3. Medea

Actividad de Lectura
SECUELA
Impulsados por el imán de la calamidad
merodean y miran como si la casa quemada fuera de ellos, o como si pensaran que en algún momento algún escándalo pudiera escurrirse de un armario asfixiado por el humo; ni muertes ni heridas prodigiosas sacian a estos cazadores de vieja carnaza, de rastro de sangre de tragedia austera. Madre Medea con su túnica verde se mueve humilde como cualquier ama de casa por sus estancias en ruinas, haciendo el inventario de zapatos calcinados, de tapicería empapada: privada de la pira y la tortura, la multitud le sorbe la última lágrima y le vuelve la espalda. Sylvia Plath
Jasón y Medea terminaron del siguiente modo: vivieron felices en Éfira hasta que los ciudadanos se sintieron ofendidos por Medea cuando ésta pretendió conseguir la inmortalidad para los dos hijos más pequeños de los cinco que tuvo con Jasón, criándolos en el templo de Hera y no permitiéndoles que visitaran el mundo exterior. Jasón intentó disuadirla y hacer que abandonase esta extraña ambición suya, y al ver que ella se mofaba de él se negó a cohabitar con ella. Creonte, rey de Asopia, al enterarse de esta riña, envió un mensajero a Jasón, proponiéndole que se casara con su hija Auge, porque de este modo el doble reino de Corinto podría reunirse bajo un solo cetro, de acuerdo con la profecía hecha por Equión; pues Creonte era muy anciano y quería renunciar a su trono en favor de Auge. Jasón aceptó la proposición de Creonte, olvidando que sólo como esposo de Medea tenía derecho al trono de Éfira. Se divorció de Medea mediante un decreto público y luego celebró la boda con Auge. Medea simuló aquiescencia y le dio a Auge, como regalo de bodas, una camisa de dormir con preciosos bordados. Pero cuando Auge se la puso, la camisa estalló en llamas que no sólo la consumieron a ella sino también a su padre Creonte que intentaba apagarlas con sus manos, y a todo el palacio real con casi todos sus moradores, incluso los dos hijos mayores de Medea. Su tercer hijo, Tésalo, fue salvado por Jasón, que saltó con él desde una ventana y resultó ileso. (Tésalo fue quien gobernó el reino de Ptiótide después de la muerte de Peleo.) Los habitantes de Éfira, enfurecidos, se vengaron en los dos hijos menores que Medea había criado en el templo de Hera; desde entonces tienen que realizar una expiación anual por este crimen. Robert Graves, El Vellocino de Oro |
El texto de Sylvia Plath alude al morbo que despierta en el común de las personas una tragedia o desgracia. La autora describe para contrastar, en la segunda estrofa, una escena doméstica: la mujer que, tras el incendio, rastrea qué se ha podido salvar y qué se ha perdido. Nadie, ninguno de los curiosos, le presta atención: ella está condenada de antemano. El de Robert Graves, nos da una interpretación antropológica del mito, una versión más indulgente con Medea que la tradicional, que la retrata como a una mujer despiadada que, llevada por los celos, no vacila en asesinar a sus hijos para vengarse de su esposo. Anselm Feuerbach: Medea. Imagen de dominio público
¿Qué nos cuenta esta versión más conocida de la leyenda? Medea, sobrina de Circe, hija de Eetes, era también una peligrosa maga que llegó incluso a matar a sus propios hijos para vengarse por el abandono de su marido, Jasón. Ella le ayudó a conseguir el Vellocino de Oro, hazaña por la que Jasón consiguió todo su prestigio. |