3.1. La arquitectura en hierro
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Puente de Hierro de Shropshire. Inglaterra. 1775 Imagen Roantrum en Wikipedia. Lic. CC |
Si hay un elemento que ahora se usa en arquitectura y que está relacionado con la Revolución Industrial, este no es otro que el hierro, un material que se llevaba usando desde la antigüedad y que ahora se va a convertir en clave para un nuevo lenguaje que busca, por encima de todo, la funcionalidad.
Ahí está la clave de este nuevo lenguaje: la observación de la función por encima de la estética, algo que hasta entonces no era fundamental, pero que a partir de ahora es innegable.
En el desarrollo de esta arquitectura confluyen tres claves, algunas de las cuales ya hemos mencionado: por un lado la posibilidad del uso del hierro como estructura gracias a los nuevos inventos asociados a la revolución industrial, por otro, la funcionalidad de la que hablábamos y, por último, el deseo de los arquitectos y mecenas por mostrar avance, crecimiento y modernidad. Ahí debemos encuadrar el desarrollo de las Exposiciones Universales que, durante el siglo XIX, se convirtieron en el banco de pruebas de la arquitectura en hierro.
Los primeros intentos de usar el hierro más allá de la utilización de grapas o de pequeños elementos decorativas se produjeron con el neogótico, ya que la estilización que permitían los arcos y las columnas en hierro casaban a la perfección con el lenguaje vertical y apuntado del gótico.
Al hierro, en ocasiones su sumaba el uso del vidrio, lo que aligeraba sobremanera el peso de las estructuras. Esto permitió la construcción de grandes espacios completamente diáfanos y de una modernidad que impresionaba a todos los visitantes. Perfecto, por lo tanto, para albergar espacios de las exposiciones universales. El Crystal Palace de la Exposición de Londres de 1851, o la Galería de las Máquinas de la exposición universal de París de 1889, son dos magníficos ejemplos de ello, aunque desgraciadamente ninguno de los dos sigue en pie.
Pero el hierro también se usó en edificios, a priori, mucho más tradicionales, como en algunas bibliotecas en las que los arquitectos mezclan a la perfección el sentido estético con la funcionalidad que permite el hierro y que requiere el nuevo espacio. La Biblioteca de Nacional de París de Henri Labrouste es quizá el mejor ejemplo de ello.
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Galería de las máquinas. Exposición Universal de París Imagen en Wikipedia. Dominio público |
Interior de la Galería de las Máquinas. Imagen en Wikipedia. Dominio público |
BIBLIOTECA NACIONAL DE PARÍS. HENRI LABROUSTE
Los primeros pasos de la arquitectura en hierro en París los dará Henri Labrouste un magnífico arquitecto que será uno de los creadores pioneros capaces de mezclar en un mismo edificio la capacidad funcional de un ingeniero con la estética de un arquitecto.
El edificio que vemos es la Biblioteca Nacional de París, construida entre 1858 y 1868, es un espacio diáfano en el que lo importante no es ya el sentido estético, sino el funcional. La clave era generar un espacio diáfano, en el que la luz penetrara de forma cenital y con pocos elementos estructurales que impidieran la entrada de esa luz natural. Para eso, nada mejor que el hierro, que permitía estructuras más ligeras y, por lo tanto, más estilizadas.
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Sala Labrouste. Biblioteca nacional de Francia. imagen en Wikipedia. Dominio público |
Sala de lectura Labrouste. Actualidad. Imagen de GFReaihalter en Wikipedia. Lic. CC |
LA TORRE EIFFEL. GUSTAVE EIFEEL
Estamos ante edificios más imponentes y conocidos de toda la historia de la arquitectura y que seguro estabas deseando conocer: La Torre Eiffel.
El ingeniero Gustav Eiffel diseñó una construcción que fuera el santo y seña de la Exposición Universal de 1889, con la que se celebraba el primer centenario de la Revolución Francesa. Para ello diseña una torre de más de 300 metros de altura, construida completamente en hierro y cuyo sentido estético radicaba única y exclusivamente en la propia estructura de la torre.
La torre no tenía una función precisa más allá de convertirse en el foco principal de la exposición, en la demostración definitiva de hasta qué punto la técnica, los nuevos materiales y la ciencia habían avanzando tanto como para ser capaz de construir un edificio de más de 300 metros en apenas año y medio.
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Evolución constructiva de la Torre Eiffel. imagen de kuxu76 en Wikipedia. Lic. GNU |

Importante
El hierro es el material básico de la transformación técnica y estética de la arquitectura contemporánea. Marca su inicio. Su uso permite abaratar costes, construcciones más ligeras y dinámicas; pero sobre todo, el hierro llega de la mano de un cambio de foco: la función comienza a ponerse por delante de lo estético. El hierro permite espacios más diáfanos (las cubiertas, sean cúpulas o techos planos ya no necesitan pesados muros de carga o potentes columnas puesto que su peso se ha aligerado hasta límites insospechados y abiertos, y además es perfecto, por sus reducidos costes y su maleabilidad, para obra pública, sobre todo obra de ingeniería.
Dos de los arquitectos (aunque el segundo es un ingeniero civil) serán Henri Labrouste y Gustave Eiffel. El primero, entre otras cosas, diseñó la sala de lectura de las Biblioteca Nacional de París, el segundo, dio pie a una de las torres más icónicas y famosas del mundo: la Torre Eiffel.

Curiosidad
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Caricatura Gustave Eiffel. Imagen en Wikipedia. Dominio público |
“Trágico farol”
“Esqueleto horroroso”
“Notre Dâme de la quincalla”
“Esqueleto desgarbado cuya base pretende ser un gran monumento al Cíclope”
“Fábrica de tuberías, cadáver a la espera de piedra que lo rellene”
Aunque te parezca sorprendente, esto es lo que opinaban algunos artistas parisinos a finales del XIX. La construcción de la Torre Eiffel como el monumento representativo de la Exposición Universal de París de 1889 fue fuertemente contestado por una parte no pequeña de la élite intelectual y artística del momento. Tanto, que apenas dos años antes, autores como Guy de Muapassant, Léon Bloy, Paul Verlain e incluso Charles Garnier, al que ya has conocido por ser el arquitecto de la Òpera de París, escribían un manifiesto queja que rezaba tal que así:
"Escritores, escultores, pintores y amantes apasionados de la belleza hasta en este momento intacta en París, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra indignación en nombre del gusto francés despreciado y en el nombre del arte y la historia francesa amenazados en contra de la erección en pleno corazón de nuestra capital de la inútil y monstruosa torre Eiffel. ¿Hasta en el momento que la ciudad de Paris se asociará a las barrocas y mercantiles imaginaciones de un constructor de máquina para deshonrarse y afearse inseparablemente? Pues la torre Eiffel, que ni siquiera la comercial América querría, es, no lo dudéis, la deshonra de Paris (…)".
La respuesta del ingeniero de Dijon no se hizo esperar, aunque lo cierto es que fue bastante más mesurada que los ataques que recibió:
Por el hecho de que nosotros seamos ingenieros, ¿creen ustedes que la belleza no nos preocupa en nuestras construcciones y que incluso al mismo tiempo que hacemos algo sólido y perdurable no nos esforzamos por hacerlo elegante? ¿Acaso las auténticas condiciones de la fuerza no son siempre compatibles con las condiciones secretas de la armonía?» Eiffel comparaba de buen gana su Torre con las pirámides de Egipto, que no eran más, a fin de cuentas, que «montículos artificiales», para afirmar que, pese a lo común de su carácter, es una construcción excepcional que «simboliza la fuerza y las dificultades superadas

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