3. La omnipotencia divina

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La idea de Dios como un ser ilimitado y omnipotente es uno de los elementos centrales del pensamiento de Guillermo de Ockham. La voluntad divina carece de límites y no existe nada superior a lo que ella deba someterse. Siempre que no exista contradicción, nada puede limitar el poder creador divino.
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Sandra Eugenia Hernández Floresen Artelista, licencia CC |
Como dogma de fe, este principio fue admitido por todos los pensadores cristianos con anterioridad, aunque Ockham entendía que muchos de sus planteamientos suponían de hecho una limitación del poder divino.

Para saber más
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Imagen en photo-paysage. Licencia CC |

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El argumenento según el cual Dios creó el mundo tomando como modelos ideas universales existentes previamente en su mente se llama ejemplarismo. Para Ockham no pueden existir ideas ejemplares, ya que éstas limitarían la voluntad divina, pues Dios hubiera debido atenerse a ellas en el momento de la creación, y no hay nada que pueda limitar su voluntad.
Esta negación de las ideas ejemplares conduce a Ockham a interpretar que Dios, no sirviéndose de modelos previos existentes en su mente, crea directamente a los seres individuales. Esta interpretación es coherente con el principio de economía, ya que entiende que las ideas ejemplares constituyen un añadido innecesario entre Dios y los seres creados. Su negación tendrá importantes consecuencias respecto a su interpretación de lo real y su conocimiento.
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Imagen de Brian Hathcock en Flickr. Licencia CC |

Para saber más
La desvinculación entre Dios y las ideas en el origen del empirismo moderno.
Platón se vale de la figura del demiurgo para explicar cómo las ideas se materializan en el mundo sensible, lo hace considerando que estas ideas son eternas y universales, independientes del ser divino, el modelo al que este tiene que atenerse.
Para los autores cristianos, sin embargo, Dios es el comienzo absoluto de todo cuanto existe y todo, hasta las propias ideas, deben a Dios su existencia. Para San Agustín, por ejemplo, tampoco podrían existir ideas antes o independientes de Dios, pero pensaba que estas eran consustanciales al propio ser divino. Así, por ejemplo, el concepto divino de bien era la noción misma del bien, una noción universal y eterna no por sí misma, sino por ser divina.
Pero Ockham va mucho más lejos. Siendo Dios omnipotente, no podía estar condicionado por conceptos que limitaran su libertad de acción. No hay, por ejemplo, un concepto de bien fuera de la propia voluntad divina a la que Dios debiera atenerse. De este modo, Ockham niega esas esencias comunes universales en las que la filosofía había creído hasta entonces, bien fuera situándolas en un mundo independiente como Platón o vinculándolas a este como Aristóteles. Ockahm afirma la existencia exclusiva de los entes individuales y niega la existencia de entes universales a los que Dios se deba atener.
El único límite que Ockham pone a la voluntad divina es la que se refiere a la coherencia lógica: Dios, por ejemplo, no podría crear un círculo perfecto con radios desiguales o hacer que lo que ya ha pasado no haya llegado a pasar.
Curiosamente, desde un contexto teológico se dan pasos a favor de un modelo empirista que separa lo racional de los empírico: la razón nos puede informar sobre lo que es posible, pero no sobre lo que realmente ocurre, algo solo cognoscible mediante la experiencia. Esto del alcance de la razón y su relación con la experiencia será uno de los principales asuntos que dividirá a racionalistas y empiristas en la época moderna.

AV - Reflexión

AV - Reflexión
- Hubiese dispuesto que los humanos le odiásemos en vez de amarlo.
- Se hubiese creado a sí mismo.
