1. El origen de todo: el tenebrismo
La pintura barroca, aunque diferente en sus estilos, ya sea por cada personalidad, escuela o país, parte de unos rasgo comunes. En general podemos advertir que en mayoría de los pintores utilizan el óleo sobre lienzo que da mayores posibilidades para detenerse en todo lujo de detalles y alcanzar el máximo parecido con la realidad. Eso sí, la realidad en ocasiones es bella y en otras no tanto, por lo que belleza y fealdad se dan la mano en unas representaciones naturales que se alejan de cualquier tipo de idealización y, por supuesto de la noción teórica de la representación manierista de finales del siglo XVI. Pero el óleo no será la única técnica pues el fresco será imprescindible para decorar los interiores de los edificios, en especial sus muros y cubiertas. Esta idea representa muy bien ese concepto de teatralidad del barroco y de la integración de las artes, ejerciendo la pintura un papel propagandístico de los poderes principales, la Iglesia y el Estado en iglesias y palacios.
En cuanto a la pintura del Renacimiento que ya hemos estudiado, podemos apreciar ciertas diferencias, vamos a ir comentándolas y viendo semejanzas y diferencias.
Por ejemplo, en cuanto al color es probable que te acuerdes de la importancia que tenía el dibujo, cómo utilizan composiciones geométricas muy en relación con los conceptos matemáticos debido a la búsqueda de la proporción y una perspectiva que logran alcanzar. Pues bien, transitamos un paso más adelante. En el siglo XVII asistimos a un predominio del color sobre el dibujo en donde la mancha se apodera de la línea, siendo complicado adivinar donde comienzan y terminan los perfiles.
En cuanto a las composiciones, son más abiertas, asimétricas y muy dinámicas, apostando por una disposición de los personajes y elementos en diagonal o de forma cruzada, formando lo que se denomina quiasmo. Esto es posible gracias a unas figuras que se mueven exageradamente, rozando el dramatismo y mostrando unas pasiones y sentimientos exaltados.
La perspectiva, que como ya hemos comentado, ya se había alcanzado con anterioridad, pero ahora se recrea una profundidad continua alcanzando la tercera dimensión, por ejemplo con el empleo de escorzos. Muy empleados serán las falsas apariencias que inducen a la apertura de espacios fingidos, nos referimos la trompe l’oeil.
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Escorzo. Conversión de San Pablo de Caravaggio. Imagen en Wikipedia. Dominio público |
Trampantojo en la Iglesia del Gesú, Roma. |
Muy novedoso será el uso de la luz, marcada por fuertes contrastes de claroscuros. La iluminación de los cuadros suele proceder de focos casi artificiales, no de una puerta o ventana por la que entra, sino más bien parece que es un foco de un escenario. Claro, seguro que de nuevo se te viene a la cabeza que parece una escena de un teatro. Este empleo de una iluminación muy potente que alumbra tenazmente una parte de la escena y deja prácticamente en penumbra otra es llamada tenebrismo.
Entre los temas que plantean, los religiosos y mitológicos siguen siendo importantes, siendo de gran trascendencia las alegorías. Realmente podemos afirmar que la pintura barroca religiosa se pone al servicio de la Iglesia y del espíritu de la Contrarreforma en los países católicos. Por ello no es de extrañar encontrarnos con pinturas dogmáticas, vanitas, martirios de santos, rompimientos de gloria, etc. Pero claro, en los países en donde la Reforma había triunfado estos asuntos no cuadraban, por lo que se decantan por los retratos, bodegones, paisajes y pintura de género en general que cuadraba mejor con la mentalidad y las casas de los burgueses a donde iban normalmente destinadas.
Reflexiona
Observa detenidamente estos dos cuadros separados casi dos siglos en el tiempo pero con muchos elementos comunes, entre ellos, el tema: jugadores de cartas. Ambos pertenecen a la primera etapa artística de los dos pintores, y en ellos hay un exhaustivo análisis del claroscuro. ¿Sabrías decir qué papel juega la luz en ambas obras?
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Caravaggio, Jugadores de cartas, 1595 |
Goya, Jugadores de naipes, 1778 |