3.2. El vestuario
Al igual que el mundo se transformó profundamente tras la Revolución Francesa, la forma de vestir también cambió radicalmente. Atrás quedaron los rígidos y ostentosos vestidos que simbolizaron el Antiguo Régimen para dar paso a una moda más en consonancia con las clases bajas del proletariado y el campesinado. En los últimos años del siglo XVIII no podías ni siquiera aparentar ser de la aristocracia, pues rápidamente te asociaban como enemigo de los nuevos valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad que proclamó la I República Francesa y hasta tu vida corría peligro de ser aniquilada en la guillotina. De esta forma, rápidamente fueron abandonados los ricos ropajes de brocados y pedrería, las pelucas imposibles y los descomunales guardainfantes, y se optó por unos tejidos ligeros y baratos como el algodón y la gasa, los colores claros y el pelo natural corto.
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Jacques-Louis David, Madame Récamier, 1800 |
David, Madame de Verninac, 1799 |
En la última década del dieciocho surge en la Francia revolucionaria una nueva forma de vestir igual de revolucionaria que se denomina Estilo Directorio o de transición al Estilo Imperio, que coincide con la penúltima forma de gobierno de la República antes del golpe de estado de Napoleón en 1799. Esta moda está enormemente influida por la forma de vestir de los griegos durante la época clásica, de hecho, especialmente las mujeres, parecían verdaderas estatuas animadas griegas. Predominan las líneas sencillas en vestidos ligeros de muselina, gasa, algodón o linón, parecido al lino actual, de colores claros, entallados debajo del pecho que conforman un talle alto y una silueta bien esbelta. El pelo se lleva corto, recogido y con pequeños bucles rizados, y los únicos adornos eran pequeños camafeos, brazaletes y sencillas diademas.
Curiosidad
¿Por qué Grecia y Roma?
Pues muy sencillo, porque tras la caída del Antiguo Régimen y la llegada de las primeras repúblicas y las monarquías parlamentarias se toman a Grecia y Roma como los modelos a seguir y la indumentaria cumple una función extraordinaria de propaganda ideológica. Por eso, Grecia será el modelo a seguir de las recién estrenadas repúblicas de Francia y Estados Unidos, y Roma será el espejo en donde se mire Napoleón, que soñaba con recuperar el viejo Imperio Romano bajo la bandera francesa.
Una vez se consolidó Napoleón como emperador de los franceses, el estilo Directorio desembocó en el llamado estilo Imperio, que con leves modificaciones adaptó la vestimenta anterior a la imagen que el emperador quería transmitir. La prenda más característica fue el vestido camisa femenino conocido como vestido imperio o chemise. Sigue siendo muy ligero, de algodón, muselina, percal y gasa, siempre de color blanco o colores claros, con forma tubular y ceñido debajo del busto. Este vestido chemise posee un escote recto bastante bajo del que asoman las mangas a ambos lados. Apenas tiene decoración, salvo algunos bordados muy sencillos con motivos de la antigüedad como hojas de laurel o grecas, esa decoración esquemática de líneas que se suceden en forma de zigzag formando ángulos rectos. Poco a poco este vestido irá haciéndose más complejo, y hacia la segunda década del siglo XIX las telas se volverán más ostentosas y rígidas, volverán los corsés y los pequeños guardainfantes y se rematarán con adornos renacentistas como lechuguillas y mangas acuchilladas.
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La emperatriz Josefina |
Chal y chaqueta Spencer |
Mujer con vestido chemise |
Sobre el chemise se popularizaron el uso del chal, de clara inspiración griega, y una chaquetilla corta que podía acabar en una cola en la parte trasera denominada chaqueta Spencer, de origen inglés, que provenía de la chaqueta que usaban los jinetes para ir a cazar. También fue muy popular el redingote, una chaqueta con doble cuello de solapa.
Se completaba el atuendo con un ligero maquillaje nada llamativo, el cabello natural recogido con diadema y asomando pequeños bucles rizados, y los zapatos preferidos eran las balerinas, zapatos planos sin tacón. El icono de la moda de comienzos del siglo XIX fue la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón.
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Autorretrato de Jaques-Louis David en 1794 |
En lo referente a la moda masculina, también se abandona la indumentaria típica rococó y del traje a la francesa formado por casaca, chupa y calzón se pasa a un atuendo más característico de las clases más bajas, el denominado traje burgués. La chaqueta se vuelve más sencilla y ceñida, al igual que los pantalones, que se remeten por dentro de las botas. Los tejidos son de algodón, lana y percal siempre en colores oscuros. Se abandonan las pelucas y el sombrero de dos picos o bicornio sustituye al tricornio. Desde Inglaterra se pone de moda el uso del sombrero de copa, y los adornos se limitan a pequeños broches, hebillas de cinturón y de zapatos. Un sencillo pañuelo en el cuello solía rematar el atuendo masculino de la época.
Para saber más
Hay dos adaptaciones cinematográficas de las novelas de Jane Austen que son una delicia para conocer la sociedad de las primeras décadas del siglo XIX. Con una ambientación muy acertada, Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad son dos películas imprescindibles para hacerte una mejor idea de cómo vestían durante esos años.
Traíler de Orgullo y Prejuicio
Vídeo de EBD05 alojado en Youtube
Importante
La moda en el Neoclásico opta por prendas ligeras, cómodas y baratas inspiradas en la ropa de las clases más bajas de la sociedad. El estilo de transición es el denominado Estilo Directorio, que se caracteriza por el uso de tejidos ligeros de algodón y vestidos sencillos inspirados en los griegos. Tras la coronación de Napoleón como emperador surge el Estilo Imperio, con su famoso vestido imperio o chemise, largo, entallado y con escote recto. Sobre el chemise las mujeres se cubrían con un chal o con la chaqueta Spencer. El traje de los hombres también se simplifica, apareciendo el traje burgués de chaqueta y pantalón de algodón, lana o percal. El bicornio y el sombrero de copa sustituirán al tricornio, al cuello se atará un sencillo pañuelo y se abandonan las pelucas.