1. El Nilo y el Más Allá
Localización del río Nilo.
Imagen Hel-hama en Wikimedia Commons. Licencia CC
Egipto fue una civilización que duró más de tres milenios y que nos asombra por su continuidad y por la permanencia de sus tradiciones. La religión—un concepto que ayuda poco a entender a lo que nos referimos, porque nos resulta confuso—es fundamental, pero sólo si por religión entendemos la comprensión de un sentido que abarca al universo completo y que se expresa a través de los distintos dioses. En plural, porque sin duda la religión egipcia es politeísta (es decir, da culto a varios dioses), pero tiene una fuerte tendencia al monoteísmo, como se puede apreciar en las reformas del faraón Akhenatón (Amenofis IV, ca. 1350 a. C.). Sin embargo, se haría preciso distinguir entre lo que podríamos llamar la religión oficial (la que se realizaba en los grandes templos de los grandes dioses) y la religión tradicional (la propia de cada nomo).
Los dioses egipcios, en general, estaban encargados del orden cósmico: garantizaban los ciclos de la vida, el orden político y social, la vida familiar, etc. La lista de dioses egipcios puede hacerse interminable, pero algunos eran más importantes y su culto estaba más extendido; se trata de aquellos dioses que estaban relacionados con el Sol, el Nilo, las cosechas, la muerte y la vida de ultratumba. El gran dios era Amón, al que se atribuía el orden del mundo. Fue tan importante que Alejandro Magno acudió al santuario de Libia para consultar el oráculo de este dios. Podemos citar a algunos de los grandes dioses con su función: Ra, el dios del Sol; Thot, el dios de la escritura y de la sabiduría; Seth, el dios protector; Isis, diosa de la maternidad (fecundidad), etc.
Una característica específica de la religión egipcia es su preocupación por la inmortalidad. Esto queda bien patente por las pirámides y mastabas, que son enterramientos (y no templos), y con los que se ponía de manifiesto la vida eterna a la que estaban llamados algunos individuos. Según las creencias egipcias, tras la muerte los individuos pasaban un juicio, que se celebraba en el Duat, un territorio ubicado en el más allá. Guiado por Anubis, el muerto era presentado ante el tribunal del dios Osiris: allí se pesaba su alma (en realidad, su corazón, pues los egipcios creían que el corazón era la sede de la conciencia) que tenían como contra peso una pluma de Maat. El dios Thot tomaba nota (escriba) y entrega el resultado del juicio a Osiris. Si el resultado era positivo, el difunto podía unirse de nuevo a su momia e ir al Paraíso (Aaru); pero si el resultado era negativo, entonces era enviado a Ammyt, que lo devoraba y así sufría la segunda y definitiva muerte.
Curiosidad
¿Sabías que la corona egipcia era uno de los signos distintivos de dioses y faraones del Antiguo Egipto? La corona estaba formada por dos diferentes: la blanca del Alto Egipto (sur) y la roja del Bajo Egipto (norte).