2. Estética y metafísica

Apolo citaredo

Imagen de Ana Belén Cantero Paz en Flickr. Licencia CC

Aunque la estética como tal comienza su andadura en el siglo XVIII, las reflexiones en torno a la belleza han ocupado siempre un papel relevante en los principales modelos filosóficos. El tema de la relación entre le estética y otras ramas de la filosofía como la metafísica o la ética es el de los vínculos que podemos establecer entre la relación de los estético con lo verdadero, por un lado, y la relación de lo estético con lo bueno, por el otro. Los planteamientos son diversos tanto en lo que concierne a la relación entre la estética y la metafísica como lo que se refiere a la vinculación entre la estética y otras ramas de la filosofía práctica como son la ética o la política.

Los modelos filosóficos clásicos griegos son modelos unitarios en los que los principios generales de la metafísica tienen sus reflejo en las distintas ramas de la filosofía práctica. Una de las cuestiones clave en esta relación está en el análisis del concepto de belleza y su tratamiento metafísico. Platón vinculó el conjunto de las ideas a la noción principal de bien, expresando así un conjunto ideal ordenado y perfecto en el que se integra la idea de belleza. Aunque lejano a su idealismo y dotando de plena realidad al mundo sensible, también Aristóteles aporta un fundamento metafísico a la belleza al ligarla a la perfección del ser. El cristianismo medieval bebe de esas fuentes que y atribuye a un Dios perfecto  la razón de toda excelencia ontológica, moral o estética, siendo el mundo creado una expresión finita y por grados de la plenitud de su creador. Se trata de una noción metafísica que integra las distintas cualidades del ser: verdad, bien, belleza, que en muchos sentidos persiste y, a veces, sin una cabal diferenciación entre aspectos que competen a la metafísica, la ética o la estética.

Platón interpreta la belleza como aquello que nos produce agrado en cualquiera de sus formas. La razón de la belleza particular sería la belleza en sí, un concepto ideal que se refleja en los entes sensibles produciendo placer a los sentidos, pero también en otras expresiones no sensitivas como son el buen carácter, en las leyes formuladas racionalmente, en el conocimiento, etc., provocando un placer más elevado que afecta a los sentimientos y a la razón.

La crisis de los metafísica conlleva, sin embargo, un tratamiento de la belleza autónomo de la metafísica. Será el caso de la filosofía empirista como la de Hume, que desarrollará un modelo estético condicionado a factores psicológicos o planteamientos como el de Immanuel Kant, que vincula su apreciación o el de otras cualidades como lo sublime a aspectos de carácter formal relativos a nuestra propia sensibilidad. Dentro de la diversidad de tendencias que caracterizan a la filosofía contemporánea encontramos planteamientos que buscan entroncar los principios estéticos bases generales metafísicas, pero también otros muchos que, fruto de la crisis metafísicas, buscan la explicación de la estética en clave científica. Entre los modelos interpretativos que han tenido un mayor eco nos encontramos con el de Nietzsche, que defiende un modelo estético vinculado a la realidad de la vida y liberado de su sometimiento a conceptos trascendentales, el marxismo, con una interpretación social y económica que vincula el arte a la producción humana y la alienación del trabajador, a la vez que valora analiza su valor ideológico, o el psicoanálisis de Freud, que da valor al arte como una manifestación del inconsciente. 

Curiosidad

 Lisipo: Eros

Imagen de Mary Harrsh en Flickr. Licencia CC

El concepto amor platónico suele referirse comúmnente al amor ideal que una persona siente hacia alguien. El amor platónico es efectivamente ideal, pero en un sentido muy distinto a este. En su obra El banquete, Platón expresa el sentido de Eros y su relación con la belleza. Por su propia naturaleza, Eros se basa en la carencia de lo deseado y expresa un impulso que empuja al ser humano hacia lo supremo, hacia lo divino. Ese carácter divino se refleja en el mundo terrenal a través de la belleza. Platón describe un proceso gradual que va desde el primer reconocimiento de la belleza, que es la que se expresa en los cuerpos bellos, que conduce de forma progresiva a una expresión del amor cada vez más pura. Así, de la belleza física de un cuerpo bello, se pasaría al impulso hacia la belleza física en general, de ahí a la belleza espiritual del alma, para sentirse atraido por una belleza más elevada que es la belleza de las producciones espirituales como las normas morales y las leyes, las ciencias, etc., hasta finalizar por el impulso hacia la belleza en sí, pura e ideal, solo alcanzable a través de la sabiduría. 

Así pues, dicha idealidad no caracterízaría en Platón la pasión por una persona en particular, sino que reflejaría ese impulso inicialmente reconocible en la atracción personal, pero que en última instancia conduce hacia expresiones sublimes del amor.