4.1. Los pueblos colonizadores
Anillo fenicio de Casa del Obispo., Cádiz De Marbregal en Wikimedia . Dominio público. |
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Orante púnico, Ibiza. De Zaqarbal en Wikimedia. Dominio público.
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Pre-conocimiento
Hay diversas teorías sobre el nombre que daban los primeros pueblos colonizadores a la Península Ibérica y el significado de las palabras que usaban. Los estudios más recientes consideran que el término que usaban los fenicios para referirse a nuestro territorio era I-span-ya, que quería decir "costa de los forjadores", lo que estaría en relación con la principal riqueza que buscaban en ella, sus metales. Una segunda posibilidad que se ha barajado es que la palabra que usaban fuera Hi-shphanim, que podría traducirse como "costa de los conejos" (animal que les llamaba la atención porque no existía en sus tierras de origen). Finalmente una tercera interpretación parte del uso del término Hesperia, que en protogriego significa "atardecer" u "occidente", tenga relación con la ubicación geográfica de nuestro territorio en relación a estos pueblos del levante mediterráneo. En cualquier caso, lo que sí parece probado es que fue la palabra fenicia la que los romanos tomaron como base para denominar Hispania a la Península Ibérica.
Los fenicios eran un pueblo originario del próximo oriente, que había desarrollado una floreciente cultura urbana en las costas del actual Líbano. Sus principales ciudades Tiro, Biblos Sidón,... pueden sonarte, porque en la actualidad se encuentran en una zona en permanente conflicto por el enfrentamiento entre árabes e israelitas.
Los fenicios se dedicaron al comercio a gran escala y a larga distancia, recorriendo todo el Mediterráneo en busca de metales que llevar a oriente. Sabemos que eran magníficos navegantes y que llegaron incluso a las costas de Gran Bretaña. Allí donde encontraban riquezas metalíferas fundaban asentamientos permanentes (los llamaremos colonias). A cambio de los objetos manufacturados que traían de oriente, conseguían que las poblaciones autóctonas se dedicaran a extraer el metal para entregárselo.
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Mapa de los fenicios en la Península Ibérica Imagen del Centro de Estudios Fenicios. Licencia CC. |
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La presencia fenicia en la Península Ibérica se extiende entre los siglos X y VII a.c. Centraron su atención en la costa andaluza y del sudeste, que como ya sabes era rica en minerales metálicos. Los fenicios sembraron estas costas de asentamientos comerciales: Gadir (Cádiz), Sexi (Almuñecar), Baria (Villaricos/Almería), Malaca (Málaga)... Desde ellos influyeron en las poblaciones autóctonas, como veremos en el próximo apartado, a las que transmitieron avances técnicos, como el trabajo del hierro, y culturales, como el uso de la escritura.
La colonización fenicia en la península fue pacífica. No intentaron imponerse militarmente a las poblaciones autóctonas y dominarlas, sino que prefirieron colaborar con los grupos dirigentes en favor de una mejor organización que les permitiera la extracción de los metales a la mayor escala posible.
Los fenicios dejaron de tener protagonismo en el siglo VII a.c., porque sus ciudades originarias fueron conquistadas por los asirios y se rompieron los lazos comerciales de las colonias peninsulares con oriente. Estas colonias siguieron existiendo, pero pasaron a estar controladas por Cartago.

Actividad
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Ritón Fotografía de Ovando en Flickr. Licencia CC. |
Crátera Griega, Ampurias De David Mateosen Wikimedia. Licencia CC. |
Los griegos establecieron relaciones pacíficas con los pueblos peninsulares cercanos a sus colonias, a los que vendían productos manufacturados elaborados en sus ciudades de origen a cambio de los recursos naturales del territorio. El principal producto que vendían los comerciantes griegos eran sus famosas cerámicas, que en la época que nos ocupa estaban de moda por todo el mundo mediterráneo. Los pueblos peninsulares que establecieron contacto con los griegos aprendieron de ellos el trabajo del hierro, la escritura, técnicas de cultivo y de artesanía, etc.
El declive de la presencia griega en la península se debió a la expansión de dos nuevas potencias coloniales que preferían métodos menos pacíficos y no admitían fácilmente la competencia ajena en el comercio: Cartago primero, y finalmente, Roma.

Objetivos
Aquí tienes un breve vídeo sobre la presencia fenicia y griega en la Península Ibérica:
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Mapa de Cartago De BishkekRocks enWikimedia. Dominio público. |
Los cartagineses ocuparon toda la antigua zona de influencia fenicia en la península. Pero preferían controlar directamente el territorio y a sus pobladores, adoptando una política más agresiva apoyada en su gran potencia militar, que usaban contra las ciudades que se oponían a su dominio.
Hablaremos más de Cartago cuando llegue el momento crucial de su Historia, y que tendrá enorme repercusión en el futuro de la Península Ibérica: su enfrentamiento con Roma. Pero eso será en el próximo apartado.

Para saber más
Una ciudad cartaginesa descrita por el geógrafo griego Estrabón.
Después de Abdera está Cartago Nova (...) que es con mucho la más importante de las ciudades de esta región, porque tiene una posición fuerte, una muralla bien construida y está provista de puertos, una laguna y minas de plata; además, en ella y en las regiones circundantes existe abundancia de salazón, y es el principal emporio para las mercancías que vienen del mar destinadas a los habitantes del interior, y para los productos del interior destinados a los extranjeros.
Estrabón, Geográphika, III, 4-6.
El imperialismo cartaginés.
Así fue como se encargó al general Amílcar Barca el desembarco en Gadir en el año 237 a.c. para que sometiera a los pueblos del sur peninsular y captara sus riquezas naturales para aliviar las maltrechas finanzas cartaginesas. (...) Las operaciones de Amílcar se desarrollaron con eficacia a lo largo del Guadalquivir, cuyos pobladores son sometidos no ya a la hegemonía, sino al imperialismo cartaginés que, para lograr una eficaz colaboración de los indígenas, actúa con los procedimientos más descarnados de la opresión militar.
Adaptado a partir del texto de J. Alvar, De Argantonio a los romanos. La Iberia protohistórica, Madrid, 1995, p. 138.

Reflexión
