2.1. Particularidades. La Catedral de Murcia

Aunque el interior de la catedral de Murcia, salvo pequeñas excepciones, sea totalmente gótico, su fachada es barroca, y por ello vamos a detenernos un momento en ella.

La fachada o imafronte (la fachada principal opuesta a la cabecera de una iglesia) de la Catedral de Murcia fue realizada en la primera mitad del siglo XVIII por Jaime Bort. Con esta obra se cerraba la obra constructiva de la catedral, que había empezada varios siglos atrás, y lo hacía generando un espacio teatral para las celebraciones.

La fachada, dedicada a la Virgen de la Asunción, pues es titular de la Catedral, parecer haber sido pensada más como un retablo que como una obra arquitectónica (algo parecido a lo que puede verse en la fachada del Hospital de la Caridad en Sevilla). Nos encontramos ante tres cuerpos horizontales, siendo el central mucho más alto (tiene casi sesenta metros de altura) pues consta de dos cuerpos verticales, que está separando por columnas corintias. Las bases y el entablamento, que sobresalen, otorgan un movimiento típicamente barroco a la fachada a la vez que anuncian la distribución interior del templo. El cuerpo central tiene dos plantas, está rematada por una bóveda de cuarto de esfera (que a decir de algunos puede recordar a una exedra) y una cornisa enorme. Hubo en la fachada una colosal escultura de Santiago Apóstol que debió ser retirada después de un terremoto por su excesivo peso y peligro de derrumbe.

Fachada de la Catedral de Murcia. Imagen en Wikipedia. Licencia CC.

La sensación de movimiento se ha buscado no sólo a través del entablamento y las columnas sino también por los contrastes que salientes y entrantes producen generando un juego de luz, característico del barroco. Las imágenes que encontramos hacen referencia al milagro de la Cruz de Caravaca, la Asunción de Nuestra Señora, santos españoles… Sin duda, esta fachada funciona como escenario de fondo de la dramaturgia litúrgica; de hecho, parece pensada abriéndose a la plaza a través de la cual se accede a la catedral. Hay una gran dosis de teatralidad de la que, sin embargo, parece ausente el sentimiento de interioridad; podría decirse que la luminosidad—excesiva—no permite el recogimiento. Esto puede entenderse como algo típico de la religiosidad católica del barroco en la que se busca la afirmación solemne de lo que se cree.