entre guerras civiles fratricidas y guerras externas que extienden el poder y la riqueza de Roma, este nuevo siglo va a afianzar un sistema político que respeta en apariencia las antiguas formas republicanas, pero que, cada vez más, concentra el poder en manos de un solo hombre. Este hombre, el imperator, el heredero de César, el nombrado Augusto, va a ir asumiendo primero el poder militar, después el religioso, más tarde el administrativo; también el judicial y legislativo, a través de ministros personales que dejan sin función y sin sentido al Senado y lo trasforma en un organismo destinado a la adulación. Finalmente, el emperador desarrollará una ideología y una faceta cultural que sirva de propaganda a su política (la arquitectura pública y la literatura de palacio van a reforzar su poder por todas las provincias del Imperio). La oratoria, que aún se había mantenido en pie en tiempos de Augusto, se dirige hacia su inexorable ocaso. El brillo que alcanzó con Cicerón no se lo debe exclusivamente a la genialidad del personaje: era la época adecuada, una época convulsa donde la libertad permitía a un homo novus subir a lo más alto del cursus honorum gracias a una elocuencia sin límites. La oratoria viva va cediendo su sitio a una retórica vacía, en parte panegírica, es decir, mera alabanza al poder, en parte declamatoria, o sea, puro ejercicio escolar de cara a la galería. Aún así todavía existe un público aficionado a estos alardes retóricos, un público que se entusiasma ante un buen discurso, como ocurría con el galo Domicio Afer de Nemausus. Quintiliano Imagen de dominio público |
De Domicio precisamente nos habla Quintiliano, el mayor de los maestros de la elocuencia romana. Marco Fabio Quintiliano no tuvo suerte con la fecha de nacimiento. Podría haber sido un segundo Cicerón si hubiera nacido el siglo anterior, pero le tocó vivir las consecuencias de la Pax Augusta y los altibajos de la dinastía Julio-Claudia. Nació en Hispania, en la Tarraconense, concretamente en Calagurris (Calahorra, La Rioja), estudió en Roma, volvió como maestro a su ciudad natal, pero finalmente regresó a Roma con Galba tras el terrible año de los cuatro emperadores (68 n.e.), que marcó el final de los julio-claudios. Galba vivió poco y Vespasiano le nombró primer profesor de Retórica a sueldo del Estado. Después, Domiciano le encargó la educación de sus sobrinos y le concedió dignidad consular.
El tiempo que no dedicaba a la enseñanza de las reglas retóricas, Quintiliano lo aprovechó para escribir su obra principal, Institutio oratoria, que se divide en doce libros. Quintiliano se apoya en su vasto conocimiento teórico de la retórica, en un juicio personal maduro sobre la literatura griega y romana y, sobre todo, en su propia experiencia y práctica en la enseñanza del arte de hablar para elaborar una programación educativa general. Su modelo a seguir es, sin lugar a dudas, Cicerón: es la perfección clásica frente a las deformaciones de autores posteriores como Séneca el Retórico que, con su estilo aforístico, estaba de moda por entonces.
Marco Anneo Séneca (54 n.e. - 39 n.e.), originario de Córdoba y padre del filósofo y dramaturgo, escribió ya muy mayor un tratado de retórica para sus hijos, Oratorum et rhetorum sententiae, divisiones, colores (Sentencias, divisiones y colores de oradores y rétores), que comprende diez libros de controversiae (casos supuestos) y uno de suasoriae (situaciones supuestas).
Quintiliano se había dado cuenta de que la decadencia de la oratoria era inminente y así lo reflejó en su obra De causis corruptae eloquentiae (Sobre las causas de la decadencia de la elocuenicia), pero cree que la razón principal de esta corruptio se debe al abandono de los modelos clásicos, es decir, de Cicerón. En cambio, no quiere o no puede hablar de las causas más profundas, las políticas y culturales.
En esto, Tácito en su Dialogus de oratoribus (Diálogo sobre los oradores) da en el clavo: considera que la decadencia de la elocuencia es debida a la falta de libertad y de oportunidades para expresarse que se dan en el Imperio.
EL FINAL DE LA ORATORIA
Ya en pleno siglo II n.e., Marco Cornelio Frontón, de Cirta en África, era un orador estimado en tiempos de Adriano. Antonio Pío le encargó la educación de sus sucesores, Marco Aurelio y Lucio Vero y como reconocimiento de su trabajo se le concedió el consulado en el 143 n.e. Su correspondencia con M. Aurelio nos lo muestra como un gran educador y degustador de la literatura clásica, defensor de Cicerón y Quintiliano, pero dominado por un barroquismo típicamente africano.
También africano era Apuleyo de Madaura, hijo de un alto funcionario; estudió en Cartago y en Atenas, y fue un consumado viajero (autor de El asno de oro o Metamorfosis). Ejerció la abogacía en Roma y luego fue orador ambulante (sofista). En su Apología o De magia se defiende ante el procónsul de África de una acusación de magia: los parientes de una rica viuda con la que se había casado lo acusaron de embrujar a la mujer. El veredicto de no culpable le sirvió de propaganda para su oficio.
Este uso apologético de la oratoria va a pasar de manera efectiva al cristianismo , que se servirá de los recursos retóricos para defender los principios de su fe. El Apologeticum de Tertuliano (197 n.e.) es una alocución judicial fingida y la mayoría de sus obras nos dejan vislumbrar a un abogado.
La retórica oficial de los siglos III y IV se nos presenta a través de los panegiristas galos, que nos ofrecen datos tan curiosos como la reconstrucción de las escuelas de Autun en el 297 de nuestra era, o el discurso de Año Nuevo del 362 del cónsul Mamertino ante Juliano en Constantinopla.
Incluso un poeta de gran talento, como D. Magno Ausonio, previamente había sido profesor de Retórica en Burdeos a finales del siglo IV.

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Curiosidad
Te ofrecemos en el siguiente cuadro las definiciones de algunos de los términos que se han usado en la exposición teórica, según el Diccionario de la Real Academía Española (DRAE).
TÉRMINO |
ETIMOLOGÍA |
DEFINICIÓN |
PANEGÍRICO |
Del lat. panegyrĭcus , y este del gr. πανηγυρικός |
Discurso o sermón en alabanza de alguien.
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DECLAMACIÓN |
Del lat. declamatĭo, -ōnis |
Oración escrita o dicha con el fin de ejercitarse en las reglas de la retórica , y casi siempre sobre asunto fingido o supuesto.
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AFORISMO |
Del lat. aphorismus , y este del gr. ἀφορισμός |
Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte.
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SUASORIA |
Del lat. suasorĭus |
Perteneciente o relativo a la persuasión.
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CONTROVERSIA |
Del lat. controversĭa |
Discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas.
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APOLOGÍA |
Del lat. apologĭa , y este del gr. ἀπολογία |
Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo. |