5. El mundo y Dios

Recuerda...

La cosmología de Aristóteles (IV a.C:) es reconocida como un modelo de referencia desde la Antigüedad al Renacimiento. Su filosofía natural ofrece una visión sistemática que incorpora principios asumidos por la ciencia griega. Entre ellos:

  • Todos los objetos terrestres se constituyen por la mezcla de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.
  • Desde el siglo VI a.C. comienza a extenderse la idea de que la Tierra no es plana sino esférica. A ello contribuyen la reflexión sobre experiencias visuales a larga distancia (el barco que se aproxima en el horizonte comienza a verse por la vela) o las de los eclipses lunares, en los que la sombra terrestre tiene forma circular.
  • La Tierra es inmóvil y está situada en el centro del universo.
  • Los astros o cuerpos celestes son entidades divinas y giran en círculos perfectos y a velocidad uniforme alrededor de la tierra.
  • El límite del universo lo constituye la bóveda celeste . En esta esfera que gira sobre la Tierra se sitúan las estrellas, todas en el mismo plano.

Se trataba de un modelo cósmico acorde con la experiencia común: una Tierra estable en la que se asientan los objetos de forma natural y un cielo cristalino con astros que giran alrededor nuestro: la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas. Había algunas dificultades, como las que planteaban los movimientos anómalos de los planetas o la trayectorias tangenciales de los cometas, pero no amenazaban esta sólida cosmovisión, sino que se interpretaban en consonancia con la misma.

Grabado Flamarion

Imagen de Spartik en Wikimedia Commons. Dominio público

La visión aristotélica del universo es organicista, esto es, describe el cosmos como un gran organismo en el que sus elementos son partes con naturaleza y finalidad propias en la totalidad. Así, cada parte posee su propia naturaleza y ocupa en el universo su lugar asignado. Aristóteles distingue dos grandes regiones en el cosmos: la sublunar o terrestre y la supralunar o celeste.

Recurso propio

El mundo sublunar comprende la Tierra, centro del universo, y encuentra su límite en la Luna. Todos sus objetos se forman a partir de los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Dichos elementos tienden por naturaleza a ocupar el lugar que les corresponde, siendo su movimiento natural rectilíneo: descendente en los casos de la tierra y el agua, ascendente en los del aire y el fuego. Así, la piedra cae al suelo verticalmente y las llamas de fuego se elevan. En un supuesto estado puro, la tierra ocuparía el centro, sobre ella se situaría el agua, sobre esta el aire y por encima el fuego.

El dinamismo cósmico conduce a la mezcla de los elementos y a la formación de entidades cambiantes y efímeras. La causa del movimiento está en el dinamismo de la región celeste.

Zodíaco ptolemaico.

Imagen de Ze'ev Barkan en Flickr. Licencia CC

El mundo supralunar ocupa desde la Luna hasta la esfera de las estrellas fijas. Se trata de un mundo puro, de naturaleza divina, eterno e invariable, constituido por un único elemento: el éter. Es el éter la materia perfecta que constituye a los astros y las esferas cristalinas en las que estos se desplazan en movimientos circulares y uniformes alrededor de la Tierra.

Ese mundo perfecto y divino es la causa del dinamismo cósmico y su preservación. El origen del movimiento es divino (Primer motor inmóvil) y su punto de partida está en la bóveda celeste, que lo transmite en cadena a las esferas y a la Tierra. La perfección divina, asimismo, introduce el principio de finalidad en la naturaleza (teleología): es Dios quien inspira al cosmos al logro de su perfección.

(Filosofía 1º: Cosmovisiones científicas. El universo aristotélico).

Importante

Si la física se ocupa de las entidades materiales y dotadas de movimiento, la metafísica alcanza a las realidades últimas, inmateriales e inmóviles. Para Aristóteles, el movimiento y el orden encuentran en la noción de Dios su explicación última, forma inmaterial suprema. Tratándose de un ser perfecto y completo, no caben cambios que alteren su perfección, por lo que Aristóteles lo concibe como acto puro sin potencia.

Dios es el motor inmóvil que explica el dinamismo cósmico (causa eficiente) y la ordenación del mismo hacia la perfección de los seres (causa final). Se trata de una realidad pensante ajena a los avatares del tiempo, una inteligencia que se piensa a sí mismo en cuanto realidad perfecta inteligible.

Actividad de lectura

A continuación tienes los primeros párrafos en los que Aristóteles se refiere a Dios en su obra Metafísica (Libro VII, Del primer motor. De Dios).

Aquí se reflejan las ideas de Dios como realidad inteligible y eterna, motor inmóvil, principio que inspira al bien y a la perfección y realidad suprema cuya actividad consiste en pensarse a sí mismo.