1. La tragedia
Según Aristóteles, la tragedia es una “imitación de una acción elevada y perfecta, de una determinada extensión, con un lenguaje adecuado en cada parte, por medio de la acción y no de la narración, que conduce, a través de la compasión y el temor, a la purificación de estas pasiones".
En efecto, la tragedia es imitación y espejo de la vida misma, de sus momentos cumbre, de pasiones y emociones. Debe tener una secuenciación determinada, y una longitud correcta: ni demasiado larga, ni demasiado breve. Su lenguaje debe poseer ritmo y armonía, sin elementos vulgares. Debe haber equilibrio entre las partes habladas y cantadas. El diálogo es la esencia del drama, el vehículo de la acción. Los monólogos han de usarse excepcionalmente. Debe provocar simpatía en el espectador.
Los autores
Esquilo Guérin: Clitemnestra duda asesinar a su marido |
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Esquilo
Esquilo fue el primero de los tres grandes autores trágicos. Su estilo es rico en recursos literarios, retórico y arcaizante, con reminiscencias homéricas. Adapta el lenguaje al personaje, y la variedad y riqueza de sus matices es similar a la que utiliza en sus escenografías, que como productor cuidaba hasta el mínimo detalle. Sus obras debían resultar espectaculares en todos los aspectos.
Esquilo compone trilogías, series de tres piezas sucesivas sobre un tema conjunto. Solo nos ha llegado íntegramente una de ellas, La Orestía, que consta de Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. Cada pieza es una unidad en sí misma, que puede representarse sola, pero entre las tres narran una sola historia en tres etapas: el asesinato de Agamenón por su esposa Clitemnestra, la venganza que sobre ella tomó su hijo Orestes al matarla, y su absolución final del crimen de parricidio ante los dioses y los hombres. El problema que se debate es la venganza del homicidio en el seno de una familia.
Recordemos la historia: La casa real de Micenas sufría una maldición que pasaba de padres a hijos, desde las terribles historias de Atreo y Tiestes. La venganza de este último habría de cumplirse en la siguiente generación, la de Agamenón, que sería asesinado por su propia esposa, Clitemnestra, y por el amante de esta, Egisto, que no por casualidad resultaba ser hijo de Tiestes, al igual que Agamenón lo era de Atreo.
La primera pieza de la trilogía, Agamenón, se centra en este asesinato. Un vigía avisa a Clitemnestra del fin de la guerra de Troya. Cuando Agamenón llega a palacio, ella lo recibe poniendo a sus pies un rojo tapiz que simboliza la sangre. Casandra predice el crimen antes de pisar la entrada. Poco después se oyen gritos. Agamenón y Casandra han sido asesinados. Egisto proclama triunfante la muerte de Agamenón. Las Coéforas es la segunda pieza. Comienza junto a la tumba de Agamenón, donde encontramos a Orestes, recién llegado de la Fócide con su amigo Pílades. Entra en escena su hermana Electra con un grupo de esclavas. Orestes y Electra se reconocen y planean la venganza por el asesinato de su padre. Orestes y Pílades fingen ser extranjeros llegados de Delfos para comunicar a Egisto y Citemnestra la muerte de Orestes. Poco después de entrar en el palacio, Orestes mata a Egisto. Se encuentra a su madre y duda. Pílades lo anima y Orestes asesina por fin a Clitemnestra: ella lo amenaza con las Furias, que lo perseguirán sin clemencia. Las Euménides es la tercera entrega de la trilogía. Las furias persiguen a Orestes, que se refugia en el templo de Apolo. Atenea preside un juicio que se resolverá a favor de Orestes. Las furias respetan la decisión del tribunal de absolver al matricida, por lo que son llamadas “Euménides” (benevolentes).
Tienes más información sobre Esquilo y otras obras de este autor en esta web dedicada a él.
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Sófocles Nikiforos Lytras: Antígona frente al cadáver de Polinices |
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Sófocles
El segundo gran trágico de Atenas, Sófocles, aprendió mucho de Esquilo, pero pronto creó un estilo personal y un tipo muy suyo de drama trágico. Su unidad no era la trilogía sino la pieza única. Las siete obras que de él conservamos, de unas 125 que escribió, hacen ver que lo que perdió en amplitud lo ganó en profundidad.
Sófocles invariablemente consigue la tensión dramática, y en el proceso que va desde el comienzo hasta la conclusión hace uso de una ironía especial, que muestra lo diferente que es la realidad de las cosas de su apariencia. En Antígona comenzamos por creer que Creonte tiene razón al prohibir el sepelio del cadáver del traidor Polinices y Antígona no la tiene al desobedecerle, pero de un modo inexorable vamos comprendiendo que es al revés. En Edipo Rey, Edipo, que da la impresión de ser un sabio con pleno dominio de su pueblo y de sí mismo, descubre que vive en plena ignorancia de su verdadera situación de criatura aborrecida por los dioses y termina por cegarse y abandonar la ciudad como un forajido.
¿Qué historia narran estas dos tragedias? La de un príncipe de Tebas, Edipo, que es abandonado poco después de nacer por sus padres, asustados por las predicciones del oráculo: su hijo llegaría a ser el asesino de su propio padre y esposo de su propia madre. El cumplimiento de este terrible destino a pesar de los esfuerzos de todos por evitarlo. La no menos trágica historia de la hija de Edipo, Antígona, que muere en su empeño de respetar las leyes de los dioses en contra de las que quiere imponer su tío, el tiránico regente Creonte.
¿Qué cuenta Antígona?
Los dos hermanos de Antígona luchan por el trono de Tebas. Eteocles y Polinices debían turnarse en el poder, pero Eteocles decide quedarse en el poder después de cumplido su período. Polinices reúne un ejército y regresa para reclamar lo que es suyo. El enfrentamiento concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro. Creonte, entonces, asume la regencia y ordena que, por haber traicionado a su patria, Polinices no recibirá sepultura ni honras fúnebres (esenciales para los griegos y obligatorias por ley divina). Antígona no obedece a su tío: entierra a su hermano y realiza los ritos habituales. El castigo sería la muerte, encerrada sin agua ni alimento en una cripta. Hemón, su prometido, hijo del tirano, no llega a tiempo de salvarla y pone fin a su propia vida atravesándose con su propia espada. Su madre, Eurídice, esposa de Creonte, se suicida también al saber que su hijo ha muerto.
La ironía de Sófocles es un instrumento para destacar el contraste entre las ilusiones que mecen a los hombres, en especial a los grandes y poderosos, y la realidad inexorable que más tarde o más temprano los destruye. En este contraste reside el conflicto trágico, y el mundo central del mundo dramático de Sófocles.
Puedes leer más sobre Sófocles aquí.
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Eurípides Eugène Delacroix, Medea furiosa |
Eurípides
Eurípides utiliza en sus tragedias un prólogo convencional, en el que se resume la situación, algo que ya no se ve en Sófocles, y las remata a menudo con una epifanía, casi tan convencional, de un dios. Las tragedias primitivas estaban en íntima conexión con los ritos religiosos, y la aparición de en escena del dios al final servía para destacar las conclusiones y las moralejas que pudieran sacarse de la acción. Tampoco siguió los modelos de Esquilo y de Sófocles en el tratamiento del coro. Le confiere un papel importante, pero rara vez le permite emitir juicios graves sobre lo que está sucediendo en la acción dramática, y evitar hacer consideraciones sobre las leyes universales. Lo emplea para expresar ideas generales sobre asuntos mucho más mundanos, tales como la posición de la mujer, la inutilidad de la guerra, las penas y preocupaciones del matrimonio.
La perentoria necesidad de contar las cosas tal como son hizo a Eurípides sondear las zonas más oscuras del alma. Y en Medea esto se ve claramente. La leyenda nos cuenta cómo ayudó a Jasón a conseguir el Vellocino de Oro, cómo le salvó la vida y cómo volvió a Grecia con él, convertida en su esposa. Sin duda, Medea fue siempre una figura ambigua, ya que sus artes mágicas habían causado más de una muerte. Eurípides se pregunta cómo sería esta mujer en realidad, cómo sería su vida con Jasón. La obra comienza en el momento en que el matrimonio se ha deshecho y Jasón se dispone a contraer nuevas nupcias con la hija del rey de Corinto. El amor de Medea se transforma en odio mortal. Con una corona y un vestido envenenado mata a la novia y al padre de esta, y mata también a los hijos que ha tenido con Jasón. La empuja un furor asesino, pero a la postre triunfa. Se ha asegurado un refugio en Atenas y al final de la pieza se jacta de haber destruido a Jasón. Eurípides se propone hacer el fiel retrato de una extranjera, hechicera por más señas, y le atribuye todo el desenfreno pasional y todo el salvajismo de una bárbara. Sabe presentarla con una comprensión tan grande de su humillación, que no podemos por lo menos de sentir simpatía hacia ella. Al mismo tiempo no escatima los rasgos desfavorables para Jasón, movido por la torpe ambición y totalmente incapaz de confesar la verdad a Medea o justificarse adecuadamente. Medea, humanamente, es superior a Jasón.
Hipólito es la historia de un joven virginal que adora a Ártemis y desprecia a Afrodita. Con esto la ofende y ella, con el tradicional modo de obrar de los dioses, decide su perdición. Para ello hace que Fedra, su madrastra, se enamore de él y trate que el joven le corresponda. Hipólito se horroriza, pero jura no decir nada. Fedra, desesperada y avergonzada, se ahorca, pero antes deja a su marido, Teseo, una carta en la que acusa a Hipólito de haberla forzado. Teseo maldice a Hipólito ante Poseidón, y este hace salir del mar un toro monstruoso que hace que los caballos del joven se desboquen. Mortalmente herido, Hipólito es llevado a su casa. Recrimina a Ártemis por haberlo abandonado en su muerte.
Eurípides muestra aquí la actuación de los dioses en un mundo real. Afrodita es la fuerza de la pasión natural. Ártemis es el instinto menos frecuente de pureza, muy propio para alentar un orgullo desmedido, como el caso de Hipólito. La tragedia estriba en que el joven, aun siendo inocente de la acusación por la que muere, es culpable de soberbia ante los dioses.
Es asimismo un poeta genuinamente trágico, porque no ve consuelo alguno para lo que sucede. Nos deja una sensación inexplicable de frustación y de desastre ante los espantosos destinos a los que abocan los hombres por sus circunstancias y caracteres. En los momentos catastróficos sus personajes son más auténticos y exhiben el caudal íntegro de sus naturalezas. No son héroes en el sentido homérico, pero alcanzan una grandeza peculiar, precisamente por ser sus sufrimientos tan horrendos.
Aparte de Medea e Hipólito, conservamos otras dieciséis obras suyas.
El drama satírico
Desde los años de Tespis, los autores dejaron a un lado las aventuras y desventuras de Dioniso y adoptaron y adaptaron historias de héroes, como Heracles. El coro de sátiros fue sustituido por ancianos -o ancianas. Pero los griegos pudieron siempre respirar a Dioniso en cada obra. De hecho, si se criticaba una mala obra o una mala representación, se decía que no tenía nada de “dionisíaca”.
En los festivales, cada poeta participaba con tres tragedias y un drama satírico.
El coro estaba formado por sátiros, liderados por un viejo Sileno, compañero inseparable de Dioniso. Aunque su estructura es similar a la de la tragedia, es más corto y menos formal. Su función era dar un descanso a la atención del público, probablemente agotado después de contemplar la representación de tres tragedias consecutivas. Solo se conservan Los buscadores, de Sófocles y El Cíclope, de Eurípides.
Actividad de lectura
Los siguientes textos pertenecen a cinco tragedias diferentes de los tres autores trágicos. Identifica la tragedia a la que pertenecen, al autor de la misma y al personaje, razonando brevemente tu respuesta.
1. "La verdad ha quedado al desnudo. ¡Oh, luz! ¡Por vez postrera mis ojos te contemplan! Ya todo se ha descubierto: Nací de quienes no debiera; con quien no debiera me casé, y he matado a quien menos debía."
2. "Sabe bien esto ahora: no por causa de una mujer me he unido al lecho real que ahora poseo, sino, como te he dicho antes, por querer salvarte a ti y por engendrar hijos reales que fuesen hermanos de nuestros hijos, protección para la casa."
3. "¡Qué alarido de triunfo ha lanzado la mujer toda audacia, como en una batalla victoriosa! ¡Y finge alegrarse de un retorno feliz! Y sí no me creéis, me es igual. ¿Qué importa? Lo que ha de ser, llegará. Y tú, estando presente, pronto me dirás, lleno de lástima, que soy una adivina demasiado verídica."
4. "Deberías haber llorado y haberte dado cuenta entonces, cuando te atreviste a violar a la esposa de tu padre."