Las semillas de la discordia. La llegada de alimentos transgénicos produce una inquietud no siempre justificada

JOSE LUIS DE LA SERNA

El Mundo – Salud Diciembre de 1996

Greenpeace está decidida a armar ruido cada vez que haya que hablar de alimentos transgénicos. Varios de los miembros de la organización ecologista más famosa del mundo se las tuvieron que ver con la Policía en Barcelona hace pocas semanas a propósito de la llegada de un mercante con soja genéticamente manipulada que pretendía descargar en el puerto de la Ciudad Condal su contenido. La soja tiene muy mala fama en la capital catalana pero no por culpa de los genes que los científicos le hayan podido transferir a la planta. La semilla está acusada, con razón, de provocar, cuando se descarga sin el cuidado necesario, un aumento muy importante de los ataques de asma entre los barceloneses. La asociación entre una concentración elevada de polvo de cáscara de soja en el aire y un incremento del número de ingresos por broncoespasmo severo está demostrada y publicada en las mejores revistas médicas.

Sin embargo, el que la soja transgénica que llegó hace días a España pueda ser peligrosa para la salud, por otros motivos que los de la alergia que provoca su cáscara cuando se descarga en el puerto, es algo muy distinto pero que comienza a preocupar a mucha gente. A este tipo de soja se le acusa de que su patrimonio genético, modificado recientemente por los especialistas, no es seguro para la salud humana. Una acusación lanzada al aire pero sin una base científica sólida que la pueda probar.

Es la mala prensa que tiene en general todo alimento que en vez de modificar sus genes con el paso del tiempo, como todos lo hacen, han recibido en su genoma unos segmentos de DNA de más, pero esta entrega se ha hecho en el laboratorio y en tan sólo unos días.

Además, la soja no es la única semilla en la polémica. Detrás vendrá el maíz. Y detrás del maíz, el tomate, los melones, las manzanas, el brócoli y el café y sin duda otros productos más.

Los expertos predicen que para el año 2005, el 25% de la producción agrícola en Europa lo será de productos genéticamente modificados. Habrá patatas con genes nuevos que impedirán al tubérculo absorber la mayoría del aceite en que se fríe, con lo que disminuirán las calorías que tiene una ración de "papas" fritas. Habrá frambuesas que resistirán a las heladas y que se cultivarán en países que nunca pensaron en hacerlo. Habrá, posiblemente, plátanos transgénicos capaces de albergar en su interior vacunas. Habrá campos de un trigo especial, transgénico, que producirá la mejor de las posibles harinas para fabricar pan.

La bioctecnología de la alimentación será entre otras cosas, según sus defensores, una ayuda para los países en vías de desarrollo, que podrán resolver más fácilmente la mayoría de los problemas que tienen actualmente para cultivar determinados alimentos. Pero la bioctecnología de la alimentación es, según sus detractores, un riesgo potencial para la salud de consecuencias todavía imprevisibles.

De hecho, muchos ecologistas aseguran que las plantas transgénicas pueden ser responsables de la aparición de alergias insospechadas. Se ha acusado también a la manipulación genética de semillas de elevar el riesgo de creación de resistencias antibióticas en muchos microorganismos. De este modo, podrían surgir bacterias potencialmente peligrosas para el hombre.

Verdades matizables

Hay algo de verdad en ambas acusaciones pero las dos deben, sin embargo, matizarse en base a los datos científicamente comprobados. Es verdad que hay que tener en cuenta la posibilidad de elevar la incidencia de alergia alimenticia si se utilizan en alimentos muy comunes genes de otro tipo de plantas.

Hace sólo unos meses se publicó en el New England Journal of Medicine un trabajo de la Universidad de Nebraska que probaba que cierta soja manipulada con genes de la nuez del Brasil, podía generar reacciones alérgicas en personas sensibles a este tipo de nuez, pero inconscientes de que esa planta fuera capaz de provocar problemas. Los genes de la nuez brasileña mejoraban la capacidad nutritiva de la soja al proporcionar a ésta una mayor concentración de un aminoácido, la metionina. No obstante, los genes transferidos eran también los responsables de crisis de alergia insospechada. Los investigadores provocaron reacciones positivas a la soja transgénica a una serie de personas alérgicas a las nueces del Brasil. Las pruebas realizadas en los mismos pacientes usando soja normal fueron totalmente negativas. Esta investigación hizo que el producto analizado no llegara nunca a ponerse a la venta en el mercado.

Otra de las acusaciones, sin mucho fundamento, que se vierten contra los alimentos genéticamente manipulados es la de su potencial para seleccionar microorganismos_ resistentes a ciertos antibióticos. La primera de las fases de manipulación de genes en casi todas las experiencias de creación de plantas transgénicas involucra el uso de segmentos de DNA resistentes a dos tipos de antibióticos: la kanamicina y la neomicina. Estos genes se utilizan como marcadores para seleccionar ciertas semillas y son genes que después de la primera fase no tienen transcendencia alguna en el resto del experimento.

Pero, sin embargo, los genes resistentes a antibióticos se quedan en la planta transgénica. Según los temerosos, este DNA puede pasar del tubo digestivo a los microorganismos que existen en la flora intestinal.

Puesto que ciertas bacterias del intestino son peligrosas si pasan a la sangre, si esto ocurriera esos gérmenes patógenos serían insensibles a la kanamicina y a la neomicina.

Las dos acusaciones vertidas contra los alimentos transgénicos: su capacidad alergénica y su potencial creación de resistencias a antibióticos han sido matizadas por los científicos. Marion Nestle, un experto de la Universidad de Nueva York, manifestó en el New England Journal of Medicine que el peligro alérgico de la soja y de otros alimentos transgénicos puede ser mitigado de dos formas. La primera es obviando el uso en productos transgénicos de DNA de los alimentos que más frecuentemente producen reacciones. Si se evita genes de pescado, cacahuete, leche, huevos, crustáceos, trigo y nueces se evitará también la mayor parte de los sustos insospechados -incluso para los alérgicos más concienciados pero que usen alimentos creados mediante bioctecnología-.

En el caso de que no hubiera más remedio que utilizar genes que expresaran proteínas de pescado o de huevo, por ejemplo, el envase del alimento transgénico debería llevar una indicación clara y detallada de la existencia de este tipo de manipulación. De esta forma, las personas alérgicas a ciertos productos sabrían que lo que van a consumir puede ser peligroso.

El segundo "pecado" de la soja transgénica, la capacidad de generar bacterias resistentes a la kanamicina y a la neomicina, es mucho más difícil de probar. En primer lugar, nunca se ha demostrado que un gen consumido por boca haya sido trasmitido a una bacteria del intestino. Los investigadores dudan de que esta posibilidad llegue a ser realidad alguna vez, ya que existen muchos condicionantes biológicos que la hacen ciertamente improbable.

Además, en el hipotético caso de que se trasmitiera este tipo de resistencia a una bacteria peligrosa para el hombre habría que tener en cuenta que tanto la kanamicina como la neomicina -los antibióticos usados en investigación transgénica- son tóxicos para el hombre y raramente usados en la clínica humana.

Evaluados oficialmente

En cualquier caso, cuando la protesta ecologista contra los alimentos transgénicos pierde la razón es cuando afirma que su puesta en el mercado no ha sido lo suficientemente evaluada por los organismos sanitarios internacionales. La FAO, la OMS y la FDA vienen evaluando los alimentos transgénicos desde 1990. Son seis años de reuniones y de informes donde se ha evaluado con rigor los pros y los contras de la alimentación transgénica. Si se consultan las bases de datos pertinentes se encuentran multitud de informes en los que se aborda con mucha seriedad cada uno de los riesgos potenciales que la manipulación del material genético de plantas puede tener para el ser humano. Tanto la soja transgénica como el maíz de estas características y el tomate que aguanta en la nevera mucho tiempo -el primer alimento transgénico que se puso a la venta en EEUU- han sido evaluadas hasta la saciedad por comités de expertos de la FDA antes de obtener el permiso. Todos los productos lo han obtenido y por eso están en el mercado al otro lado del Atlántico.