Verduras preventivas. Las coles de Bruselas y el brécol podrían proteger contra el cáncer

GAIL VINES. New Scientist/El Mundo Enero de 1997

Los científicos han descubierto que las coles de Bruselas y el brécol, además de su alto poder nutritivo, poseen ciertos compuestos que podrían servir de protección contra el cáncer.

Si a los pavos no les apetece ser parte del banquete navideño, tampoco a las coles de Bruselas. La función de su sabor, ligeramente amargo y sulfuroso, no es otra que disuadir a los posibles comensales. Es una especie de guerra química que libran las verduras.

No obstante, el mayor de los misterios es que ese sabor amargo no resulta tóxico para los humanos, sino que, de hecho, es lo más apropiado para nuestra dieta.

No es un secreto que las coles de Bruselas y sus parientes cercanos se encuentran entre las hortalizas más nutritivas debido a su alto contenido en minerales, fibra, proteínas, caroteno y vitamina C. Pero lo que sí es un descubrimiento es que éstas y otras verduras, así como muchas frutas, contienen toda una serie de compuestos no nutritivos que, al parecer, sirven de protección contra distintos tipos de cáncer, como el de mama, el de pulmón y el de colon.

Es posible que dentro de unos cuantos años encontremos distintas variedades de coles de Bruselas y de brécol con una publicidad que resalte su alto contenido en compuestos beneficiosos para la salud. Los expertos en ingeniería genética quizá consigan, incluso, introducir los genes de estos compuestos que nos protegen contra el cáncer en otros tipos de verduras. Las coles de Bruselas ocuparán un lugar prominente entre los alimentos que están cambiando nuestra idea de alimentación sana.

Los efectos beneficiosos parecen radicar en los centenares de compuestos secundarios que no cumplen un papel fundamental en el metabolismo primario de las hortalizas. Muchos compuestos secundarios son tóxicos y forman parte del sistema de defensa de estas plantas contra los herbívoros voraces. Las coles de Bruselas y el brécol presentan un alto contenido de una variedad de compuestos secundarios llamados glucosinolatos.

Ian Johnson y sus colegas, del Instituto de Investigación sobre Alimentos de Norwich, han descubierto que un glucosilonato llamado sinigrin, que se encuentra en altos niveles en las coles de Bruselas, inhibe el desarrollo de las células precancerosas. Estas células, que por alguna razón han quedado dañadas, a la larga, podrían llegar a formar tumores malignos. Johnson quiso comprobar si administrar una dosis de sinigrin a ratas de laboratorio podría protegerlas contra el cáncer de colon. Tras seis semanas de administrarles sólo una dosis de sinigrin descubrió que un gran número de células precancerosas había sido destruida. "Es todo un hallazgo el que un compuesto de la dieta tenga este efecto en los intestinos", afirma este investigador.

Por lo visto, la sustancia protectora es un derivado del sinigrin llamado alyl isotiocianato. Es una molécula volátil, en gran parte responsable del olor y el sabor peculiar de las coles de Bruselas. Johnson y su equipo han descubierto que el alyl isotiocianato puede provocar el suicidio de células intestinales precancerosas, proceso natural llamado apoptosis. El efecto de este compuesto es tan fuerte que estos investigadores sospechan que, incluso, la ingestión ocasional de coles de Bruselas puede eliminar posibles células cancerosas en el colon.

Sin embargo, la historia toma un giro inesperado. Algunas variedades de coles de Bruselas contienen mucho más sinigrin que otras, y a mayor contenido de esta sustancia, más amargo es su sabor. Aún así, los supermercados ofrecen coles de Bruselas con un sabor cada vez más suave.

Aquí se presenta un dilema. Si se intenta conseguir coles de Bruselas con bajo contenido en sinigrin para que gusten, se corre el riesgo de reducir sus efectos beneficiosos, a la vez que aumenta la vulnerabilidad de la verdura a ciertas plagas. Por otro lado, existe también un límite en el contenido de sinigrin: si la concentración de este compuesto es superior a los 200 mg por cada 100 gramos de hortaliza, las coles resultarán tan amargas que nadie será capaz de comerlas. "Trabajamos con los agricultores para obtener la combinación óptima de estos tres factores, efectos beneficiosos, sabor y resistencia a las plagas", dice Johnson.

Pero, ¿por qué simplemente no tomamos comprimidos de sinigrin? Aunque Ian Johnson no descarta esta idea, él sospecha que sus efectos no serían tan positivos como ingerir la verdura misma. "La mezcla de los compuestos que se encuentran en las distinta verduras es quizá lo que tiene un efecto beneficioso".

Gary Williamson, también del Instituto de Investigación sobre Alimentos de Norwich, le está pisando los talones a otro glucosinolato: el glucorafanina que se encuentra en grandes cantidades en el brécol. Se descompone en un isotiocianato llamado sulforofane, compuesto que tiene un potente efecto contra el cáncer. Pero a diferencia del sinigrin, actúa bloqueando el desarrollo del cáncer en lugar de inhibirlo, es decir, neutraliza o impide la formación de las sustancias que causan el cáncer, de modo que no se producen daños celulares.

Resultados

La investigación sobre el sulforofane continúa, aunque los resultados obtenidos hasta la fecha son sorprendentes. Al añadir el compuesto a cultivos de células humanas se estimula la producción de unas enzimas hepáticas que destruyen sustancias carcinógenas. Si se administra a animales de laboratorio se impide el desarrollo de tumores malignos en el hígado y el colon. Al parecer, el sulfurofane combate el cáncer estimulando las enzimas de fase II, que forman parte del sistema de desintoxicación del organismo.

¿Comer brécol y coles es, por tanto, la solución? Al igual que Ian Johnson, el científico Williamson hace hincapié en que la clave está en la variedad de la alimentación. "No creo que exista un compuesto mágico. El simple hecho de aumentar la ingestión de glucosinolatos no será la panacea contra el cáncer", afirma Williamson.

El siguiente paso es el que están dando algunos genetistas que intentan mejorar el sabor de las variantes comerciales del brécol, pero con un alto contenido en glucosinolatos. Al parecer, puede que en cuatro o cinco años se disponga de un nuevo brécol con efectos beneficiosos para la salud. Otro de los objetivos es introducir los genes que emplea el brécol para su producción de glucosinolatos en otras verduras.