Simónides de Ceos y Baquílides
Simónides (c. 556–468 a.n.e.), aunque jonio, fue llamado a Atenas hacia el año 526 a.n.e. por la corte del tirano Hiparco; luego marchó a Tesalia con su sobrino Baquílides. Allí se relacionó con la aristocracia gobernante. Vuelto a Atenas cantó las hazañas de los griegos en la batalla de Maratón. Terminó su vida en la corte de Hierón I, tirano de Siracusa.
Su fama de sabio y polifacético ha hecho que se le incluya en obras tan distintas como en la novela de Mary Renault The Praise Singer (donde es narrador y protagonista), el diálogo Protagoras, de Platón (donde es tema de conversación), y algunos versos en los Aitia de Calímaco (donde aparece representado cómicamente como un fantasma quejándose de la profanación de su tumba en Agrigento).
Definió a la poesía como una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia. Los pocos restos que de él tenemos ponen de manifiesto un arte que entra inmediatamente por los sentidos. Es una poesía plástica, y su atención se centra en lo que se puede percibir con los sentidos. Está plenamente convencido de la incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas nunca lo que sucederá mañana") y esta insistencia suya en lo humano hizo famoso en la Antigüedad. La ternura con que se trata a sus personajes es profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento en la que aparece Dánae metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el mar:
Cuando a la tallada arca alcanzaba el viento con su soplo, y la agitación del mar la inclinaba a temer con las mejillas húmedas de llanto, echaba su brazo en torno a Perseo y decía: "Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras! Como un lactante duermes, tumbado en esta desagradable caja de clavos de bronce, vencido por la sombría oscuridad de la noche. De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo por encima de tus cabellos no te preocupas, ni del bramido del viento, envuelto en mantas de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí. Si te causara miedo esto, a mis palabras prestarías tus finos oídos. Duerme, mi niño, te lo pido ¡Que duerma también el mar y nuestra inmensa desgracia! ¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios! Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia que halles en mi súplica, perdónamelas. |
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J. W. Waterhouse: Dánae (copia en blanco y negro: el original en color fue robado en 1947) Imagen en Wikimedia. Dominio público
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Simónides fue un maestro consumado en otro género: los epitafios. Sentó modelo que copiaron las generaciones posteriores. Dice en un par de líneas todo lo que tiene que decir, y esta sencillez de la forma da más carga al contenido. Conocidísimo es el dístico que escribió para los que cayeron en las Termópilas:
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Epitafio conmemorativo por los espartanos muertos en las Termópilas Imagen de Rafael Slubowski, N. Palentis en Wikimedia. Licencia CC
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Ὦ ξεῖν', ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι. Di, extranjero, a los lacedemonios, que aquí yacemos los que obedecimos sus palabras.
Sobrino de Simónides fue Baquílides, que aprendió mucho de su tío: tienen la misma pureza y gracia jónica de estilo. No tiene la profundidad de temas de Simónides y va más a la búsqueda de lo estético. Es hábil en el relato, sabe elegir las luces principales adecuadas y hacer de los detalles algo vivo y revelador. La tradición le atribuye seis libros de himnos a los dioses, tres libros de elogios y uno de epinicios. Todo esto se había perdido, pero en 1897 se encontraron en Egipto dos rollos de papiro del siglo I o II que contenían veinte de sus poemas; en esos papiros se encuentran además los únicos ejemplos conocidos de la composición lírica predramática en honor de Dioniso denominada ditirambo.
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