Resumen

En escultura son dos los movimientos estéticos que sobresalen: realismo, con Meunier y sus reivindicaciones de la clase obrera e impresionismo, con la figura más conocida quizá de la escultura del XIX: Auguste Rodin. Su modelo impresionista no viene, evidentemente del color, sino de romper con las líneas academicistas previas a través de la pasión y la potencia reflexiva. Y, sobre todo, a través del uso de diferentes texturas y calidades que le dan a su obra alternancias de luces y sombras.

Los burgueses de Calais
Los burgueses de Calais.
Imagen de A. Pingstone en Wikipedia. Lic. CC

El Ángelus. Millet. 1859
El Ángelus. Millet. 1859
Imagen en Wikipedia. Dominio público

Frente a los modelos idealizados que la Academia plantea - y exige - una nueva hornada de pintores prefiere desembarazarse de esos esquemas y atender a la vida cotidiana, al día a día, independientemente de que este fuera feo o difícil. El realismo es, por tanto, no solo una reivindicación de lo real desde lo estético, sino también desde lo social. La influencia de la protofotografía es también importante. Las figuras más destacadas serán Courbet y Millet.

La figura de Courbet es determinante para entender la pintura de la segunda mitad del XIX. Su alejamiento de los postulados estatistas de la Academia le otorga una libertad creativa y compositiva absolutamente radical. Aunque se mueve en estéticas conectadas con el barroco tanto su temática como su simbología son las propias del momento en el que vive. En sus obras, se mezclan desnudos femeninos con personajes prominentes de la sociedad que viven, ricos con pobres, intelectuales con gente llana... A pesar de los tonos oscuros que prevalecen, lo cierto es que su pintura es un soplo de aire fresco, como muestras piezas como El taller del Pintor o el Entierro de Ornans.

El realismo de Millet no llega de la mano de la reivindicación social y de la identificación con las revoluciones que vive Francia en aquel momento, sino de la necesidad de acercarse a la vida cotidiana, a esas escenas de gente humilde que cultiva, reza y trabaja para sobrevivir.

Llama la atención su relación con la naturaleza a la que dota de una mística, quizá no al nivel del romanticismo, pero sí interior, personal e íntima. Esto lo hace con un tratamiento del color y de los juegos de luces tremendamente atractivos que acercan al espectador a esa sensación de intimidad que nacen de sus obras.

Piezas como Las espigadoras o El Ángelus son dos de sus mejores ejemplos.

Impresión, sol naciente. Monet. 1872
Impresión, sol naciente. Monet. 1872
Imagen en WikipediaDominio público

Con los Impresionistas asistimos a una revolución en la forma de pintar, prestando más atención a la luz, sus cambios tonales y cómo la luz afecta a los colores. Además, siguieron fielmente las teorías del químico Eugène Chevreul, que afirmó que los colores varían según los colores adyacentes, pues cada color aporta matices de su complementario a los demás. Chevreul defendió el uso de parejas de complementarios para pintar zonas de luz y de sombra, así como la armonía de colores próximos en el círculo cromático.

Aparecen también cambios sustanciales en la técnica de la pintura, entre las que cabe destacar el uso de tubos de óleo industriales, la salida del estudio para pintar al aire libre, el uso de pincelada con gran cantidad de pintura, con gesto rápido y decidido. ya no se usan líneas preliminares ni sutiles veladuras, sino que se aplican los colores luminosos puros, siendo el cerebro el que los mezclará. El tema protagonista es el paisaje, visto bajo unos nuevos encuadres heredados de la fotografía, destacando el encuadre selectivo que hace que el punto de interés se desplace del centro del cuadro hacia los laterales.

El primer pintor plenamente impresionista es Manet, quien escandaliza con Olympia o El almuerzo en la hierba. De pincelada ágil y preocupado por la luz, es capaz de integrar la influencia de los grandes de la pintura con el nuevo juego de color y luz que permiten los nuevos materiales. Destaca también su relación con el arte oriental.

Monet da nombre la movimiento con su pintura Impresión, sol naciente. En su obra destaca el tratamiento de la luz y el color con pinceladas sueltas y rápidas.

Degas es conocido por sus bailarinas y destaca por la recreación de interiores como en Las planchadoras. Por último, Renoir llama la atención por sus colores vivos y por el estudio del cuerpo femenino.

El puntillismo, como una especie de técnica avanzada del impresionismo decide que su apuesta es, definitivamente, por el color, abandonando la importancia de la luz. Un color que se expone a través de pequeños puntos de color con el pincel que terminan generando las formas a la vista del ojo humano. Sin apenas capacidad expresiva y con escasa espontaneidad, las pinturas puntillistas sorprenden por su capacidad para jugar con los colores y para generar composiciones originales.

Seurat y Signac serán los mejores representantes de este estilo que, quizá por el ingente trabajo que suponía cada uno de sus cuadros, no tuvo tanto recorrido como otros estilos.  

Tarde de domingo en la Grande Jatte. Seurat, 1884 - 86
Tarde de domingo en la Grande Jatte. Seurat, 1884 - 86
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El Postimpresionismo no tiene unas características fijas ya que cada autor asume unos modelos compositivos y estéticos propios. Si hay algo que los pone en común es una tendencia hacia formas geométricas (que en algunos casos termina derivando en el cubismo) y una libertad en la plasmación de los colores fuera de toda duda (algo que terminará derivando en algunos casos en el fauvismo).

Destacan especialmente Cézanne, Van Gogh y Gauguin.

Cézanne antecede el cubismo con la geometrización de sus obras. 

Van Gogh plasma su personalidad en una pincelada rápida, gruesa y acelerada.

Gauguin, después de pasar por varios oficios, se centra en la pintura y se obsesiona por el color

Las grandes bañistas. Cézanne, 1900 - 1905
Las grandes bañistas. Cézanne, 1900 - 1905
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