


LOCALIDADES
La Ruta del Califato discurre por tierras de Córdoba, Jaén y Granada a lo largo de las carreteras N-432 y N-331, con un trayecto de unos 180 kilómetros.
Cruza desde el valle del Guadalquivir, por las Sierras Subbéticas, hasta la Vega granadina al pie de Sierra Nevada. Constituye uno de los ejes principales de comunicación de la Andalucía central.
Esquema de ruta Córdoba, Madinat al-Zahra.
RAMAL NORTE: Espejo, Castro del Río, Baena, Zuheros, Luque.
RAMAL SUR: Fernán Núñez, Montemayor, Montilla, Aguilar de la Frontera, Lucena, Cabra, Carcabuey y Priego de Córdoba. Alcaudete, Castillo de Locubín, Alcalá la Real, Moclín, Colomera, Pinos Puente, Güevéjar, Cogollos Vega, Alfacar, Víznar, Granada.
Esta ruta es toda una aventura del espíritu: de Córdoba a Granada, dos vuelcos de la historia, dos momentos irrepetibles, dos siglos de oro. Entre ambos polos bascula el fabuloso legado cultural, religioso, político y social que supuso la estancia de los musulmanes en la Península. Córdoba, el apogeo, el brillo cegador que hizo palidecer a las demás ciudades de Occidente. Granada, el refinado manierismo terminal de toda una civilización puesta en jaque.
Y entre medias, los castillos, las ciudades que primero fueron postas o jalones de un intercambio más o menos accidentado, y después campamento y base para asediar Granada. Esta ruta no es sólo una lección de historia. Es además un disfrute estético, un goce de los sentidos. No sólo de la mirada: también el paladar ilustrado encontrará productos y sabores de antiguos ecos. Esos mismos ecos perdidos parecen palpitar también en muchas fiestas y tradiciones de estos pueblos. Una ruta, en definitiva, que nos hará, sin duda, un poco más sabios.
EL PAISAJE
La Ruta del Califato une dos grandes llanadas, dos depresiones geográficas: la depresión del Guadalquivir y la granadina, a través de los retorcidos eslabones de las sierras Subbéticas abiertas por cuencas y valles fluviales. Al mismo tiempo, ambas depresiones se hallan cercadas, en la lontananza de Córdoba o Granada, por sendos Collares de sierras:
Sierra Morena, algo amansada en torno a Córdoba; Sierra Nevada, súbitamente embravecida, respaldando Granada. Un cuadro de contrastes sutiles, armonizados por toda una trama de matices.
Los estribos de Sierra Morena que arropan a CÓRDOBA son suaves y acogedores, como un jardín asilvestrado.
Córdoba fue levantada en el fondo mismo del Valle del Guadalquivir, aprovechando un meandro del río: precisamente en el lugar donde más fácilmente se puede salvar su cauce y cruzar de orilla, siguiendo el camino que, desde Despeñaperros, se venía ciñendo a la margen derecha. Cruzando el río, se dejan atrás, las vegas asentadas en las terrazas fluviales que envuelven a la capital cordobesa y se sube un fuerte repecho, como para contemplar resumida la ciudad antes de perderla de vista. El camino entonces se bifurca: por el norte, enseguida se interna en los aledaños de la sierra; al sur, todavía discurre un buen trecho por terreno ondulado.
La resplandeciente superficie de varias lagunas, refugio de aves acuáticas, se distingue entre los cultivos. Junto con algunos manchones del monte mediterráneo original que cubría este área, las lagunas constituyen la más valiosa muestra del paisaje primitivo del sur cordobés. A partir de aquí, la campiña no es ya plana ni monótona, sino un hervidero de colinas entrelazadas que se enriscan, de manera creciente, hasta hacerse montañas. El primer ramal de la ruta sigue, en realidad, la cuenca de un río: el Guadajoz. ESPEJO, y sobre todo CASTRO DEL RÍO, lo recuerdan. La carretera se ciñe al cauce y no lo deja hasta BAENA . Por allí las colinas han ido perdiendo el amarillo vivo de los cereales para someterse al puntillismo ordenado y geométrico de los olivos. Es el paisaje de la campiña alta, con su alternancia de cerros y valles hasta las estribaciones de las SIERRAS SUBBÉTICAS, que obligan a ascender hacia LUQUE y ZUHEROS. Se hallan al borde del macizo calcáreo, declarado parque natural, que se extiende hacia Cabra y Priego, una formación de ásperos relieves rocosos, muy erosionados por la acción del agua, con suelos de relleno en los que prosperan pastos, bosque y matorral. Sus parajes son un reducto apenas alterado de la vegetación y fauna autóctonas: piornos, en las alturas, quejigos, encinas, chaparros, acebuches, majuelos, en el monte, álamos blancos en las riberas; de sus animales, numerosas aves y mamíferos, como el azor y la musaraña.
El ramal meridional de la Ruta del Califato pasa de los vastos campos de trigo y girasol de los alrededores de Córdoba, al paisaje más sinuoso, de los viñedos y olivares que predominan en los términos de FERNÁN NÚÑEZ y MONTEMAYOR. MONTILLA, AGUILAR DE LA FRONTERA, LUCENA y CABRA se suceden hasta que de nuevo surgen los riscos calizos de las Subbéticas.
En su interior, en medio de un circo montañoso que sombrea su huerta, se hallan CARCABUEY Y PRIEGO DE CÓRDOBA.
Rebasado el núcleo de las sierras del sur de Córdoba, el camino prosigue por las tierras meridionales de Jaén, a lo largo de un paso natural entre elevaciones.
ALCAUDETE, CASTILLO DE LOCUBÍN y luego, ALCALÁ LA REAL, jalonan el trayecto, encaramadas en sus correspondientes cerros. A lo lejos remontan las primeras estribaciones penibéticas. La entrada en Granada se hace por los puertos de MOCLÍN. En un rápido descenso, por COLOMERA hasta PINOS PUENTE, se llega a la Vega de Granada, regada por el Genil. Una fértil planicie se abre ante las últimas estaciones de la ruta: GÜEVÉJAR, COGOLLOS VEGA, ALFACAR, VÍZNAR. Sus caseríos blancos se esparcen bajo un horizonte de montañas, bosques y pastos, manantiales y regatos, pertenecientes al parque natural de la SIERRA DE HUÉTOR. La complejidad es la nota dominante de su relieve, un laberinto de barrancos, tajos, calares y arroyos, en cuyo gradiente crece una vegetación autóctona muy variada, con encinares, rebollares, sabinares y pinares béticos.
Desde sus laderas se contempla, cara a cara, la imponente mole de Sierra Nevada. A poco más de una legua, a la cabeza de la Vega aparece GRANADA, ante las cimas más altas de la Península Ibérica.
VEGETACIÓN, FAUNA
Entre la Sierra Morena cordobesa y la Sierra Nevada granadina, el paisaje natural está caracterizado por la presencia predominante del monte mediterráneo. En las áreas de cierta altitud y pendiente, con importantes afloramientos rocosos, por lo general calcáreos, la cubierta vegetal primitiva está constituida por especies arbustivas y arbóreas entre las que se cuentan la encina (Quercus ilex), árbol emblemático, y su pariente menor la coscoja, el acebuche, variedad silvestre del olivo, el quejigo, que crece en las áreas más elevadas y húmedas de las Sierras Subbéticas, tojos, majuelos, matagallos y lentiscos, así como jaras, jaguarzos, brezos, palmitos y otras variedades de matorral que incluyen una amplia gama de plantas aromáticas.
En las zonas más orientales de la ruta, hacia la Sierra de Huétor, se aprecia además la existencia de una vegetación autóctona muy variada, en la que destacan los encinares de rico material espinoso, los rebollares, los sabinares y los pinares béticos, localizados en las cotas superiores.
Las márgenes de ríos, arroyos y cursos de agua, formando bosquetes y galerías, están pobladas de chopos, sauces, álamos, tarays y otras especies ribereñas.
En las lagunas que salpican el sur cordobés aparece a su vez la vegetación palustre, propia de las zonas húmedas: castañuela, que crece en suelos salinos encharcados temporalmente, carrizos, salicores, brezos de mar, tamariscos o atarfes y algunas especies subacuáticas.
Este amplio y rico despliegue de la naturaleza no ha permanecido, sin embargo, ajeno a la intervención humana.
Dada la fertilidad del terreno, ha sido roturado y puesto en cultivo en su mayoría a lo largo de la historia, destinándose básicamente a la explotación de la tríada mediterránea: vid, olivo y cereales, cultivos que a menudo se yuxtaponen y alternan en los campos de secano de las provincias de Córdoba, Jaén y Granada. En los predios de valles y vegas en los que abunda el agua, se encuentran las huertas plantadas de frutales y de productos hortícolas y comerciales que perpetúan la tradición andalusí de una práctica agrícola intensiva y esmerada. Queda, por último, hacer mención de la especialísima vegetación doméstica de los patios y jardines de las localidades visitadas por la ruta.
En estos sosegados espacios íntimos, inherentes al modo de vida andaluz, se multiplican las plantas de flor, como el geranio o el clavel, y de hoja, como la aspidistra y el helecho, los arbustos aromáticos como el jazmín, y árboles ornamentales, como la palmera y el ciprés.
En el tapiz vegetal, natural o humanizado, que envuelve la ruta habita una fauna adaptada a sus variados ambientes. En las sierras, reducto por lo regular de las manchas de monte mediterráneo mejor conservado, se refugian poblaciones de aves rapaces como el halcón peregrino, el águila real y el buitre leonado, de mamíferos como la cabra montés, el jabalí y el gato montés, y de reptiles como la culebra de escalera y la víbora hocicuda. A caballo entre el monte y los cultivos se desenvuelve un considerable número de especies: perdices, zorzales, búhos, mochuelos, pájaros como el mirlo, el petirrojo, el mosquitero o el arrendajo, entre las aves; zorros, jinetas, garduñas, entre los mamíferos. En el singular nicho ecológico de las lagunas, en fin, las especies habituales son por completo distintas, con una presencia mayoritaria de avifauna acuática: pato colorado, focha común, ánade real, calamón, garzas, flamencos y el insólito pato malvasía.
UN POCO DE HISTORIA
Los territorios de la Ruta del Califato se integraron con rapidez en el naciente estado de al-Andalus tras la llegada de los musulmanes a la Península. Sus poblaciones, herederas de un rico pasado romano y visigodo, crecieron y se ampliaron, adoptando una auténtica configuración urbana. Cabra, Luque, Baena, Alcaudete y otras tantas villas aparecen citadas en las fuentes más tempranas.
Su presencia es notable ya en el siglo IX, cuando la región se vio sacudida por la agitación que provocó el rebelde Umar Ibn Hafsun, el caudillo muladí, que estableció un señorío autónomo frente al poder de los emires de Córdoba.
Con la proclamación del Califato por Abd al-Rahman III, Córdoba y su área de influencia vivieron su edad dorada y alcanzaron proyección universal. Al disgregarse el estado andalusí en una multitud de reinos de taifa en el siglo XI , Córdoba y Granada encabezaron sendos principados, mientras otros lugares, como Alcalá la Real, fluctuaban entre la independencia y el vasallaje a alguno de los sultanes más poderosos. La unidad impuesta por los almorávides y almohades entre finales del siglo XI y mediados del XII dio nuevo impulso a las localidades de estas comarcas, que empezaron a jugar un destacado papel militar.
El avance cristiano después de la batalla de las Navas de Tolosa, las conquistas de Córdoba y Jaén, situaron la frontera entre cristianos y nazaríes en el corazón de esta ruta, creando una ancha franja jalonada de castillos y en gran parte despoblada, donde castellanos y granadinos jugaron sus últimas lides antes de la definitiva caída de Granada.
Esta ruta, que parece marcada por el trajín de los ejércitos era, sin embargo, un camino conocido y utilizado a lo largo de siglos, descrito a menudo en las obras de geografía y viajes de la época musulmana.
Apagado el estruendo de las armas, ya en pleno siglo XVI , el embajador veneciano Andrea Navagiero utiliza de nuevo el mismo itinerario, anunciando su vigencia hasta hoy.
VILLAS Y FORTALEZAS
La continua presencia de villas amuralladas y castillos situados sobre estratégicas alturas es un rasgo sobresaliente de esta ruta, que le da un marcado cariz histórico y romántico.
La mayoría de estas fortalezas y poblaciones surgieron precisamente durante la existencia de al-Andalus. Su aspecto castrense se acentuó, incluso, a partir del siglo XI, al estabilizarse en esta zona la frontera entre cristianos y nazaríes e intensificarse los conflictos. Se configuró entonces un auténtico rosario de villas-fortaleza.
La alcazaba o castillo constituía el principal baluarte defensivo, una ciudadela con la residencia de los gobernantes, alojamientos, mezquitas y servicios. De aquí partían los muros que circundaban la villa, la medina , solar de viviendas, mezquitas, baños y mercados.
Extramuros quedaban los arrabales, cementerios y otros espacios públicos
FECHAS DE LA HISTORIA DE AL-ANDALUS
711 Llegada de los musulmanes a la Península.
756 El príncipe omeya Abd al-Rahman I proclama en Córdoba el emirato independiente de al-Andalus.
786 Comienza la construcción de la mezquita de Córdoba.
822 Prosperidad de al-Andalus bajo Abd al-Rahman II.
879 Alzamiento del muladí Umar Ibn Hafsun, que ocupa el sur de Córdoba y Jaén.
929 Abd al-Rahman III pacifica al-Andalus y se proclama primer califa, príncipe de los creyentes, de Córdoba.
936 Se inician las obras de la ciudad de Madinat al-Zahra.
961 El califa al-Hakam II reúne una biblioteca de cuatrocientos mil volúmenes.
997 Campañas de al-Mansur, que llega hasta Santiago.
1031 Caída del califato cordobés; surgen los reinos independientes de Taifas.
1085 Alfonso VI conquista Toledo.
1091 Los almorávides extienden su poder en al-Andalus.
1146 Al-Andalus se incorpora al imperio almorávide.
1195 Los almohades contienen el avance cristiano en la batalla de Alarcos.
1198 Muere Averroes.
1212 Derrota musulmana en la batalla de las Navas de Tolosa.
1231 Al-Ahmar Ibn Nasr funda la dinastía nazarí.
1236 Fernando III de Castilla conquista Córdoba.
1238 Se inicia la construcción de la Alhambra.
1240 Fernando III domina el valle central del Guadalquivir.
1246 Jaén se entrega a los cristianos.
1248 Conquista de Sevilla por Fernando III.
1314 Comienzan las obras del Generalife.
1341 Alfonso XI conquista Alcalá la Real.
1482 Se inicia la guerra final de Granada. Boabdil arrebata el trono a su padre.
1483 Boabdil es apresado en la batalla de Lucena.
1486 Los Reyes Católicos se apoderan de Moclín.
1487 Toma de Málaga.
1489 Rendición de Almería.
1492 El 2 de enero Isabel y Fernando entran en Granada.