3.2. La verdad interior
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San Agustín de Hipona (Ayuntamiento de Sevilla) |
Distingue entre el conocimiento sensible, que tiene su origen en los sentidos y se refiere a los objetos de este mundo, y el racional, que se ocupa de lo ideal. Como Platón, también Agustín de Hipona entiende que el verdadero conocimiento no puede referirse a los objetos sensibles de este mundo, siempre cambiantes y respecto a los cuales no cabe un conocimiento universal y necesario, sino a las ideas, que siendo eternas, necesarias e inmutables, son la expresión de lo verdadero.
Recordarás que Platón se planteó el siguiente problema: ¿cómo conocemos las ideas si pertenecen a un mundo (el inteligible) en el que el hombre no está porque vive en el sensible? Su respuesta fue la siguiente: conocemos porque recordamos unas nociones que al unirnos al cuerpo olvidamos. Como cristiano, Agustín de Hipona no comparte el concepto de preexistencia del alma, entonces, ¿cómo explica nuestro conocimiento de las ideas?
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Santa Trinidad. Imagen de Lawrence OP en Flickr. Licencia CC |
Es Dios quien ilumina nuestra alma. La verdad está en nuestro interior. El autotrascendimiento nos conducirá desde nuestra propia naturaleza cambiante hasta la luz de la razón y sus verdades inmutables.
El autotrascendimiento tiene una dimensión moral, ya que este camino interior que conduce a Dios por la razón es el mismo camino que conduce a su amor y con ello a la plenitud y la felicidad de quien lo experimenta.

Importante

Importante
La argumentación más desarrollada y característica de su pensamiento es aquélla que parte de la vía interior y que entiende que la presencia en nuestra alma de ideas y principios inmutables y necesarios presupone la existencia de un fundamento inmutable y necesario, esto es, Dios, única razón posible de la iluminación de nuestra mente.
Todo parte de Dios, que es considerado como la “Suma Esencia”. El dualismo platónico entre el mundo inteligible y sensible es adaptado por él a un dualismo entre Dios y lo creado. Dios, inmutable y eterno, es la razón de la existencia de los seres creados, sujetos al devenir y a la temporalidad. Los seres creados lo son por participación y necesitan de él para existir. San Agustín entiende de este modo el concepto de creación: Dios creó el mundo desde la nada por un acto libre y voluntario y en este acto se originó el tiempo. Todas las cosas de este mundo se encontraban ya presentes en la mente de Dios como ejemplares o modelos, tanto las presentes en el momento inicial, como aquellas que se desarrollarían con posterioridad.

Para saber más
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San Anselmo de Canterbury Imagen de Dominikmatus en Wikimedia Commons. Dominio público |
San Anselmo de Canterbury, un pensador del siglo XI perteneciente a la tradición agustiniana, desarrolló un argumento demostrativo de la existencia de Dios que tuvo una gran trascendencia filosófica en siglos posteriores, fue el llamado argumento ontológico. Este argumento puede resumirse del siguiente modo:
Todos entienden el concepto de Dios como lo máximo pensable. Un ser así ha de existir no solo en el pensamiento, sino también en la realidad, ya que si no existiera en la realidad cabría pensar en otro mayor que él, uno que existiera realmente, lo cual es una contradicción. Por lo tanto Dios existe no solo en el pensamiento, sino también en la realidad.
En este enlace de mercaba.org tienes acceso a este argumento y al estudio de su repercusión en autores como Santo Tomás de Aquino, Descartes y Kant.
