1. Las necesidades educativas especiales: causas e implicaciones didácticas

Un concepto que ha ido evolucionando de forma paralela al tratamiento que se le ha dado a los sujetos “diferentes” es el de “educación especial”. El sintagma “Necesidades Educativas Especiales” (NEE) ha ayudado a que las personas diferentes no sean concebidas como personas etiquetadas y categorizadas.

El término NEE se ha venido utilizando al hablar de personas con algún tipo de deficiencia, ya fuese física, sensorial, intelectual, emocional o social, que afectara al aprendizaje. Sin embargo, las Necesidades Educativas Especiales suponen una parte relevante de la diversidad humana. Su terminología alude fundamentalmente a la respuesta específica que debe dar la educación al alumnado que precise medidas individuales en su formación (Feliz y Ricoy, 2004).

Algunos de los aspectos importantes a tener en cuenta en relación con las NEE es que estas son relativas y cambiantes; forman un continuo; engloban el término educación especial y tienen implicaciones educativas de marcado carácter positivo.

Este concepto (NEE) vino a poner en cuestión las prácticas de la Educación Especial que hasta ese momento eran predominantes, basadas en un enfoque segregador o que, a lo sumo, implicaban una mera integración “física” de algunas de estas personas (las consideradas más educables) en los recintos escolares destinados a la población ordinaria (Sosa y Alegre, 2006). Dicho término tiene el objetivo de acometer el destierro de términos calificativos y sustituirlos de manera total por una expresión más humanizadora y didáctica.

Para ello, la escuela debería hacer posible el cambio gracias al planteamiento de una enseñanza que se adapte a las distintas fases de aprendizaje que puede seguir el aprendizaje personal: organizar un entorno lo menos restrictivo posible; buscar contextos educativos normalizados y/o hacer múltiple y diverso lo que era único y uniforme.

Hoy en día, las Dificultades Moderadas de Aprendizaje o las Dificultades Globales de Aprendizaje son las NEE más comunes. Son personas que presentan un retraso general, calificadas en el pasado de personas “lentas”. Sus principales características son: dificultades con la lectura y escritura, y con la comprensión; pobre comprensión de los conceptos matemáticos básicos; habilidades sociales y emocionales inmaduras; destrezas limitadas de aprendizaje; atención de corta duración; habilidades de coordinación muy poco desarrolladas; falta de razonamiento lógico e incapacidad de generalizar lo que aprenden para aplicarlo a otras situaciones (East y Evans, 2010).

Las causas de las Necesidades Educativas Especiales pueden ser de tipo socioeconómica, educativa, de origen familiar o individual. Es importante tener en cuenta que los niños con NEE deberían satisfacer sus necesidades normalmente en un centro educativo de régimen ordinario, así como tener acceso a una educación amplia, equilibrada y relevante.

Asimismo, autores como Sánchez, Buisán y Boix (2006) afirman que la extensión de la educación especial al alumnado con dificultades de aprendizaje, problemas de inadaptación social o atención a las minorías étnicas ha ido reemplazando los términos tradicionales de “educación especial” y de “necesidades educativas especiales” por los de “atención a la diversidad”, “comprensividad”, “escuela inclusiva”, etc.

El término atención a la diversidad introduce un concepto más amplio, puesto que no se circunscribe solo a educación especial, centrado en la discapacidad. La diversidad tiene una interpretación más amplia y su acción educativa va más allá de la atención al alumnado especial, acciones especiales y centros especiales (Sánchez, Buisán y Boix, 2006).

De este modo, el término atención a la diversidad hace mención a la atención específica y diversificada que responda a las características individuales de cada uno. Esta atención contemplaría a las personas con algún tipo de NEE, a las cuales por diferentes razones se consideraría “especiales”, ya fuese por motivos personales, sociales, familiares, étnicos… 

Según Blanco (2006), la diversidad en el ámbito educativo nos remite al hecho de que cada niño tiene sus propias necesidades educativas y se enfrenta de distinta manera a las experiencias de aprendizaje. Cada niño es distinto en cuanto a capacidades, estilo y ritmo de aprendizaje, motivaciones e intereses, y estas diferencias están a su vez mediatizadas por el contexto sociocultural y familiar, haciendo que los procesos de aprendizaje sean únicos e irrepetibles en cada caso.

Desde la inclusión se considera que la diversidad está dentro de lo “normal” y se promueve el énfasis en desarrollar una educación que valore y respete las diferencias, viéndolas como una oportunidad para optimizar el desarrollo individual y social, y como un medio para enriquecer los procesos educativos (Blanco, 2006). 

La educación escolar, entonces, debería dar respuesta a la diversidad de necesidades de cada uno de los alumnos y alumnas, incluyendo tanto a los que tienen discapacidad grave como a los que no. De este modo, la educación del alumnado con Necesidades Educativas Especiales en centros ordinarios daría lugar a lo que se conoce como integración.

Como implicaciones didácticas a considerar atendiendo a una escuela inclusiva, deberían contemplarse los siguientes aspectos: agrupamientos heterogéneos, sentido de pertenencia al grupo, planteamiento de actividades de distinto nivel de dificultad, uso de ambientes frecuentados por personas sin discapacidad y experiencias educativas equilibradas (López, 2006). En definitiva, deben adaptarse los objetivos, los contenidos y la metodología para poder atender a las diferencias individuales.

Del mismo modo, East y Evans (2010) incluyen como procedimientos de actuación en personas con Necesidades Educativas Especiales una evaluación inicial, una adaptación del currículo y una coordinación de la respuesta educativa del alumnado con NEE. Estos procedimientos permiten que el profesorado realice las diferenciaciones adecuadas, adaptando las tareas a las capacidades del alumnado. Según estos autores, las tácticas a llevar a cabo estarían relacionadas con:

  • Tiempo permitido para terminar las tareas y ritmo de la misma.
  • Nivel de ayuda proporcionada y recursos utilizados.
  • Tipo de tarea que se le encomienda al alumnado.
  • Resultados que se esperan.
Lugar en el que todo el mundo se siente aceptado, apoyado y ayudado por sus compañeros, docentes y otros miembros de la comunidad escolar, y donde se da respuesta a sus necesidades educativas (Stainback y Stainback, 1992).