3.1. El Barroco en España

 

Al igual que en el resto de Europa, el Barroco perdurará en España durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, si bien es cierto que en algunas zonas su desarrollo puede extenderse hasta casi la llegada del XIX. La monarquía hispánica era en esta época la gran defensora de los valores de la Reforma Católica y esto quedará reflejado en el arte, tanto en su temática como en el uso propagandístico que le fue asignado desde las altas instancias del poder político y eclesiástico.

El Barroco constituye la época predilecta de la cultura española. Ningún estilo arraiga tanto en el gusto de población como este. La evolución de las diferentes disciplinas artísticas del barroco español se podría resumir en:

ARQUITECTURA

La arquitectura barroca española será una mezcla de sobriedad y ornamentación. Se mantienen los esquemas fundamentales del edificio bajo renacentista, sin que aquí se llegue a modificar las plantas como ocurre en Italia, por lo que la distribución de espacios será bastante clásica. Sí será más novedosa la profusa decoración con la que ahora contarán los edificios. Los grandes centros regionales como Castilla, Andalucía, Levante o Galicia tendrán cada uno su propia idiosincracia arquitectónica, si bien es cierto que existirá cierta comunicación entre ellos. Los materiales utilizados suelen ser bastante pobres (salvo en Galicia) y por lo común se opta por una arquitectura de líneas rectas en la que los edificios más repetidos son las iglesias de nave única con numerosas capillas entre los cortafuertes. 

El establecimiento de la corte en Madrid supondrá el impulso necesario para acabar con la austeridad arquitectónica de finales del XVI y poder emprender nuevos proyectos. El principal responsable de ello será el arquitecto Juan Gómez Mora, quien combinaría obras de carácter herreriano con otras que ya se pueden considerar de un barroco equilibrado. De entre sus creaciones destaca sin duda la Plaza Mayor de Madrid (1617-1619), con la que crea un nuevo tipo arquitectónico de plaza cerrada, cuadrangular y rodeada de edificios porticados de la misma altura. Otras construcciones de las que Mora es responsable son el Ayuntamiento madrileño, la Cárcel de la Corte y, la Clerecía de Salamanca, seguramente la más barroca de sus construcciones.

 

La Plaza Mayor de Madrid, finalizada por Juan Gómez Mora en 1619, cuenta aún con claras reminiscencias herrerianas
Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago, muy vertical y con abundancia de decoración geométrica
La Plaza Mayor de Madrid, finalizada por Juan Gómez Mora en 1619, cuenta aún con claras reminiscencias herrerianas
Imagen en Wikimedia Commons de Sebastian Dubiel bajo CC
Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago, muy vertical y con abundancia de decoración geométrica
Imagen en Wikimedia Commons de Vasco Roxo bajo CC

 

Con la llegada de la segunda mitad del XVII la actividad arquitectónica se trasladó a otras regiones, desde donde resultaba menos traumático el abandono de la estética clasicista herreriana. La arquitectura gallega, por ejemplo, contará con unas peculiaridades muy interesantes que vienen bastante determinadas por el uso en sus edificaciones del granito, material cuya gran dureza limitaba mucho las posibilidades ornamentales, tendiéndose en esta zona por ello a una decoración basada en figuras geométricas. Son muy interesantes la configuración de las fachadas, por lo general monumentales y agitadas al mismo tiempo. Los mejores ejemplos los tenemos ya en el siglo XVIII en obras como la fachada de la Iglesia de Santa Clara de Santiago, de Simón Rodríguez, o, como no, en la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago, de Fernando Casas Novoa, posiblemente la obra cumbre de la arquitectura barroca española. 

Andalucía, por su parte, será otra zona que encuentre su propio lenguaje de la mano, sobre todo, de la pervivencia de cierta esencia mudéjar en las construcciones. Sevilla producirá los edificios más interesantes, principalmente gracias a los hermanos Figueroa. La decoración será muy abundante y se introducirá el ladrillo rojo. Ejemplo de todo esto serán edificaciones como el Palacio de San Telmo o la Iglesia de San Luis. Fuera de la capital hispalense también son muy destacables la Fachada de la Catedral de Granada construida por Alonso Cano o la labor de López Rojas en la Fachada de la Catedral de Jaén.

 

Alonso Cano introdujo muchos elementos barrocos en la reforma de la fachada de la Catedral de Granada
Abundante ornamentación y uso del ladrillo rojo, características del barroco sevillano que aparecen en este Palacio de San Telmo de Leonardo Figueroa. La portada, de estilo churrigueresco, sería terminada por el hijo y el nieto del autor en 1754
Alonso Cano introdujo muchos elementos barrocos en la reforma de la fachada de la Catedral de Granada
Imagen en Wikimedia Commons de Allie Caulfield bajo CC
Abundante ornamentación y uso del ladrillo rojo, características del barroco sevillano que aparecen en este Palacio de San Telmo de Leonardo Figueroa. La portada, de estilo churrigueresco, sería terminada por el hijo y el nieto del autor en 1754
Imagen en Wikimedia Commons de Anual bajo CC

 

Pese a todo lo visto, la plenitud arquitectónica barroca no llegará a España hasta que en la primera mitad del XVIII aparezca en Castilla el madrileño José de Churriguera y todo su círculo familiar, un genio que impondrá un estilo lleno de expresividad, vitalidad y libertad en el que la decoración será el principal protagonista de su arte. Un estilo éste que será denominado como churrigueresco y que los sucesores de José irán volviendo cada vez más recargado y retorcido. Como obra más significativa podemos nombrar a la Plaza Mayor de Salamanca. Junto a Churriguera, Pedro Ribera será el otro gran arquitecto del XVIII. Fue una persona de una enorme creatividad y sus obras cuentan un admirable sentido del espacio. Trabajó principalmente en Madrid y su elemento arquitectónico más característico fue el uso del baquetón, una especie de moldura cilíndrica bastante gruesa que se curva para ceñirse a puertas y ventanas. Sus obras más conocidas serían la Portada del Hospicio de San Fernando y el Puente de Toledo.

 

La Plaza Mayor de Salamanca, realizada por Alberto de Churriguera, es la más bella de las plazas mayores edificadas en nuestro país
La creatividad de Ribera se muestra en todo su esplendor en la Portada del Hospicio de San Fernando de Madrid
La Plaza Mayor de Salamanca, realizada por Alberto de Churriguera, es la más bella de las plazas mayores edificadas en nuestro país
Imagen en Wikimedia Commons de Eigines Werk bajo Dominio Público
La creatividad de Ribera se muestra en todo su esplendor en la Portada del Hospicio de San Fernando de Madrid
Imagen en Wikimedia Commons
de Stivi bajo CC

Importante

El barroco seguramente sea la época más brillante del arte español.

La arquitectura barroca española no es tan innovadora como la italiana. Por lo general, los esquemas de los edificios no se transforman y lo que sí puede ser novedoso es la abundante ornamentación con la que se decora. El acontecimiento que marque el inicio del barroco arquitectónico en nuestro país quizás sea la capitalidad de Madrid, sobre todo por la labor que allí realizó Gómez Mora.

Fuera de la capital, algunos centros regionales como Galicia o Andalucía destacaron por su originalidad. La arquitectura gallega se caracterizó por el uso del granito, la aplicación de motivos decorativos geométricos y la monumentalidad y dinamismo de sus fachadas. En Andalucía destacaba el toque mudéjar de sus edificaciones barrocas, sobre todo en Sevilla, el cual les otorgaba gran singularidad. Los hermanos Figueroa y Alonso Cano serán los arquitectos más importantes.

El barroco patrio no llegará a su plenitud hasta la aparición de los Churriguera en el siglo XVIII, una familia castellana de artistas que fue capaz de crear un estilo de gran vitalidad (conocido como churrigueresco) en el que la profusión decorativa será el elemento fundamental. Junto a ellos también sería muy importante en este siglo la figura de Pedro Ribera, hombre de gran sentido del espacio y creatividad.

ESCULTURA

La escultura barroca española parte de los presupuestos manieristas para poco ir iniciándose en la captación de lo natural e ir intensificando la carga emocional y el movimiento hasta llegar a lo propiamente barroco. Curiosamente, tanto en los retablos como en las figuras escultóricas, los ejemplos de escultura más barrocas de nuestro país se producirán a principios del siglo XVIII, un momento en el que la influencia francesa e italiana tenderá a suavizar las formas. No obstante, el siglo XVII, sin ser aún totalmente barroco, es considerado como el segundo siglo de oro de la escultura española.

El realismo será la característica más destacada de esta escultura y la temática será casi exclusivamente religiosa. La iglesia era casi el único cliente de los escultores barrocos y la elaboración de retablos y esculturas procesionales serán la constante en estos siglos. La madera fue el material por excelencia, la cual se policromaba posteriormente a su talla, algo que no ocurría en el resto de Europa y que otorgaba aún más realismo a las creaciones.

Se puede hablar claramente de la existencia de dos grandes escuelas escultóricas en la España barroca: la andaluza, contenida y sosegada aunque sin perder la carga espiritual, y la castellana, con un patetismo mucho más violento y emocional (a veces incluso rayando la fealdad). Esta diferenciación puede reafirmarse aún más observando la variedad de policromía que empleaban ambas escuelas. Si en Andalucía se prefería la elegancia del fondo de oro, en Castilla se optaba más por los colores desgarradores.

Dentro de Andalucía, Sevilla y Granada serán los centros más importantes gracias su situación económica de prosperidad. Juan Martínez Montañés (1568-1649) es la mayor figura de la época y ya era venerado por sus contemporáneos. Se formó en Granada pero pronto marchó a Sevilla. Sus obras son de un gran virtuosismo técnico y una mesura que, aunque cercana al clasicismo, siempre tiene al realismo como punto de referencia. Entre sus creaciones más sobresalientes están el Cristo de la Clemencia, prototipo del Cristo andaluz en la cruz, o la Inmaculada que hace para la catedral de Sevilla, una virgen joven y serena que reconforta al mirarla. En Granada, por su parte, el protagonista será Alonso Cano, un hombre de fuerte personalidad que también se dedicó a la arquitectura y pintura. Su obra es  más expresiva que la de Montañés y será de los pocos andaluces que no utilicen el oro. Como tallas más representativas podemos citar el Retablo de la Iglesia de Lebrija, donde realiza una Virgen madre de gran solemnidad, o la abstraída Inmaculada del Facistol, con la que crea un tipo diferente al de Montañés. Discípulo de Cano, aunque más realista y directo que su maestro, será Pedro de Mena, quien pese a ser andaluz estará muy influenciado por el dramatismo castellano, lo cual puede verse claramente en sus Dolorosas, Ecce Homos y Magdalenas.

 

El Cristo de la Clemencia o, también llamado, Cristo de los Cálices, obra del famoso escultor Juan Martínez Montañés
Es enorme la pena que transmite esta Magdalena Penitente de Pedro de Mena
El Cristo de la Clemencia o, también llamado, Cristo de los Cálices, obra del famoso escultor Juan Martínez Montañés
Imagen en Wikimedia Commons de Anual bajo CC

Es enorme la pena que transmite esta Magdalena Penitente de Pedro de Mena
Imagen en Wikimedia Commons de Nicolás Pérez bajo CC

 

En Castilla, el protagonista absoluto será Gregorio Fernández, gallego afincado en Valladolid cuya obra se caracteriza por un realismo patético que puede llegar incluso a lo desagradable para el espectador, aunque sin caer nunca en lo vulgar. Sus cristos yacentes (en especial el del Museo de Valladolid) fueron muy celebrados y repetidos, aunque tampoco se quedan atrás sus crucificados o sus Inmaculadas, a las que dota de un gran candor, como se ve en la de La Redondela, por ejemplo.

Un caso especial es el de Francisco Salzillo (1707-1783), un autor alejado de ambas escuelas que trabajó toda su vida en Murcia y cuyo arte estaba más al servicio del pueblo que de la iglesia. Prefiere los grupos escultóricos que las estatuas aisladas y su obra está muy influida por lo que pasa en Italia, ya que es hijo de un escultor napolitano, lo que puede observarse en el aire casi rococó que tienen sus obras. Entre sus creaciones podemos destacar La Oración del huerto o alguno de sus pesebres.

 

Inmaculada de la Redondela, de Gregorio Fernández
La Oración del Huerto seguramente sea la talla más conocida de Francisco de Salzillo
Inmaculada de la Redondela, de Gregorio Fernández
Imagen en Wikimedia Commons de Manuel Gómez bajo Dominio Público
La Oración del Huerto seguramente sea la talla más conocida de Francisco de Salzillo
Imagen en Wikimedia Commons de Gregorico bajo CC

Ejemplo o ejercicio resuelto

Observa estos dos ejemplos de la escultura barroca española:

Imagen en Wikimedia Commons de Anual bajo CC
Imagen en Wikimedia Commons de Luis Fernández García bajo CC
¿Podrías decirnos a qué escuela escultórica de nuestro país pertenecen cada una de estas dos esculturas? Razona tu respuesta.

Importante

La escultura española del barroco es una escultura en madera policromada que se caracteriza por el realismo físico y psicológico de sus obras y por la casi exclusiva temática religiosa de su producción. Rara vez se talla algo que no fuera un retablo o una escultura procesional. Dejando aparte la personal obra del murciano Salzillo, en nuestro país se puede hablar de la existencia de dos grandes escuelas escultóricas bien diferenciadas:

  • La escuela andaluza, más sosegada y contenida, con Martínez Montañés y Alonso Cano como autores más representativos.
  • La escuela castellana, mucho más emocional y dramática. Gregorio Fernández es su figura más destacada.

PINTURA

El barroco supone el culmen de la pintura española. También en esta disciplina triunfan el realismo y el patetismo. Se usan tipos naturales y se expresan las pasiones del alma aunque generalmente de forma sosegada. El punto de partida para pasar de la pintura renacentista a la barroca será el impacto que vive toda Europa con la aparición de Caravaggio y su Tenebrismo. Todos los autores y escuelas de nuestro país seguirán en mayor o menor medida las aportaciones de Caravaggio en el estudio de la luz. Además ahora se optará por una pintura por lo general de mayor intimidad que la anterior, temática normalmente religiosa y en la que se procura evitar cualquier asomo de sensualidad. Se puede hablar de la existencia de tres escuelas diferentes:

  • Escuela andaluza

Los autores más importantes trabajan principalmente en Sevilla. Los precursores fueron gente como Roelas, Pacheco o Herrera el Viejo, pero las figuras decisivas serán Zurbarán, Murillo, Valdés Leal y Alonso Cano. Francisco de Zurbarán (1598-1664) era extremeño aunque pintó mucho en Sevilla. Puso su talento al servicio de la Contrarreforma y su obra se caracteriza por un peculiar tenebrismo en el que las figuras desprenden luz propia. Podemos destacar entre sus pinturas más importantes La exposición del cuerpo de San Buenaventura o San Hugo en el refrectorio.

El sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) por su parte, pertenece a una generación posterior a Zurbarán y su repertorio muestra una piedad mucho más amable, con atmósferas más cálidas y una sensibilidad  que quizás anticipe el Rococó. La mayoría de su pintura es religiosa aunque también cultiva la pintura de género. Sus Inmaculadas son conocidas en todo el mundo por su belleza y otras obras como Vieja espulgando a niño o La pequeña vendedora de fruta son de una calidad insuperable.

En cuanto a Valdés Leal (1622-1690), como la mayoría también se dedicó a la pintura religiosa pero su intención moralizante y aleccionadora otorgó a su pintura un dramatismo y una teatralidad mucho mayor que la de sus coetáneos. La serie de pinturas para el Hospital de la Caridad de Sevilla (In ictu oculi, Finis gloriae mundi) son una muestra del terror que pueden llegar a provocar sus creaciones.

Y por último tenemos a Alonso Cano, que aunque hemos visto que era granadino, se formó en el sevillano taller de Pacheco, donde coincidió un tiempo con Velázquez. Era un gran dibujante y otorgaba mucha importancia a la composición de sus obras. El milagro del pozo o La Virgen y el Niño son dos buenas muestras de su arte.

Exposición del cuerpo de San Buenaventura, pintado por Zurbarán en 1629
El milagro del Pozo, de Alonso Cano
Exposición del cuerpo de San Buenaventura, pintado por Zurbarán en 1629
Imagen en Wikimedia Commons de OldakQuill bajo Dominio Público
El milagro del Pozo, de Alonso Cano
Imagen en Wikimedia Commons de Lirocareto bajo Dominio Público
La terrible y moralizante obra de Valdés Leal in ictu oculi
Murillo pintó esta Inmaculada de los Venerables hacia 1678
La terrible y moralizante obra de Valdés Leal in ictu oculi
Imagen en Wikimedia Commons de Escarlati bajo Dominio Público
Murillo pintó esta Inmaculada de los Venerables hacia 1678
Imagen en Wikimedia Commons de FischX bajo Dominio Público
  • Escuela valenciana

Esta escuela está tremendamente influida por el Tenebrismo caravaggiesco. Las figuras más destacadas fueron Francisco de Ribalta, autor de una pintura naturalista muy personal y llena de claroscuro (Cristo abrazando a San Bernardo o San Lucas) y, sobre todo, José de Ribera (1591-1662), conocido como spagnoletto por su formación italiana. Su pintura une la emoción religiosa tan propia de España con el tenebrismo y y la gama de colores de moda en Italia. De esta mezcla surgirá un arte muy sombrío y dramático, como se puede ver en Niño cojo, El martirio de San Andrés o Arquímedes con el compás, quizás las obras más representativas de Ribera.

  • Escuela madrileña

A esta escuela  pertenecen los pintores adscritos a la Corte. Velázquez, al que dedicaremos en exclusiva el siguiente subapartado de este tema, lo eclipsa todo, por lo que simplemente nos limitaremos a citar a algunos otros pintores de cierto mérito que desarrollaron su carrera en la capital del reino, tales como Antonio de Pereda, los hermanos RizziJuan Carreño (La monstrua) o Claudio Coello (Carlos II adorando la Sagrada Forma).

San Lucas, de Ribalta
Tenebrismo, realismo y dramatismo en Arquímedes con el compás, de Ribera
La Monstrua desnuda, pintada por Juan Carreño en 1680
San Lucas, de Ribalta
Imagen en Wikimedia Commons de Enrique Cordero bajo Dominio Público
Tenebrismo, realismo y dramatismo en Arquímedes con el compás, de Ribera
Imagen en Wikimedia Commons de The Yorck Project bajo Dominio Público
ImagLa Monstrua desnuda, pintada por Juan Carreño en 1680en en Wikimedia Commons de Enrique
Cordero
bajo Dominio Público

Importante

El siglo XVII supone el cénit de la pintura española. La cantidad de artistas de gran nivel que existen en nuestro país en este siglo no se puede comparar a la de ningún otro. Será una pintura también realista y religiosa, y muy impactada por el tenebrismo de Caravaggio. Se pueden distinguir tres escuelas pictóricas importantes:

  • Escuela Andaluza. Gente tan importante como Zurbarán, Valdés Leal. Murillo o Alonso Cano.
  • Escuela Valenciana, encabezada por Ribera y Ribalta.
  • Escuela Madrileña. Habría que diferenciar entre el gran genio de la pintura Velázquez y el resto de pintores de la Corte.

 

AV - Actividad de Espacios en Blanco

Completa los espacios en blanco:
  • El principal material de construcción de la arquitectura gallega es el .
  • era conocido con el sobrenombre del spagnoletto.
  • Los hermanos Figueroa levantaron la mayoría de sus edificaciones en la ciudad de .
  • La Plaza Mayor de Salamanca fue construida por Alberto de Churriguera.
  • La talla más célebre de es La oración del huerto.
  • La pintura de destaca por su fuerte dramatismo y su mensaje moralizante.

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