3.2. El Ensanche urbano u orla pericentral.
La Revolución industrial modificó sustancialmente el crecimiento y el plano de las ciudades. Las industrias se instalaron en las grandes urbes, y a ellas empezó a llegar un elevado número de personas procedentes del campo que buscaban en las fábricas un trabajo mejor que el que abandonaban. La consecuencia inmediata fue el crecimiento rápido de las ciudades que se convirtieron en áreas con altas concentraciones industriales.
La industrialización repercutió de muchas maneras sobre el plano urbano, pero en el caso de las zonas residenciales tuvo dos consecuencias fundamentales. Por una parte aparecieron los barrios obreros, que en muchos casos eran zonas de chabolas en las que se hacinaba el proletariado y que no reunían las más mínimas condiciones para vivir en ellas.
Por otra parte, surgió un nuevo tipo de ciudad, el ensanche urbano, que de una forma planificada y racional, pretendía encauzar el nuevo crecimiento urbano por el exterior de la zona amurallada. El ensanche, configurado por viviendas de elevada calidad destinadas a la burguesía, sería el fenómeno más característico del urbanismo decimonónico. Las ciudades más industrializadas como Madrid, Barcelona o Bilbao, pero también otras a menor escala, construyeron ensanches que encauzaron el crecimiento demográfico, y en consecuencia el urbano, por la periferia de la ciudad medieval.
![]() |
El ensanche de Bilbao junto a la ría del Nervión es uno de los más característicos de las ciudades españolas del siglo XIX y principios del XX. Imagen extraída de Google Earth. |

Objetivos
El impacto del ferrocarril y el derribo de las murallas.
El crecimiento de las ciudades implicó un problema inmediato. Los antiguos recintos amurallados impedían que el crecimiento pudiera ser fácil. Los lienzos de las murallas coartaban el tráfico entre las diferentes partes de la ciudad y eran un obstáculo para el desarrollo de las mismas, de ahí que a mediados del siglo XIX se decidiera su derribo.
El espacio que quedó vacio como consecuencia de su desaparición fue aprovechado para ocuparlo en su lugar por algún tipo de vía de comunicación que comunicara a la antigua periferia extramuros. Esto se llevó a cabo rodeando con los denominados cinturones de ronda a la parte que había quedado vacante tras la desaparición de las murallas.
Por otra parte, y en total consonancia con el fenómeno de la industrialización, hizo su aparición el ferrocarril. Era lógico, desde la mentalidad de la época, que las estaciones donde paraban los trenes se encontraran lo más cerca posible de las ciudades. De esta forma se favorecía el que los viajeros tuvieran que desplazarse el menor recorrido posible desde sus lugares de residencia al apeadero donde podían tomar el tren.
Surgieron así las estaciones aprovechando los espacios vacíos más próximos que existían cerca de las ciudades. Pero ese hecho implicaba también que las vías férreas debían acercarse al máximo posible a los lugares habitados. Y esto tuvo una gran repercusión sobre la trama urbana posterior, ya que la presencia de las vías férreas coartó y condicionó en numerosos casos la posterior evolución del crecimiento del plano de la ciudad. Solo en décadas recientes ha sido posible enterrar estos dogales que se ejercían sobre el crecimiento de la misma, o ubicarlos en el exterior construyendo nuevas infraestructuras férreas que eliminen el paso de los ferrocarriles por el centro de las actuales ciudades.
![]() |
El soterramiento de las vías de ferrocarril en la estación de Córdoba es un claro ejemplo de cómo ha sido necesario eliminar el obstáculo de las antiguas vías del tren, que eran una herencia típica del urbanismo decimonónico. Imagen extraída de Google Earth. |

Pre-conocimiento
Los parques urbanos y otras infraestructuras propias de las ciudades industriales.
No solo fue en las murallas, en el ensanche o en el ferrocarril donde dejó sentir su impacto la industrialización. También hubo importantes transformaciones de la trama urbana en otros sentidos que, aunque quizás no tan espectaculares como los anteriores, por la influencia que tuvo sobre el urbanismo de esta época, fueron también decisivos para el posterior devenir de las ciudades.
Así, es en este momento cuando aparecen los primeros grandes parques urbanos. Estos se ubican junto a los centros históricos y no son otra cosa que la respuesta de los Ayuntamientos a la demanda de la burguesía, que exigía un espacio de recreo cerca del lugar donde habitaban.
Algo parecido sucedió con otras infraestructuras que aparecen en esta época y que, aunque no tienen nada o casi nada que ver con la industrialización, dejaron también su huella sobre el plano urbano. Es el caso de la erección de plazas de toros. Su ubicación en el plano (salvo en los casos en los que posteriormente se han trasladado a zonas de la periferia) es bien indicativa del crecimiento que hasta ese momento había seguido la ciudad, ya que al aparecer a finales del XIX y principios del XX, su emplazamiento hace referencia sobre cuales eran entonces, aproximadamente, los límites de la ciudad.
Por el contrario, la política higienista que empieza a divulgarse desde hace algo más de dos siglos, tiene como consecuencia la prohibición de los enterramientos en el interior de las ciudades, y consecuentemente, la creación de los cementerios en lugares alejados de las mismas. El cementerio indica pues en el plano hasta donde NO llegaba la ciudad en ese momento. Sin embargo, en numerosos casos, el fuerte crecimiento de las ciudades durante el siglo XX los ha acabado integrándolos como parte del conjunto urbano de las mismas.
![]() |
El parque del Retiro en Madrid es el típico jardín decimonónico que surge al amparo del crecimiento urbano de las ciudades en la época de la industrialización.
Publicado por Beatriz M. R. en Wikipedia bajo licencia CC
|

Actividad de Lectura
Lee el siguiente texto sobre las condiciones de vida en las ciudades durante la Revolución Industrial. Su autor fue Federico Engels en 1845 y su titulo las condiciones de vida del proletariado en Inglaterra, aunque podría ser perfectamente identificable con la situación de las ciudades españolas durante el siglo XIX.
Por un informe parlamentario sabemos qué inmundicia
reina en las casas de los pobres, en Edimburgo; cosa naturalísima, por lo
demás, en tales circunstancias. Sobre los barrotes de las camas, las
gallináceas encuentran su refugio por la noche; perros y hasta caballos duermen
con los hombres en las mismas piezas, y una consecuencia natural es la
presencia, en estas habitaciones, de ejércitos de animales parásitos y de una
horrible suciedad y hedor. La forma en que está construida Edimburgo favorece
todo lo posible este horrible estado de cosas. La ciudad vieja está edificada
sobre los dos lados de una colina, sobre cuya loma corre la calle alta (High
street). De ésta se desparraman a ambos lados, bajando de la colina, cantidad
de sendas estrechas y curvas, llamadas, por lo tortuosas, wynds, y ellas forman
el barrio proletario.
Las casas de las ciudades escocesas tienen, generalmente, cinco o seis pisos
-como en París y contrariamente a las ciudades inglesas, donde, en lo posible,
cada uno tiene su casa aparte- y cada una está habitada por un gran número de
familias; la aglomeración de muchos individuos en una pequeña superficie es,
por esta causa, mayor. ‘Estas calles -dice un diario inglés en un artículo
sobre las condiciones sanitarias de los trabajadores en las ciudades- son tan
estrechas, que desde la ventana de una casa se puede entrar en la casa de
enfrente, y las casas son altas como torres, de modo que la luz apenas puede
penetrar en los patios y las calles. En estos lugares de la ciudad no existen
cloacas, ni hay en las casas cañerías o retretes, y, por lo tanto, cada noche,
todas las inmundicias, los residuos y excrementos, de por lo menos 50.000
personas, son arrojados a los albañales, de modo que, a pesar del barrido de
las calles, se produce una capa de suciedad estancada y un olor nauseabundo. Y
con esto, no solamente se ofende la vista y el olfato, sino que además está
dañada, en alto grado, la salud de los habitantes. ¿No es de maravillarse que
en tales condiciones estén completamente postergadas todas las normas de salud,
la moral y aún de la más elemental conveniencia? Por el contrario, todos los
que conocen de cerca las condiciones de los habitantes, pueden testimoniar el
alto grado alcanzado por la miseria, las enfermedades y la inmoralidad. La
sociedad ha caído, en estos lugares, en un estado de miseria indescriptible,
Las habitaciones de las clases más pobres son, en general, muy sucias, y
evidentemente no han sido nunca limpiadas; constan, en la mayoría de los casos,
de una sola pieza, que por la pésima ventilación y a causa de las ventanas
rotas e inadecuadas, es fría, muchas veces húmeda y se encuentra en parte bajo
tierra, siempre mal amueblada y, por lo tanto, inhabitable. A menudo, un montón
de paja sirve de lecho a una familia entera; sobre él yacen hombre y mujeres,
viejos y jóvenes, en una promiscuidad repugnante. El agua se obtiene sólo de
pozos públicos, y la fatiga requerida para bombearla justifica, naturalmente,
todas las suciedades posibles.