1.2. Ovidio
PUBLIO OVIDIO NASÓN (43 a.n.e. - 17 n.e.)
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Publio OVIDIO Nasón Imagen de Wikimedia Commons bajo dominio público |
Ovidio nació en Sulmona (Italia central), dentro de una familia acomodada de caballeros. Estudió en Roma y luego en Atenas con la intención de dedicarse a la vida política, pero pudo más su gusto y dotes naturales para la composición poética. Al regreso de Atenas pasó a formar parte de los círculos literarios de tiempos de Augusto; conoció a Horacio, Propercio o Virgilio. Pronto adquirió gran fama y se dedicó plenamente a la poesía.
En el año 8 a.n.e., cuando ya contaba con 50 años y gozaba de gran popularidad y gran prestigio literario, recibió un edicto de Augusto que lo desterraba a la ciudad de Tomis (ahora Constanza en Rumania), a orillas del Mar Negro, amenazada por las incursiones fronterizas. No se conocen las causas que motivaron el destierro. El hecho de que, al mismo tiempo que el destierro, Augusto mandara retirar de las bibliotecas todos los ejemplares de su obra El arte de amar hace pensar que su obra atentaba contra la restauración moral que pretendía Augusto debido a su tono erótico. Sin embargo, la obra llevaba publicada ya diez años por lo que se ha querido ver como causa más probable que Ovidio se viera implicado en algún escándalo que afectaba al emperador (¿dar a conocer las relaciones adúlteras de Julia, nieta de Augusto?, ¿verse implicado en intrigas políticas contra el emperador? ...). Ovidio marchó solo al destierro, pues su mujer quedó en Roma intentando interceder por él. Acostumbrado a las comodidades de Roma y a moverse en un ambiente de intelectuales, Ovidio llevó mal el destierro en esta zona medio bárbara. A pesar de los intentos continuos para que le fuera levantado el destierro, murió en Tomis en el año 17 n.e.
SU OBRA
La producción de Ovidio es difícil de clasificar en un género literario determinado, pues muchas de ellas participan de más de un género.
Por una parte podemos hablar de la obra elegíaca que se puede clasificar según dos períodos distintos de su vida: la elegía amorosa correspondiente a su juventud (Amores, Heroidas, Arte de amar, Remedios del amor o Cosméticos para el rostro femenino) y la elegía dolorosa del destierro (Tristezas y Cartas desde el Ponto). Un grupo de su producción, también anterior al destierro, de género más bien incalificable, son sus obras de madurez: Metamorfosis y Fastos.
- La elegía amorosa:
- Amores (Amores). La obra consta de tres libros donde el poeta nos canta sus amores con una mujer que él llama con el nombre literario de Corina. Sin embargo, parece que bajo este nombre no se esconde una persona real, sino que es más bien una ficción literaria que le permite al autor reunir una gran cantidad de posibles situaciones amorosas: la visita que le hace la amada mientras él duerme la siesta; la llegada del amanecer que separa a los amantes; la infidelidad y los celos; la añoranza de la amada; la comparación entre el amor y la guerra, o entre el amante y el soldado... Sus poesías tienen más dosis de erotismo que las de Propercio o Tibulo, pero mucha menos sensación de algo vivido. Son ingeniosas, brillantes y de una gran perfección formal, pero en ellas no late un profundo sentimiento. Consigue, sin embargo, transmitirnos la forma de vida fácil y mundana de la sociedad romana del momento en la que se desenvuelve el autor.
Amores, I, 9 | |
Soldado es todo enamorado y Cupido tiene su propio campamento; Ático, créeme, soldado es todo enamorado. La edad que es adecuada para la guerra, lo es también para el Amor. Fea cosa es un soldado viejo, fea cosa el amor de un viejo. Los ánimos que los jefes buscan en un soldado valiente, son los que busca una bella joven en el hombre que le acompaña. Hacen vela los dos, en tierra descansan uno y otro, uno guarda la puerta de su dueña, el otro la de su general. El deber de un soldado es el largo camino; envía lejos a una joven, el valiente amante la seguirá al fin del mundo. [...] ¿Quién, a no ser un soldado o un amante soportará los fríos de la noche y las nieves mezcladas con la tupida lluvia? Se envía a uno a espiar al enemigo, el otro pone en su rival sus ojos como si fuera un enemigo. Aquél asedia poderosas ciudades, éste el umbral de la amada altiva, éste rompe puertas, pero aquél entradas [...] Yo mismo era perezoso y nacido para el indolente ocio; el lecho y la penumbra habían ablandado mi ánimo; las cuitas por una hermosa muchacha despertaron al cobarde y le ordenaron ganarse la soldada en el campamento. Desde entonces me ves ágil y dispuesto a las luchas nocturnas ¡El que no quiera convertirse en un vago, que ame! |
Militat omnis amans, et habet sua castra Cupidus; Attice, crede mihi, militat omnis amans. quae bello est habilis, Veneri quoque convenit aetas. turpe senex miles, turpe senilis amor. quos petiere duces animos in milite forti, hos petit in socio bella puella viro. pervigilant ambo; terra requiescit uterque, ille fores dominae servat, at ille ducis. militis officium longa est via; mitte puellam, strenuus exempto fine sequetur amans.[...] Quis nisi vel miles vel amans et frigora noctis et denso mixtas perferet imbre nives? mittitur infestos alter speculator in hostes; in rivale oculos alter, ut hoste, tenet. Ille graves urbes, hic durae limen amicae, obsidet; hic portas frangit, at ille fores. [...] Ipse ego segnis eram discinctaque in otia natus; mollierant animos lectus et umbra meos. Impulit ignavum formosae cura puellae iussit et in castris aera merere suis. Inde vides agilem nocturnaque bella gerentem qui nolet fieri desidiosus, amet! |
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- Heroidas (Heroidum epistulae). Son un conjunto de cartas que se intercambian amantes de las leyendas mitológicas; en su mayoría son las heroínas las que se dirigen a sus esposos: Penélope a Ulises, Medea a Jasón, Dido a Eneas, Ariadna a Teseo... También aquí los motivos son tópicos (deseo del regreso del amado, celos, añoranza), pero Ovidio consigue en ellas un profundo análisis del alma femenina.
- El arte de amar (Ars amandi). En un tono didáctico, Ovidio, como un "maestro del amor" (praeceptor amoris), pretende en los dos primeros libros enseñar a los hombres cómo conquistar a las mujeres y, en el tercero, aconseja a las mujeres cómo seducir a los hombres y mantener su amor. Esta obra es una parodia de las obras didácticas de propósitos más serios y elevados, en la que el poeta toma un punto de partida parecido al que encontramos en la obra Amores pero presenta el tema en forma de enseñanzas.
Fresco de Herculano
La más importante convicción que has de meter en tu cabeza es que todas las mujeres pueden alcanzarse; las alcanzarás con sólo tender las redes. Antes callarán los pájaros en primavera y las cigarras en verano y el perro de Menelao volverá la espalda a la liebre, antes de que una mujer cortejada con dulzura rechace a un joven. Incluso aquella que podrías pensar que no quiere, querrá. La ocasión de Venus, tan agradable le resulta al hombre como a la mujer; el hombre lo disimula mal, ella encubre mejor su deseo. Convengamos el género masculino en no ser los primeros en hacer proposiciones a ninguna mujer; de inmediato la mujer, rendida, tomará el partido de ser ella quien las haga. En los blandos prados es la hembra quien muge llamando al toro; es siempre la hembra la que llama relinchando al caballo de córneas pezuñas. Más discreta es entre nosotros y no tan violenta la pasión. [...] Así que, venga, no dudes en obtener esperanzas de todas las mujeres. Difícilmente habrá una de entre mil que te diga que no. Tanto las que dicen que sí como las que dicen que no, de todos modos, se alegran de ser solicitadas. Aun cuando se te rechace, el desplante no es nada molesto. Más ¿por qué has de ser rechazado, cuando resulta agradable un placer desconocido y cualquier cosa novedosa cautiva los corazones más que lo propio? La cosecha es siempre más fértil en los campos ajenos y el rebaño vecino tiene las ubres más grandes. Mas lo primero que se debe hacer es trabar amistad con la sirvienta de la joven deseada; ella te allanará el camino. Indaga hasta qué punto participa de la confianza de su señora y si va a ser cómplice fiel de tus discreteos. Tú sobórnala con promesas, sobórnala con ruegos; si ella quiere, conseguirás fácilmente lo que deseas. Ella escogerá el buen momento (incluso los médicos tienen en cuenta los momentos oportunos), cuando el estado de ánimo de su dueña sea adecuado y propicio a la conquista. Su estado de ánimo será propicio a la conquista justamente cuando sienta una eufórica alegría por todo, como la mies en campo fértil. Los corazones alegres y libres de opresión dolorosa se abren por sí mismos; entonces es cuando penetra Venus con sus artes delicadas. Troya pudo defenderse por las armas mientras estuvo afligida; en su euforia dejó entrar al caballo preñado de guerreros. [...] ¿Me preguntas si quizá conviene seducir a la misma sirvienta? En semejantes tentativas caben muy diversas posibilidades. Alguna se vuelve más solícita después de acostarse contigo, otra se vuelve más perezosa; ésta te cuida como un regalo para su señora, la otra como un regalo para sí misma. Depende de cada caso. Aunque una determinada ocasión propicie la empresa, con todo, mi consejo es abstenerse. No seré yo quien se arriesgue por precipicios y agujas escarpadas. Si, a pesar de todo, con ocasión de darte y de recibir mensajes, la sierva te complace no sólo por su amabilidad sino también por su cuerpo, procura primero hacértelo con la señora, ella que venga después. No debes empezar el culto a Venus por la sirvienta. Tan sólo una cosa te prevengo, si otorgas algún crédito a mis artes y que mis palabras no se las lleve el viento impetuoso a través de los mares: o no inicies la aventura o termínala. Desaparecen las pruebas cuando la misma interesada ha sido parte en el delito. No hay ave que consiga huir con las alas engomadas; el jabalí no acierta a salir de una amplia red; el pez, herido por el anzuelo que ha mordido, queda atrapado. Tú acosa a la asediada y no te vayas si no es victorioso. Pero hay que ocultarlo bien; si se ocultan bien las pruebas, la amiga acudirá siempre a tu llamada. Arte de amar, I 265-396 |
- Remedios de amor (Remedia amoris). Del mismo tono didáctico y desenfadado que la anterior, en esta obra (de un solo libro) el poeta enseña el camino para escapar del amor, pues el enamorado es como un enfermo al que hay que curar de su mal.
- La elegía dolorosa pertenece a su producción del destierro, suceso dramático que dará un giro a su producción elegíaca: Tristezas (Tristia) y Cartas desde Ponto (Epistulae ex Ponto). La temática de ambas obras es semejante, sólo las diferencia que las composiciones de la segunda obra tienen forma de cartas dirigidas a varias personas (esposas o amigos llamados con nombres fingidos). En ellas Ovidio, entristecido en una tierra salvaje alejada de los placeres de Roma, se lamenta continuamente de su situación: nos habla de la última noche que pasó en Roma, de su viaje a Tomis, de la añoranza de Roma y sus seres queridos, de lo inhóspito del lugar, de la tristeza de la vejez...; todo ello mezclado con continuas súplicas a Augusto para que le levante el castigo o adulando a las personas que podrían ayudarlo. Aunque a veces puedan ser cansinas por la repetición de los temas, sin embargo, en muchas de ellas consigue Ovidio la profundidad de sentimiento y la sensación de algo realmente vivido que había faltado en sus composiciones de tema amoroso.
- La poesía de madurez
• Metamorfosis (Metamorphoseis) es la obra más lograda del autor y la que mayor influencia ha tenido, no sólo como manual de mitología sino también como fuente de inspiración para la literatura posterior y las artes plásticas. Consta de 15 libros en los que se narran alrededor de 250 historias de personajes mitológicos que acaban siendo transformados en animales, plantas o constelaciones (de ahí el título de Metamorfosis). Una originalidad de la obra es la unidad que quiso conferirle el autor pues las distintas historias se relacionan entre sí montadas sobre un eje cronológico que va desde la formación del universo hasta la muerte y apoteosis de César. A diferencia del resto de su producción en dísticos elegíacos, la Metamorfosis está compuesta en hexámetros; este rasgo y algunos otros rasgos estilísticos han hecho que algunos críticos hayan incluido esta obra en el género épico. Destaca en esta obra la profundidad psicológica en la presentación de los sentimientos de los personajes y la brillantez e imaginación en la descripción de las transformaciones. Por ejemplo, en el pasaje que te reproducimos a continuación de la historia de Narciso y Eco, como lectores, sufrimos con el amor frustrado de Eco (ingenioso el diálogo de Eco con Narciso, respondiendo a medias a sus palabras), asistimos asombrados a su transformación y nos parece magistral cómo consigue expresar el autor los contradictorios sentimientos de Narciso enamorado de su reflejo en las aguas (algo real pero irreal al mismo tiempo).
Narciso y Eco | |
La flor del narciso |
John Willian Waterhouse: Naciso y Eco Imagen de Wikimedia. Dominio público |
En aquél entonces Eco tenía cuerpo, todavía no era sólo una voz; y, aunque parlanchina, no tenía otro uso de su boca distinto del que tiene ahora para poder volver a decir las últimas palabras de todo lo que se la decía. [...] Por lo tanto, cuando ve a Narciso que iba vagando a través de las campiñas solitarias, se inflamó de pasión por él, siguiendo a escondidas sus pasos. [...] ¡Oh, cuántas veces quiso acercársele con tiernas palabras y dirigirle dulces súplicas! Se lo impedía su naturaleza que no le permitía dar comienzo a la conversación; pero ella está dispuesta a esperar a los sonidos, a los que contestará con sus palabras. Por casualidad, el joven, separado del grupo de sus compañeros había dicho: "¿Hay alguien aquí?" y Eco había respondido: "Alguien aquí". Aquél se asombra y dirige la mirada a todas partes y grita a todo pulmón: "Ven". Ella lo mismo al que la llama. Mira él y como no viene nadie dice: "¿Por qué me huyes?" Ella recoge cuantas palabras ha pronunciado. Él se queda inmóvil y engañado por la voz que le responde dice: "Aquí, unámonos" y Eco, que jamás había de contestar con más agrado a sonido alguno, contestó: "Unámonos". Se complace ella de lo dicho y, saliendo del bosque, iba a arrojar sus brazos alrededor del cuello tan esperado. Él huye y, al huir, dice: "Retira esos brazos que me enlazan; antes moriré que entregarme a ti". Ella no repite sino "entregarme a ti". Despreciada, se oculta en el bosque y cubre con el follaje su rostro avergonzado y desde entonces vive en antros solitarios. Pero el amor se le adhiere a las entrañas y crece con el dolor de haber sido rechazada: inquietantes insomnios extenúan su cuerpo digno de compasión, la delgadez arruga su piel y la savia de su cuerpo se desvanece o evapora en los aires. Tan solo quedan la voz y los huesos: la voz permanece. Se dice que sus huesos han tomado la forma de piedras. Desde entonces está oculta en los bosques y no se la ve en monte alguno, pero todos la oyen: hay un sonido que vive en ella. Así como Narciso se había burlado de ésta, así se había burlado antes de otras ninfas, nacidas en las aguas o en los montes, y de otra multitud de jóvenes mancebos. Por esto, alguno de los despreciados, levantando al cielo sus manos, dijo: "Que le llegue el amor de este modo y que jamás goce de ser amado". La diosa Ramnusia1 accedió a estas justas súplicas. Había un cristalino manantial, cuyas aguas brillaban como la plata, [...] Aquí el joven, azotado por el esfuerzo de la caza y el calor, se tumbó en el suelo, atraído por el aspecto del lugar y la frescura del manantial. Y, al desear calmar la sed, creció en él otra sed; mientras bebe, sorprendido por la imagen de la belleza que contempla, ama una esperanza sin cuerpo; cree que es un cuerpo lo que es agua. Se extasía de sí mismo; queda inmóvil, el rostro impasible, semejante a una estatua tallada en mármol de Paros. Tendido en el suelo, contempla sus ojos, dos luceros, sus cabellos dignos de Baco y de Apolo, sus lisas mejillas, su cuello de marfil, su gracioso rostro en el que se entremezclan el rojo y la blancura de la nieve y admira todo lo que en él resulta admirable. Con imprudencia se desea a sí mismo y el mismo que alaba es alabado. Y, mientras que persigue, es perseguido y al mismo tiempo que enciende, se abrasa. ¡Cuántas veces besó en vano a esta fuente engañosa! ¡Cuántas veces sumergió en el agua sus brazos, que cogían el cuello que había visto y no se cogió en ellas! No sabe qué ve; pero lo que ve le consume y el mismo error que le engaña le excita. [...] Ni la inquietud de Ceres2 ni la del descanso pueden alejarlo de allí; sino que extendido sobre la espesa hierba contempla la engañosa imagen con una mirada insaciable, víctima de sus propios ojos: levantándose un poco, extiende sus brazos a los árboles que tiene a su alrededor y dice:"¿Por ventura ¡oh, bosques!, alguno ha amado con más triste crueldad?[...] Me encanta y le veo; pero no encuentro, sin embargo, lo que veo y me encanta; tan grande es el error que se apodera de mi amor. Y, para que sea mayor mi dolor, ni nos separa un dilatado mar, ni un camino, ni los montes, ni unas murallas con sus puertas cerradas; un poco de agua nos separa." [...] Dijo esto y fuera de sí, se volvió hacia su misma imagen y con sus lágrimas enturbió el agua y, al removerse el estanque, se oscureció la imagen reflejada. Y, habiendo visto que se marchaba, exclamó: "¿Adónde huyes?, quédate y no me abandones, cruel, porque te amo; séame permitido contemplar lo que no puedo tocar y alimentar a mi desdichado delirio" Y, mientras se lamentaba, arrancó la parte alta de su vestidura con sus manos, blancas como el mármol, golpeó su desnudo pecho. Con los golpes, éste adquirió el rojo de la rosa, del mismo modo que los frutos, que por un lado son blancos y por otro están teñidos de rojo, o como la uva suele hallarse diversa en los racimos, todavía no maduros, tomando un color de púrpura. Y tan pronto como vio esto, una vez que de nuevo se aquietó el agua, no pudo soportarlo más; sino que, como suele deshacerse la amarilla cera con un leve calor y las escarchas matinales cuando el sol calienta, así, consumido por el amor, se funde y poco a poco se ve devorado por el fuego secreto y ya no tiene el color donde se mezclan el blanco y el rojo, ni el vigor ni las fuerzas, ni lo que antes se complacía en ser contemplado, ni quedaba el cuerpo que en otro tiempo había amado Eco [...] Y ya se preparaban la pira, la vacilantes antorchas y el féretro, pero el cuerpo no aparece por sitio alguno; en vez de su cuerpo encuentran una flor de color de azafrán, cuyo centro está rodeado de blancos pétalos. Ovidio, Metamorfosis, III 356-510 (Traducción de Vicente López Soto) Notas: 1. Ramnusia es otro de los nombres por los que se conoce a Némesis, "la Justicia". 2. Por metonimia se usa a Ceres, diosa de la agricultura y los campos, para designar el alimento. Ni el hambre ni el sueño logran apartar a Narciso de la imagen. |
- Los Fastos (Fasti). En esta obra Ovidio describe las principales fiestas y ritos del calendario romano y las relaciona con leyendas del pasado de Roma. Su pretensión era dedicar un libro a cada mes pero sólo escribió los seis primeros libros dedicados a los seis primeros meses.
- Son obras menores de Ovidio Cosméticos para el rostro femenino (De medicamina faciei femineae), pequeño poema sobre cosmética, dentro de la elegía amorosa, y el poema Ibis, breve composición en donde maldice a un antiguo amigo.
- El estilo ovidiano se caracteriza por la facilidad en la composición, por la imaginación en las descripciones y narraciones y por el ingenio que despliega en lo que nos cuenta. Echamos en falta en el poeta la sensación de algo realmente vivido, de sentimientos propios; solo son más sentidos sus poemas desde el destierro. Formalmente hay que destacar su retoricismo que va a dominar la literatura posterior a Augusto (siglo I n.e.).
- La influencia de Ovidio, como se ha dicho anteriormente, ha sido enorme, no sólo en la literatura sino también en las artes plásticas. Fue inmediata su influencia entre los autores latinos de la Antigüedad, aunque entre ellos tuviera sus seguidores y sus detractores, como Quintiliano, que criticó su estilo ampuloso. Entre los siglos XI-XIII de la Edad Media, su poesía amorosa (Amores, El arte de amar, Remedios de amor) influyó decisivamente en la poesía cancioneril con su tema del amor cortés: el amor identificado con la guerra y el amante como soldado; la dama como fortaleza que hay que ocupar y las armas de las que se debe valer el amor; incluso, aunque veladamente, se deja entrever las insinuaciones sexuales tan claras en Ovidio (ya has visto el ejemplo en el poema leído de los Amores). Podemos ver esta influencia también en autores posteriores (Chaucer, Arcipreste de Hita, Fernando de Rojas, a cuya figura de la alcahueta Celestina te habrá recordado el pasaje anteriormente leído del Arte de amar). También su obra Heroidas sirvió de ejemplo a la literatura epistolar. Sin embargo, será el Renacimiento y en el Barroco en donde se redescubran los líricos latinos en general y Ovidio en particular. En esta época el hombre se convierte en el centro del mundo y sus sentimientos y pasiones pasan al primer plano. Los autores clásicos son imitados en sus temas y formas poéticas. Sin lugar a dudas La Metamorfosis es la obra ovidiana que mayor influencia ha ejercido desde la Edad Media hasta nuestros días: se convirtió en un arsenal al que irían a inspirarse tanto poetas como pintores y escultores. Fue el autor favorito de Shakespeare (podemos sentir el relato de Píramo y Tisbe en su tragedia Romeo y Julieta), pero también de numerosos autores europeos en general (Dante, Boccaccio) y españoles en particular (Lope de Vega, Garcilaso, Calderón de la Barca, Quevedo o Góngora). La Edad Moderna recibió un Ovidio ya perfectamente asimilado y conocido en todos los ámbitos artísticos y su influencia ha seguido siendo constante hasta nuestros días.

Actividad de rellenar huecos
Recuerda que era costumbre entre los poetas líricos esconder el nombre real de la amada bajo un nombre literario que tuviera una equivalencia métrica. Te proponemos que recuerdes el nombre ficticio de las amantes de los siguientes poetas rellenado los huecos en blanco.

Pregunta Verdadero-Falso
- La poesía elegíaca se escribía en un metro único: el dístico elegíaco compuesto de un hexámetro y un pentámetro
Retroalimentación
Verdadero
Desde su origen griego fue la característica de este tipo de composiciones que se mantuvo inalterable.
Retroalimentación
Falso
El momento cumbre de la elegía latina es la época de Augusto: finales del siglo I a. C. Fíjate en la época de producción de los autores vistos. Sólo Ovidio es un poco más joven, pero todos escribieron en vida del primer emperador, Octavio Augusto.
Retroalimentación
Verdadero
Retroalimentación
Verdadero
Todas estas temáticas, presentes en su obra, están tratadas con un fina y delicada sensibilidad, en un lenguaje ágil y sencillo.
Retroalimentación
Falso
Una parte de la producción de Propercio son las llamadas elegías romanas del libro IV, destinadas a la glorificación del pasado de Roma (por ejemplo, el poema dedicado a la leyenda romana de Tarpeya) o de la figura de Augusto (por ejemplo, el poema donde describe del templo de Apolo construido para conmemorar la victoria de Augusto en Accio).
Retroalimentación
Verdadero
Propercio trata con tremenda fuerza el tema del amor después de la muerte.Retroalimentación
Falso
Ovidio no dijo nunca el motivo de su destierro, solo alude en uno de sus poemas de la obra Tristia a carmen et error ("un poema y un error"). El poema sí fue el Arte de amar, aunque no sería el motivo directo pues éste había sido publicado diez años antes. La causa directa sería el "error" del que nos habla Ovidio, pero no está claro cuál pudo ser. Se habla de que el poeta se vio inmerso en alguno de los escándalos vinculados directamente con el emperador.
Retroalimentación
Falso
Ya sus propios contemporáneos o autores latinos posteriores le achacaron que había puesto su virtuosismo poético a disposición de temas banales (Séneca el filósofo dijo: tantum impetum ingenii et materiae ad pueriles ineptias...).

Actividad de rellenar huecos
Rellena los huecos con el nombre de las obras de Ovidio según los datos que se ofrecen.

Actividad de lectura
A continuación te presentamos el fragmento del Libro I de Metamorfosis donde se narra la historia de Dafne transformada en laurel.
John William Waterhourse: Apolo y Dafne Imagen en Wikimedia. Dominio público
Pero estos encantos que posees, Dafne, son un obstáculo para lo que anhelas y tu hermosura se opone a tu deseo. Febo ama y, luego de ver a Dafne, desea ardientemente unirse a ella; espera lo que desea y sus oráculos lo engañan. A la manera como arde la ligera paja, sacada ya la espiga, o como arde un vallado por el fuego de una antorcha que un caminante por casualidad ha acercado demasiado o ha dejado allí al clarear el día, de ese modo el dios se consume en las llamas, así se le abrasa todo su corazón y alimenta con la espera un amor imposible. Contempla su cabellera en desorden que flota sobre su cuello y dice: "¿Qué sería, si se los arreglara?" Ve sus ojos semejantes en su brillo a los astros; ve su boca y no le basta con haberla visto; admira sus dedos, sus manos y sus brazos, aunque no tiene desnuda más de la mitad. Si algo queda oculto, lo cree más hermoso todavía. Ella huye más rápida que la ligera brisa y no se detiene ante estas palabras del que la llama [...] La hija de Penteo, con tímida carrera, huyó de él cuando estaba a punto de decir más cosas y le dejó con sus palabras inacabadas, siempre bella a sus ojos: los vientos desvelaban sus carnes, sus soplos, llegando sobre ella en sentido contrario, agitaban sus vestidos y la ligera brisa echaba hacia atrás sus cabellos levantados; su huida realzaba más su belleza. Pero el joven dios no puede soportar perder ya más tiempo con dulces palabras y, como el mismo amor le incitaba, sigue sus pasos con redoblada rapidez. Como cuando un perro de la Galia ve una liebre en la llanura al descubierto, se lanzan, el uno para coger la presa, la otra para salvar la vida; el uno parece estar a punto de atraparla y espera conseguirlo y con el hocico adelantado le estrecha el paso; la otra está en la duda de si ha sido cogida y se escapa de esas mordeduras y deja la boca que la tocaba; de ese modo están el dios y la doncella; aquel se apresura por la esperanza, ésta por el temor. Sin embargo, el que persigue, ayudado por las alas del Amor, es más veloz y no necesita descanso; ya se inclina sobre la espalda de la fugitiva y lanza su aliento sobre la cabellera esparcida sobre la nuca. Ella, perdidas las fuerzas, palidece y, vencida por la fatiga de tan vertiginosa fuga, contemplando las aguas del Peneo5, dice:"Auxíliame, padre mío, si los ríos tenéis poder divino; transfórmame y haz que yo pierda la figura por la que he agradado excesivamente". Apenas terminada la súplica, una pesada torpeza se apodera de sus miembros, sus delicados senos se ciñen con una tierna corteza, sus cabellos se alargan y se transforman en follaje y sus brazos en ramas; los pies, antes tan rápidos, se adhieren al suelo con raíces hondas y su rostro es rematado por la copa; solamente permanece en ella el brillo6. Febo también así la ama y, apoyada su diestra en el tronco, todavía siente que su corazón palpita bajo la corteza nueva y, estrechando con sus manos las ramas que reemplazan a sus miembros, da besos a la madera; sin embargo, la madera rehúsa sus besos. Y el dios le dijo: "Ya que no puedes ser mi esposa, serás en verdad mi árbol; siempre mi cabellera, mis cítaras y mi carcaj se adornarán contigo, ¡Oh laurel!, tú acompañarás a los capitanes del Lacio cuando los alegres cantos celebren el triunfo y el Capitolio vea los largos cortejos7. Como fidelísima guardiana, tú misma te encontrarás ante las puertas del Augusto y protegerás la corona de encina situada en el centro8; así como mi cabeza, cuyos cabellos jamás han sido cortados, permanece joven, de la misma manera la tuya conservará siempre su follaje inalterable". Peán había acabado de hablar; el laurel se inclinó con sus ramas nuevas y pareció que inclinaba la copa como una cabeza. Ovidio, Metamorfosis I, 452-567 ( Traducción de Vicente López Soto) Notas 1. El dios de Delos es Apolo, también llamado Febo y Peán, que se había adueñado del oráculo después de matar a la serpiente Pitón, que guardaba el lugar / 2. Parnaso es un monte donde habitan las Musas / 3. Febe hace referencia aquí a Diana que permaneció virgen; a ella quiere asemejarse Dafne, manteniéndose también virgen / 4. "antorchas conyugales": las jóvenes en el día de su boda eran acompañadas del cortejo nupcial que solía llevar antorchas / 5. Dafne invoca a su padre Peneo, dios-río / 6. Hace referencia al brillo de las hojas del laurel en el que queda transformada la belleza de Dafne / 7. Los generales que celebraban el triunfo tras una victoria solían llevar una corona de laurel en la cabeza. El recorrido del desfile llegaba hasta el Capitolio /8. Los laureles daban sombra a ambos lados de la puerta del palacio de Augusto, sobre el Palatino. |
1. El autor incide en el poder del amor (Cupido, que puede dominar incluso a los dioses. Busca esa referencia en el texto.
2. Encontrarás en el pasaje algunos símiles (recurso muy usado también en los poemas épicos) como una forma de dar más plásticidad a la narración; es como si estuviérmos viendo un cuadro. Señala esos símiles y analiza la imagen que nos traslada.
3. En el último párrafo se encuentra la transformación de Dafne. Ya hemos hecho referencia a la maestría de Ovidio en la descripción de las transformaciones. Fíjate en la mezcla de lo humano y lo vegetal. ¿Cuáles son los sentimientos de Apolo?
3. Como todos los mitos, este de Dafne nos explica el origen del árbol del laurel y por qué es el árbol consagrado a Apolo, pero también algunas costumbres de los romanos y alguna caracterísitca de este árbol. ¿Cuáles son?