4.3. Sus grandes obras

Con toda la información que nos ha proporcionado el vídeo creo que lo mejor es que sigamos reflexionando sobre la vida y obra de este magnífico artista para que veamos su asombrosa evolución. Vuelve a ver el vídeo  si crees que es necesario y vamos a por las respuestas de las siguientes preguntas.

Reflexiona

  1. ¿Qué tipologías de cuadros protagonizan su etapa en la corte? ¿Hay alguno que no corresponde con esta tipología?
  2. Cuando Velázquez conoce a Rubens, ¿qué consejo le da el pintor flamenco?
  3. ¿Qué características muestran un cambio en la pintura de Velázquez durante su viaje a Italia?
  4. A su regreso a la corte, ¿qué famoso cuadro pintará?
  5. ¿Qué importancia tienen los paisajes de la Villa Medici que Velázquez pintó en su segundo viaje a Italia?
  6. ¿Cuál es la finalidad de las dos grandes obras de Velázquez pintadas en su última etapa?
Los borrachos

El triunfo de Baco o Los borrachos.
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Desde 1623, Velázquez se establece ya en la corte al servicio de Felipe IV. Ya hablamos con anterioridad del gusto del rey por el arte, ¿te acuerdas que los cuadros de desnudos femeninos no fueron muy bien acogidos por sus sucesores? Durante esta estancia está en contacto con las colecciones reales, quedando impresionada por la escuela de Venecia. Además, al estar al servicio del monarca hace que la temática religiosa disminuya. En definitiva, su estilo comenzará a dar unos pequeños cambios. Es habitual que se dedique a realizar retratos, aunque destaca una obra de carácter mitológico, Los borrachos. Lo más significativo es el tratamiento que le da al tema, parece el tema mitológico, pero en realidad no es más que una reunión de jóvenes campesinos y soldados en un acto cotidiano, lo están pasando bien aprovechando la alegría del vino. Aquí podemos también observar alguno de esos cambios que comentábamos antes, pues sus colores se van aclarando un poco y su pincelada se va haciendo más libre, aunque todavía le queda mucho por evolucionar.

A finales de los años 20 Velázquez conoció a Rubens, es quizá uno de los puntos de

La fragua de Vulcano
La fragua de Vulcano.
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inflexión en la vida del pintor sevillano, pues entendió la necesidad de formación que necesitaba y que para ello viajar a Italia se le hacía imprescindible. Y así fue, en 1629 se marchó rumbo a Italia. Visitó Génova, Milán, Venecia, Ferrara, Cento, Loreto, y por supuesto Bolonia y Roma, dos de los centros artísticos más importantes del momento, el del clasicismo y el del naturalismo. A su paso por cada una de las ciudades se dedicó a dibujar y copiar las obras de los maestros italianos. Este aprendizaje favorece de nuevo la evolución de Velázquez que sigue aclarando su paleta y soltando la pincelada. Ejemplo de este momento son dos grandes obras: La fragua de Vulcano y La túnica de José. En ambos se aprecia la influencia de los estilos italianos. Sus composiciones son equilibradas, basándose en la geometría, y por lo tanto muy cercano al concepto renacentista. Los cuerpos desnudos son como si fueran relieves clásicos, serenos, escultóricos. También es conveniente fijarse en las expresiones, si no observa el rostro de Vulcano cuando entra Apolo en la fragua, ¿acaso no está bien captado ese sentimiento en el momento en el que el dios le comunica que su esposa Hera yace con Marte?



A su regreso a España, ya con más de 30 años, podríamos afirmar que el pintor se encuentra en una etapa de madurez artística, no es de extrañar a tenor de la formación tan completa que el pintor ha recibido.
De nuevo en la Corte continúa con su labor retratistica. Pero sin duda será la decoración del Palacio del Buen Retiro donde empleará gran parte de su tiempo. Destacan los retratos ecuestres que realiza de Felipe III, Felipe IV, sus esposas y el del deseado heredero El príncipe Baltasar Carlos. En ellos vemos definitivamente como su paleta se ha aclarado, es como si los paisajes de la Sierra de Guadarrama que aparecen de fondo, convirtiéndose casi en un icono, hubiesen sido pintados al aire libre.


Para el Salón de Reinos se encargan una serie de cuadros que ilustran batallas, Velázquez pintará para la ocasión La rendición de Breda, también conocido como Las lanzas por las que portan en la esquina derecha del cuadro los soldados españoles. Se trata de la entrega de las llaves de la ciudad por Justino de Nassau a Ambrosio Spínola, jefe de los Tercios españoles que lucharon contra la insurrección de las provincias holandesas. De nuevo el paisaje que aparece de la escena tiene un carácter plenairista, y eso que es inventado porque el pintor nunca visitó el lugar del acontecimiento. 

El príncipe Baltasar Carlos a caballo La rendición de Breda
El príncipe Baltasar Carlos a caballo.
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La rendición de Breda.
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Gran admiración merecen los retratos que realizó de los hombres de compañía de la corte, es decir, de enanos y bufones que vivían en la corte para entretener. Lo curioso es el tratamiento que le da a estos personajes, pues para nada lo hace desde el aspecto cómico ni caricaturesco, sino que a pesar del realismo con que los plasma queda atenuado por la sutil melancolía que los envuelve, así como por estar representados con una gran ternura, humanidad y enternecimiento. Son varios, como por ejemplo El niño de Vallecas, Calabacillas, Sebastián de Mora o Pablillos de Valladolid.

Ya sabemos que la temática religiosa es imprescindible en la España de la época, por eso, a pesar de no ser la obra mayoritaria de Velázquez también será cultivada fundamentalmente el deseo del rey. Quizá sea el Cristo crucificado una de las obras más interesantes. Nos recuerda a su maestro Pacheco, pero en él ya vemos asimilados las formas más clásicas en el modelado del cuerpo tratado como si de una escultura se refiere. Este clasicismo es fruto de su aprendizaje, pero no debemos olvidar que en la Sevilla barroca en la que se educa el pintor las líneas clásicas, sin estridencias ni dramatismos imperan en la obra de sus contemporáneos como Martínez Montañés. 

El niño de Vallecas Crucificado
El niño de Vallecas.
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Cristo de San Plácido.
Imagen en Wikimedia Commons de dominio público



A pesar de la situación política del país y las circunstancias familiares del monarca, Felipe IV decide realizar una transformación del Alcázar al gusto

Inocencio X Villa Medici

Retrato del papa Inocencio X.
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Paisaje de Villa Medici.
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italiano de moda. Para eso contará con la ayuda de Velázquez a quien envía a Italia para comprar pinturas y esculturas. Así que en 1649, un Velázquez ya bien posicionado vuelve a Italia aprovechando la comitiva que iba a recoger a la nueva prometida del rey, Mariana de Austria. En Italia se reencuentra con ese ambiente de belleza y plenitud del que le cuesta trabajo salir y abandonar. Durante ese tiempo, además de adquirir piezas para la colección real y buscar a pintores para que realizaran los frescos del Alcázar, aprovecha su condición para conocer más a fondo el Vaticano. Realizará entonces el magnífico retrato del papa Inocencia X. Aunque es continuador del modelo tradicional, añade todo el carácter del personaje, sorprendiendo incluso al propio pontífice que al verlo exclamó: “¡troppo vero!”.

Velázquez volverá a la Villa Medici que ya había conocido en su primera estancia. Ahora va a reflejarla en dos obras en las que muestra una nueva técnica pictórica de gran modernidad. Se trata de dos paisajes de los jardines de esta villa en los que capta el ambiente exterior lleno de poesía, pero sobre todo con una luz y una pincelada tan libre que el maestro se adelanta unos doscientos años en la técnica impresionista.

En 1651, y tras ser reclamado por el rey en numerosas ocasiones, regresa a Madrid. Debe continuar con sus labores de decoración del Alcázar. De nuevo Italia le anima a las composiciones mitológicas, así realiza Mercurio y Argos. 

En esta línea mitológica consigue realizar uno de los escasos desnudos de la época en la pintura española, La Venus del espejo. 

Una de las obras culmen de estos últimos años es Las hilandera o La fábula de Aracne. Es un cuadro curioso, aunque ya hemos visto esta composición en sus obras de la etapa sevillana, Nos estamos refiriendo como en pintor coloca en un primer plano un tema cotidiano. Pero al fondo, y de una manera totalmente integrada aparece otro asunto, en este caso una historia mitológica. Así en primer término nos encontramos con un taller de unas hilanderas que están tejiendo, mientras que en el tapiz del fondo está representado el Rapto de Europa. 

Pero sin duda, la obra más famosa de Velázquez es Las Meninas, pintada en esta época. Visiblemente, se trata de un retrato de la infanta Margarita con sus sirvientes. A su lado está el pintor con un gran lienzo, pero si observas con atención no está mirando hacia la niña, sino que está de espaldas, mirando hacia nosotros. Mira ahora el espejo del fondo en donde aparece la efigie de la pareja real, por lo tanto es probable que sean ellos los verdaderos retratados, mezclando la realidad y los reflejos.

Y es que durante esta última etapa de su vida el pintor estuvo centrado en ennoblecer el arte de la pintura, pues deseaba que se le concediera un título nobiliario, que finalmente le será otorgada la cruz de Santiago en 1659.

Las hilanderas Las Meninas
La fábula de Aracne o Las hilanderas.
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Las Meninas.
Imagen en Wikipedia de dominio público

Para saber más

El tratamiento de la perspectiva en Las Meninas

Las Meninas
Estudio de Las Meninas.
Imagen en Flickr bajo licencia CC

Si preguntas a la gente que te diga sin pensar mucho una obra de arte famosa es posible que una gran mayoría mencionen en cuadro de Velázquez Las Meninas. El por qué a lo mejor no es tan fácil de explicar, pero razón no les falta al considerar esta obra como una de las mejores de las historia del arte.

La cuestión reside, entre otras muchas cosas, en el tratamiento que tiene la perspectiva, o las perspectivas, porque tanto la lineal como la aérea está fabulosamente conseguidas. En realidad se parte de un esquema tradicional con un único punto de fuga en él convergen todas líneas, este es la puerta que se abre al fondo en la que aparece un hombre de negro, el aposentador José Nieto Velázquez. La composición es repetitiva en su forma, resultando equilibrada a pesar del aire de improvisación que parece tener. Así, se establecen dos tríos principales. Uno de ellos está formado por el pintor, la infanta Margarita y María Agustina Sarmiento que ofrece una jarra a la niña. Por otro lado aparece la otra de las sirvientas, Isabel de Velasco, los enanos Maribárbola y Nicolasito Pertusato. Los planos se van alejando poco a poco, a medida que se van distanciando del espectador. ¿Y qué decir de la situación en la que se coloca el propio pintor? Ahí juega un papel fundamental la intención de elogiar el arte de la pintura, pues está situado alejado del grupo principal, ya que más que participar en él es como si estuviera imaginando la escena, en un ejercicio de creación más que trabajando.

Pero eso no es todo, pues la captación del ambiente de la sala supera con creces la mejor de las perfecciones. En la sala aparece todo difuminado, como si el aire interceptara los distintos planos de luz, evocando la distancia y el espacio.

Por último, no debemos dejar pasar por alto el espejo del fondo de la habitación, en el que aparecen reflejados los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria. Si la pareja aparece reflejada es porque se sitúan fuera del cuadro, probablemente en el lugar en donde nos encontramos nosotros. Pero esta situación nos hace partícipes a nosotros, pues estamos colocados en el mismo lugar que los monarcas, así el espacio se vuelve tridimensional.

Importante

Tras su época sevillana, podemos resumir la vida y obra de Velázquez en las siguientes etapa:

  • Llegada a la Corte (1623-1629), tras conocer las colecciones reales y trabajar al servicio del monarca su estilo comienza a dar pequeños cambios. La temática religiosa disminuye, aumentan los retratos y se inicia en la mitológica con Los borrachos
  • Primer viaje a Italia (1629-1631), donde conoce las obras de los grandes maestros del Renacimiento de de su época. Este aprendizaje favorece de nuevo la evolución de Velázquez que sigue aclarando su paleta y soltando la pincelada. Ejemplo de este momento son dos grandes obras: La fragua de Vulcano y La túnica de José.
  • Regreso a la corte (1631- 1649). Se dedica a la decoración del Palacio del Buen Retiro en donde destacan los retratos ecuestres de la familia real, así como La rendición de Breda. Gran admiración merecen los retratos que realizó de los hombres de compañía de la corte, representados con una gran ternura, como El niño de Vallecas. No abandonará los temas religiosos, uno de los más importantes es su Cristo crucificado.
  • Segundo viaje a Italia (1649-1651). Su nombre le abre las puertas de las estancias vaticanas en donde realiza uno de sus mejores retratos, El papa Inocencio X. Esta etapa supone un adelanto en la historia de la pintura con la pincelada y el tratamiento del aire libre en Los paisajes de la Villa Medici.
  • Últimos años (1651-1659)Las Hilanderas y Las Meninas se encuentran entre sus obras más conocidas e importantes. Se distinguen por una técnica perfecta, así como por su mensaje de querer ennoblecer el arte de la pintura.