Primeras civilizaciones

La otra ocupación que ha compartido con la astronomía el privilegio de ser una profesión de las clases superiores ha sido la de la medicina. Pero aquí, aunque su prestigio fuera seguramente muy grande, el éxito real, debido a la esencial complicación de los sistemas vivos, fue necesariamente menor. De hecho, no había nada que un médico de aquel tiempo pudiera hacer, salvo curar algunas heridas corrientes, como dislocaciones y fracturas, e intentar evitar que el paciente se matara a sí mismo o lo mataran sus familiares con un tratamiento o una dieta inadecuados.

Los médicos podían tener éxito, con todo, en el diagnóstico. En la ciudad se les presentaba un número de casos lo bastante elevado como para permitir la comparación; esas comparaciones, ampliadas por la conversación científica y codificadas por la tradición, son en sí mismas un principio de ciencia. Los médicos, mucho antes de ponerse a escribir, transmitieron sus tradiciones oralmente, al principio en cerrados clanes que más tarde se ampliaron por la enseñanza y la adopción. De la descripción, a veces escrita, de las enfermedades - de lo que tenemos ejemplos extraordinariamente interesantes en los primeros papiros egipcios - nacieron ciencias como la anatomía y la fisiología.

El diagnóstico fue especialmente importante en los tiempos primitivos debido a que las leyes, al menos las babilónicas, disponían que el médico que se equivocaba no sólo podía ser perseguido judicialmente sino que incluso podía llegar a perder un ojo si por error lesionaba el de su paciente. No puede sorprender, por lo tanto, que muchas de las descripciones de casos que se encuentran en los papiros egipcios finalicen con las palabras "el caso no puede ser tratado".

La medicina oficial clasificó las plantas y sustancias minerales, cuyo conocimiento proviene tradicionalmente de los hechiceros y brujas de las culturas primitivas. Algunas de ellas habían sido seleccionadas por su manifiesta acción purgante o emética; otras, porque de un modo más bien oscuro parecían beneficiosas para algunas enfermedades, ocurriendo algo parecido al hallazgo de la quinina por los indios sudamericanos para combatir la malaria; en la mayoría de los casos, sin embargo, se trataba probablemente de magia pura, basada en semejanzas como de la mandrágora con el cuerpo humano o las hepáticas con el hígado. Los médicos de la ciudad, con todo, podían recurrir a una región mucho mayor para recoger sus drogas y organizar su producción. Ésta es, más que la agricultura, la fuente de la que surgió la ciencia de la botánica, así como los primeros jardines de plantas o botánicos.