3.1. La inspiración española: Alonso Berruguete y Juan de Juni
Tan pronto como esta nueva estética aparezca en nuestro país comenzará una evolución (por decirlo en otros términos: dese Donatello a Miguel Ángel pasando por Verrochio, aunque los cambios no se detuvieron ahí: pensemos, por ejemplo, en Cellini). Lógicamente, la influencia italiana dependerá en gran medida del momento en que ésta empiece a ser efectiva, pero también de la propia tradición dominante en las naciones (no es lo mismo lo sucedido en los Países Bajos, donde la influencia de Claus Sluter fue decisiva, que lo sucedido en Francia, donde se percibe claramente la influencia de Leonardo y hay una evolución diferente de los modelos procedentes del gótico: piénsese, como un caso, en Jean Goujon o en G. Pilon en quien se aprecia la influencia de Miguel Ángel). Como veremos, el caso de España (Castilla) es diferente. Hay, además, que tener presente la Reforma luterana que cambió radicalmente no sólo el panorama centroeuropeo, donde se hizo fuerte, sino también el de las naciones que permanecieron en el ámbito católico (en nuestro caso, España), porque aparecerán nuevas exigencias expresivas acordes con el espíritu de lo que se conoce como Contrarreforma (recuérdese: el Concilio de Trento se inaugura en 1545 y finaliza en 1563).
Así, pues, las influencias que recibe la escultura en España no son sólo estéticas, sino también ideológicas, pues se trata de hacer frente a los nuevos movimientos religiosos (entendidos como heréticos: el papel de la Inquisición Española), y políticas, pues los reinos de la Península Ibérica (especialmente Aragón) tenían fuertes intereses en Italia (no sólo en el sur). De hecho, desde finales del XV las monarquías españolas contratan a artistas procedentes de Italia (especialmente, de Florencia), aunque será en la época de Carlos I, unificados los reinos en su persona, cuando la escultura española se abra claramente a las influencias italianas. Hasta esa época fue la estética del gótico la predominante (piénsese, como ejemplo, en el papel de Lorenzo Mercadante de Bretaña y sus intervenciones en Sevilla: Catedral, monasterio de San Isidoro del Campo…). Fancelli, Torrigiano o Diego de Siloé pueden entenderse como representantes de la primera etapa del Renacimiento en España (¡obsérvese que muchos de los nombres de los escultores son claramente italianos!). Desde esta perspectiva, es evidente que ni Berrugete ni Juan de Juni son representantes de un Renacimiento «puro» (si es que tal cosa ha existido alguna vez), sino, más bien, del «momento manierista», posiblemente por las influencias que en su formación recibieron de Italia.
Antes de pasar a hablar de Berruguete o Juan de Juni directamente, debemos abordar dos cuestiones. Por un lado, los materiales que usan para sus obras; sin duda encontramos los tradicionales (barro, piedra, mármol), pero ambos sacaron el máximo partido a la madera. Dos técnicas serán básicas: el encarnado (recubrimiento con yeso sobre el que después se pinta) para las partes corporales a la vista (cara, manos, pies…) y el estofado («entre doradores, raer con la punta del garfio el dolor dado sobre el dorado de la madera, formando rayas o líneas para que se descubra el oro y haga visos entre los colores con que se pintó»: DRAE) para las partes cubiertas. Y, por otro, la temática de sus obras, que será fundamentalmente religiosa y estará al servicio de las ideas de la Contrarreforma.
Empecemos por el nacido en primer lugar, Alonso Berrugete (1490-1561). Sabemos que procedía de una familia de artistas, pues fue hijo del pintor Berruguete, Pedro Berruguete; por lo tanto, tuvo acceso a una buena formación. Además, en su juventud tuvo la oportunidad de viajar a Italia, donde contempló las obras de los escultores renacentistas. Mantuvo, además, contacto con algunos escultores famosos (Bramante, Miguel Ángel…) y pudo contemplar la recién descubierta escultura del Laooconte, que suponemos copió. Sin embargo, parece que la influencia fundamental la recibió de un pintor ya manierista, Andrea del Sarto. Con estas influencias, que se suman a las que había recibido en su etapa de formación en Castilla, Alonso Berruguete construirá un estilo altamente personal—inconfundible, podría decirse—que le dará fama y numerosos trabajos, tantos que acabará fundando un taller en el que, en ocasiones, no trabajará directamente, sino que diseñará y dirigirá los trabajos, que serán realizados por sus «aprendices». Sin duda, podemos decir que Alonso Berruguete es un escultor manierista: sus obras son muy gestuales y poseen una enorme expresividad y dramatismo para lo que Berruguete no dudará en sacrificar el realismo en aras de la búsqueda de un impacto dramático en el público: sus esculturas distorsionarán los cuerpos alargándolos (algo que nos recordará a El Greco), haciendo que las imágenes sean incluso vacilantes, como en el caso del Ecce Homo. La intensidad de los sentimientos que revelan las figuras Por ejemplo, el retablo de San Benito el Real) coincide plenamente con las necesidades de predicación de la Iglesia de la Contrarreforma, con lo que la Iglesia necesitaba que expresasen las imágenes.
Su fama hizo de Berruguete el autor de retablos más reclamado no sólo por las órdenes religiosas, sino también por la nobleza. Ya hemos citado el retablo de San Benito el Real . Destaca la imagen del Sacrificio de Isaac, que recuerda claramente al estilo de Donatello, pero que también manifiesta la influencia del Laooconte. El canon es de diez cabezas, por lo cual las figuras, como ya hemos señalado, resultan muy estilizadas. Otras obras destacadas son la sillería para el coro de la Catedral de Toledo, San Sebastián, el Sepulcro del Cardenal Tavera…
Juan de Juni nació en 1507 (Joigny, Francia) y murió en Valladolid en 1577. Fue precisamente en Valladolid donde desarrolló la mayor parte de su obra. Junto al ya mencionado Alonso Berruguete, constituye lo que se ha dado en llamar escuela castellana de escultura. Juan de Juni reúne en su trabajo tres influencias: la de sus orígenes franceses (borgoñones), la italiana y la propiamente castellana. En Borgoña aprendió a trabajar los ropajes (paños), aunque más tarde puliría la técnica en Italia, donde sufrió la influencia de Miguel Ángel, especialmente en la torsión (escorzo) de las figuras en lo que a veces se da en llamar «composición en hélice», pues el cuerpo parece girar sobre sí mismo. La influencia castellana se percibe en el patetismo—a veces exagerado—de sus imágenes, pero muy del gusto de sus clientes y por el cual fue alabado.
Como de Alonso Berruguete, de Juan de Juni podemos decir que es manierista e incluso ver en sus obras un despunte del barroco, pues las imágenes no sólo tienen un enorme patetismo, una expresividad exagerada—diríamos que «están sobreactuadas»—, sino que las imágenes parecen dialogar entre sí y con el espectador, al que con frecuencia observan desde una distancia que se anula; es decir, Juni consigue que el espectador se incorpore a la escena; podemos llamar a esto teatralidad: el José de Arimatea que en El entierro de Cristo nos muestra una espina de la corona para que la cojamos. Las figuras son naturalistas hasta el extremo que en muchas de ellas hay auténtica fealdad, pero siempre puesta al servicio del mensaje que Juni quiere transmitir. La composición expresa un dramatismo que se mueve y, sin duda, el fiel que contempla el entierro se siente afectado por lo que ahí se narra. Dicho de otro modo, el conjunto parece poseer un claro sentido catequético, de enseñanza sobre la religión.
También como el escultor castellano, Juan de Juni diseña y hace retablos (por ejemplo, el de la Catedral de Burgo de Osma) remodelando la anterior tradición plateresca. En todas sus obras encontramos un dramatismo exagerado, quizás al gusto de la Contrarreforma, en el que la imagen de la Virgen María cobra centralidad (en una de sus obras aparece incluso desmayada). Sus obras constituirán la verdadera fuente de inspiración de la imaginería procesional castellana. Piénsese, por ejemplo, en su Virgen Dolorosa, cuyo exagerado patetismo (mirada perdida en el cielo, mano sobre el pecho, contorsión…) parece querer provocar la reacción del espectador, una conmoción que lo incorpore a la escena. Este estilo será muy imitado posteriormente
Para saber más
La figura de Juan de Juni, como has visto, es una de las claves dentro de la escultura renacentista española. De origen francés, llega a España quizá motivado por una actividad artística de cierta calidad; sin llegar a la italiana, claro, pero sí de cierto peso. La cuestión es que su modelo de ejecución y de composición va a tener mucho de las raíces españolas, pero también va a tener mucha influencia en el mejor momento de la escultura española: la imaginería barroca.
Si quieres saber algo más, aquí te dejamos un vídeo de unos cinco minutos que te va a resultar muy interesante:
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Falso
España tienes rasgos diferentes a los del Renacimiento italiano.
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Falso
En escultura se usa principalmente la madera.
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Verdadero
La temática es profundamente religiosa.
Importante
La influencia italiana en el caso de España es diferente y no es sólo estética también ideológica.
Como materiales diferentes aparece la madera y como temática, la religiosa.
Alonso Berruguete es hijo de artistas y se forma en Italia. Es un escultor manieristas: sus figuras gesticulan y poseen gran dramatismo. Destaca en la realización de retablos.
Juan de Juni tiene influencia francesa, italiana y castellana. También podemos considerarlo manierista por su dramatismo exagerado como vemos en El entierro de Cristo. . Es la verdadera fuente de inspiración de la imaginería procesional castellana.