2.3. Los nacionalismos. Alemania e Italia

Mapa original de la Europa 1791 Mapa de Europa de 1890+
Mapa original de la Europa 1791.
Imagen en Wikipedia. Dominio Público
Mapa de Europa de 1890.
Imagen en Wikipedia. Dominio Público

Basta observar un mapa de Europa en 1770 y otro de finales del siglo XIX para darse cuenta de los cambios que el nacionalismo introdujo en el mapa europeo. Veremos que los cambios no sólo afectaron al siglo XIX, sino a buena parte del siglo XX:

Los nacionalismos—pues no hay un único nacionalismo—son en buena medida los responsables de los cambios en las fronteras europeas.

Si nos preguntamos por el origen del nacionalismo quizás podamos remontarnos al final del Medievo cuando la única institución universal, que había configurado la realidad europea, entró en una profunda crisis y acabó rompiéndose. En efecto, la Iglesia—que garantizaba el mismo suelo para todos los europeos—se fragmentó en buena medida a causa del nacionalismo, fundamentalmente el alemán, que encontró en Lutero una bandera en torno a la cual unirse. Además, los reyes (España, Francia, Inglaterra) tendieron a extender su poder a la nación. La Revolución Francesa (1789) contribuyó decisivamente a desencadenar el nacionalismo en Europa, pues la defensa de la Revolución se hizo en nombre de la nación francesa: la fidelidad ya no era a una casa (los borbones), sino a la nación. Las invasiones napoleónicas contribuyeron, sin duda, a extender las ideas del nacionalismo, pero lo hicieron, paradójicamente, por dos vías contradictorias:

 

  • extendiendo las ideas revolucionarias (entre ellas, el nacionalismo, la afirmación de la identidad nacional) y
  • haciendo surgir resistencias nacionales a los intentos franceses de crear un Imperio.

 

La Polonesa Heorica. Chopin por el gran Rubinstein.
Vídeo subido a Youtube por Gonzalo666

Tras las guerras napoleónicas el Congreso de Viena impuso un sistema difícilmente sostenible, ya que suponía la vuelta al pasado. Además, la mecha nacionalista había prendido, especialmente en Alemania en el entorno universitario (Fichte, Herder) donde se desarrollaron profusamente las ideas del nacionalismo: desde el estudio del folklore (volk es pueblo) a las reflexiones sobre la nación-pueblo en política, propiciadas por la fragmentación alemana (que nunca había sido una nación, sino un conglomerado de principados unidos lingüísticamente. Años más tarde Thomas Mann diría que Alemania estaba donde se encontraba él, refiriéndose a la lengua alemana, claro. De hecho, el cosmopolitismo no era una idea antinacional). Así, pues, el movimiento romántico, con la reivindicación del sentimiento y del pasado, tuvo una influencia decisiva en el surgimiento y fortalecimiento del nacionalismo. Un botón de muestra: cuando el compositor polaco Chopin, instalado el París, interpretó su polonesa opus 53 (Heroica) los asistentes, en buena parte oficiales polacos, se levantaron de sus asientos gritando: “¡Mientras esta música suene en nuestros corazones la nación polaca no desaparecerá!”. Cabe recordar, de paso, los Discursos a la nación alemana, de Fichte, que contribuyeron a exaltar el sentimiento de alemanidad no ajeno a la partición de Polonia… A todo esto se debe sumar, como se ha indicado al inicio del párrafo, el caos en las fronteras provocado por las decisiones del Congreso de Viena.

 

El movimiento nacionalista tomaría dos direcciones: una disgregadora y otra unificadora. En el primer caso encontramos al Imperio Austro-Húngaro, un verdadero cúmulo de diferentes nacionalidades: húngaras, checas, polacas, alemanas, serbios, rumanos, italianos, croatas, eslovenos, eslovacos… sin olvidar la importante presencia judía. Las tensiones se irán traduciendo en una serie de conflictos, en buena medida revolucionarios, muchos de ellos promovidos por las sociedades secretas (no sólo italianas y alemanas), que acabarán generando nuevos países. Debe tenerse presentes que, frente al Imperio, el nacionalismo tenía tintes liberales. Encontramos, además, la disgregación del Imperio Turco, la Sublime Puerta, no sólo por intereses nacionales, sino también coloniales. Bajo la bota turca había europeos (griegos, serbios, rumanos y búlgaros) que, además, profesaban el cristianismo (en contraste con las prácticas mahometanas de turcos y albaneses). Los románticos (Byron) tomarán parte en los procesos de independencia de los estados europeos. Fue en Turquía donde el nacionalismo comenzó a mostrar su faz verdaderamente siniestra: el genocidio armenio (por otra parte, la Sublime Puerta tenía sometidas a numerosas etnias, por llamarlas así, del Próximo Oriente, que se irán separando de Turquía en buena parte por las ambiciones coloniales rusas e inglesas).  Por otra parte, como nacionalismo disgregador puede mencionarse el de las naciones que estaban sometidas a otras: Irlanda (Gran Bretaña), Noruega (Suecia), Finlandia, Estonia, Polonia… (Rusia) y algunas otras regiones alemanas sometidas a Dinamarca. En segundo lugar, el nacionalismo unificador con Alemania e Italia. Tanto las transformaciones económicas como las sociales, religiosas y culturales contribuyeron a que las diversas naciones fueran tomando cuerpo político con el paso del tiempo. Posiblemente, hasta la etapa revolucionaria de 1848 el nacionalismo tiene tintes revolucionarios, pero desde 1850 el nacionalismo comienza a lograr sus objetivos y tiende a cambiar en función de las naciones: en algunas tenderá a transformarse en un movimiento conservador, pero en otros mantendrá su carácter de rechazo del poder constituido. De hecho, el nacionalismo europeo parece conservar ambos vectores de fuerza.

 

Sin embargo, el caso alemán y el italiano fueron decisivos para el desarrollo de Europa en el siglo XX (baste con mencionar que esos dos países conocieron sistemas fascistas en los que el concepto de nación o patria desempeñó un papel decisivo).

Unificación de Italia
 Proceso de unificación italiana.
Imagen de Artemka -en Wikipedia. Licencia CC BY-SA 3.0

 

Vamos a simplificar un poco: en Italia, que no sólo estaba divida en diferentes estados, sino que se encontraba también sometida a la intervención de potencias extranjeras (Austria y Francia) el nacionalismo y la unificación aparecen asociados a los movimientos liberales revolucionarios impulsados por la burguesía. Ciertamente, la ideología de fondo conocía matices (no es lo mismo Garibaldi que Cavour o Manzzini que Gioberti), pero en última instancia los objetivos principales eran casi idénticos, de forma que no fue difícil agrupar a la nación italiana en torno a la figura de Víctor Manuel II (en buena medida por la política realista de Cavour: la expulsión de los austríacos era necesaria para conseguir la unificación). Ciertamente, hubo resistencias: los Estados Pontificios (garantizados militarmente por la Francia del Segundo Imperio) y Nápoles, en el que no habían triunfado las revoluciones. El romanticismo desempeñará aquí su papel: Garibaldi y sus camisas rojas que recuerdan, tristemente, a otras camisas de color menos vivo. Inteligentemente, Cavour usará a Francia para expulsar a los austríacos; hará que su rival, Garibaldi, se encargue de reducir la resistencia de Nápoles y, por fin, la crisis del Segundo Imperio permitirá que los nacionalistas ocupen e integren los Estados Pontificios, que existían al menos desde el siglo VIII, en la Italia reunificada—sin que nadie sepa con exactitud qué significa el prefijo “re” en este contexto, pues Italia nunca había sido una nación. En 1870 el proceso (nunca finalizado: Triestre) quedó cerrado: había nacido una nueva nación.

El caso alemán es distinto, quizás más claro, pero no menos complicado. Alemania se encontraba dividida en reinos, principados, territorios sometidos a Austria y algunas ciudades libres. Las invasiones napoleónicas, como se ha dicho más arriba, habían exaltado el sentimiento nacional alemán (recuérdese, por ejemplo, a Beethoven y su Heroica); en las universidades el nacionalismo había ido tomando auge a la vez que se creaban sociedades secretas cuya finalidad era la unificación alemana. En realidad, Alemania nunca había existido como nación, sino como un conjunto de territorios (designados habitualmente como el Sacro Imperio Romano-Germánico) cuyo nexo fundamental había sido la lengua.

 

Hasta 1848 el proceso de unificación alemán se desarrolla en segundo plano, por así decir, al compás de los grandes cambios económicos, demográficos y sociales experimentados por los diversos estados alemanes. De hecho, en las revoluciones de 1830 el nacionalismo desempeñó un papel importante. Por otra parte, el Estado que será el eje de la unificación, Prusia, aceleró sus cambios e incluso políticamente sobrepasó el peso austríaco, pues la burguesía prusiana y los junkers (la nobleza terrateniente prusiana con marcado carácter militar) favorecieron la unificación (lógicamente, el luteranismo fue un ingrediente importante frente al catolicismo austríaco). De hecho, la Unión Aduanera  (Zollverein: 1828) se hizo en torno a Prusia, que pasó a ser el reino dominante entre los estados alemanes; esa Unión dio preponderancia política a Prusia, que tomó como bandera la unificación de todos los alemanes (reivindicaciones sobre territorios polacos y franceses). La Revolución de 1848 aceleró el proceso llegando incluso a elegirse un parlamento (de tendencia liberal y democrática, pero que en la práctica fue inoperante). Dos tendencias aparecieron entonces:

 

  • Unión en torno a Austria (la “Gran Alemania”) con la que se compartía la lengua.
  • Unión en torno a Prusia (la “Pequeña Alemania”) excluyendo a Austria.
Imperio alemán
 El Imperio alemán de 1871.
Imagen de Wikipedian Wikipedia. Licencia CC BY-SA 4.0

Lógicamente, de algunos esperaban un Estado liberal y democrático, mientras que otros parecían preferir una Alemania autocrática. Los conatos revolucionarios que siguieron a 1848 hicieron tambalearse la unidad, pero la Unión Aduanera, consumada en mitad de siglo, había promovido un fuerte auge económico y un aumento del bienestar (con los consiguientes problemas sociales: tentativas proletarias de conseguir mejoras), algo que Guillermo I, prusiano, supo aprovechar. Nombrado Otto von Bismarck canciller, el objetivo de Prusia será desde 1861 conseguir la unificación alemana y un Estado fuerte. Bismarck, con gran olfato político, dará una serie de pasos, que podemos resumir de la siguiente manera:

 

  • Exclusión de la católica Austria del proceso de unificación. a Kulturkampf forma parte de esta idea: la Iglesia Católica representaba uno de los enemigos por el luteranismo de la mayor parte de los principados alemanes.
  • La consecución de un ejército fuerte y moderno (objetivo logrado a la vista de la guerra franco-prusiana de 1870).
  • La constitución de un gobierno fuerte en el que quedasen integrados los movimientos liberales, pero bajo el liderazgo de Guillermo I.
  • Una acción diplomática eficaz para conseguir la neutralidad inglesa, francesa y rusa.

El proceso será imparable y se realizará en una serie de acciones militares, guerras, que finalmente llevarán a la consolidación de la unidad alemana. Bismarck demostró una clarividente voluntad política: aliado con Austria consigue la derrota de Dinamarca y, así, incorporar los ducados de Shleswig-Holstein. Posteriormente, declara la guerra a Austria aliándose con los italianos, empeñados en expulsar a los austríacos de su territorio. La batalla de Sadowa puso fin a una contienda que apenas duró más de un mes. Si había conseguido la neutralidad de Inglaterra, Francia y Rusia, en 1870 Bismarck conseguirá la neutralidad inglesa (comunicación a los ingleses de las pretensiones francesas sobre Bélgica) y, aprovechando la ocasión de la sucesión española, iniciará una guerra con Francia, que desata la euforia nacional. La batalla de Gravelotte, pero sobre todo la de Sedán, fueron una auténtica debacle para los franceses (fin del Segundo Imperio y anexión de Alsacia y Lorena) y llevó a Alemania, liderada por Prusia, a la cabeza de los estados europeos. Aprovechando este clima eufórico, Guillermo I fue proclamado en 1871 Káiser de Alemania. Es el II Reich Alemán. La Primera Gran Guerra nos aparece—visto el proceso desde hoy—muy cercana en el horizonte.

 

Curiosidad

Los límites de los países europeos, esto es, su organización político - geográfica, ha ido variando a lo largo de la historia de una forma constante y notable. De hecho, nosotros mismos, nuestra generación ha visto, y seguirá viendo, como el mapa europeo sigue viviendo cambios.

En el siguiente vídeo puedes ver cómo han sido estos cambios desde mediados de la Edad Media. Fíjate en lo importantes que son los cambios en los años del surgiminento del nacionalismo como ideología, allá por mediados del siglo XIX.

Los nacionalismos europeos en el tiempo.
Vídeo de Libertad & memes, alojado en Youtube

Importante

  • Los nacionalismos son los responsables del cambio del mapa europeo
  • La Revolución Francesa y las invasiones napoleónicas impulsan estos movimientos nacionalistas.
  • El movimiento romántico, con la reivindicación del sentimiento y del pasado, tuvo una influencia decisiva en el surgimiento y fortalecimiento del nacionalismo.
  • Hay dos tipos de nacionalismo: disgregador (Imperio austro-húngaro) y unificador (Alemania e Italia)
  • Italia estaba dividida en estados y disputada por Austria y Francia. La nación italiano se agrupa entorno a la figura de Víctor Manuel II.
  • En 1870 nace la nueva nación italiana.
  • Alemania estaba dividida en reinos,principados, ciudades libres... El eje de la unificación será Prusia.
  • La revolución de 1848 aceleró los acontecimientos.
  • Surgen dos tendencias pero no es hasta el nombramiento de Bismarck como canciller cuando el proceso se vuelve imparable.
  • En 1871 Alemania se ha convertido en una nación.

Pregunta Verdadero-Falso

Indica si las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o falsas (F)

Pregunta 1

La Revolución Francesa fue una de los movimientos que impulsó los nacionalismos.

Pregunta 2

El nacionalismo disgregador tiene como ejemplo principal a Alemania.

Pregunta 3

En Italia la figura fundamental y eje del proceso fue Garibaldi. 

Pregunta 4

En Alemania el eje del proceso fue Bismarck.