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Desde el idealismo, Hegel reclama el carácter ideal de lo real, una idea absoluta que lo constituye todo, incluso el mundo material. Por otro lado, no concibe lo ideal como algo definitivo y estático, sino que por el contrario, destaca su carácter dinámico y procesual. Con una energía filosófica desbordante, cuando ya Immanuel Kant parecía haber dado por perdido el sueño de la razón de alcanzar un conocimiento último y absoluto, Hegel no solo vuelve a reivindicarlo, sino que considera que solo éste, como tal, puede ser verdadero conocimiento y objeto de la ciencia. Veamos cuál es su argumentación:

La dialéctica puede comprenderse como una estructura triádica que, aplicando el vocabulario empleado por Fichte, constaría de tres momentos:

  • Tesis, o afirmación (de un hecho natural, acontecimiento histórico, pensamiento, etc.)
  • Antítesis, o negación de la afirmación anterior, momento en el que se produce la contradicción
  • Síntesis o negación de la negación; integración de las fases anteriores en una unidad superior que sería, a su vez, una nueva afirmación que traerá consigo nuevas contradicciones que deberán ser superadas.

En contraste con el entusiasmo compartido en el seno del idealismo y el romanticismo a favor de las posibilidades de la razón y el genio creativo, el visible desarrollo de la ciencia va relegando progresivamente a la filosofía a un segundo plano; empieza a extenderse la idea de que la ciencia podría constituirse como la única guía para la humanidad. El positivismo desarrollará un marco filosófico acorde con este planteamiento defendiendo como modelo de conocimiento, frente a la especulación metafísica, una ciencia experimental que se atenga a los hechos.

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Pensadores como Augusto Comte y John Stuart Mill dieron origen, en el siglo XIX, a un movimiento filosófico que se extiende por toda Europa, el positivismo, caracterizado por su rechazo de la tradición metafísica y la exaltación de la ciencia como verdadero conocimiento.


La epistemología, rama de la filosofía dedicada al conocimiento científico, será el centro de interés de esta corriente de pensamiento. Su noción principal es la consideración de la ciencia como el único modo de conocimiento válido. De acuerdo con la tradición empirista y frente a una interpretación del saber fundado en principios a priori o nociones universales, entienden que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia sensible y que solo los hechos empíricos pueden ser base del verdadero conocimiento. El positivismo será así un modelo que niega el valor de la filosofía especulativa y la metafísica, a la que consideran propia de un estadio superado de la historia de la humanidad.

Comte se posiciona en contra de la especulación filosófica y en línea con los pensadores continuadores de Francis Bacon y partidarios de la consideración de la ciencia como el modelo de conocimiento. Habla de tres estadios progresivos que se observan tanto en la maduración personal como en la historia de la humanidad, desde la infancia hasta su madurez:
  1. Estado teológico o ficticio. Es el primer momento, un punto de partida en el que los acontecimientos son explicados como resultado de la actuación de entidades sobrenaturales. Dentro de él existen tres etapas: el fetichismo, donde se atribuye a los objetos poderes mágicos; el politeísmo, donde los fenómenos naturales son explicados por la actuación de los dioses y el monoteísmo, donde se concibe el poder divino unificado en una sola entidad.
  2. Estado metafísico o abstracto. Es el momento intermedio en el que las entidades sobrenaturales son sustituidas por nociones abstractas. Se busca la razón que explique el por qué y determine las causas de los fenómenos.
  3. Estado positivo o científico. Se corresponde con una etapa culminante en la que el ser humano no se pregunta el por qué de los fenómenos sino el cómo y científicamente, mediante la observación y el experimento, pretende determinar las leyes que rigen los acontecimientos para controlar la naturaleza para el bien de la humanidad.

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El utilitarismo comparte el ideal empirista de la ciencia y subraya su valor práctico: su contribución al progreso humano. El principal objetivo de los argumentos elaborados en el seno del utilitarismo será el de la consecución de la máxima felicidad humana. Sus principales referentes son Bentham y Stuart Mill. Su principio fundamental se puede expresar así: lo bueno es lo útil.

Es interpretado como un instrumento social y político progresista a favor de los intereses generales. El grado de utilidad de las acciones vendrá determinado por el grado de satisfacción que se deriva de ellas, entendiéndose como una regla que debe buscarse el mayor bien para el mayor número. En este sentido, plantean la convergencia entre el interés propio con el general.

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