3.3. La nueva sociedad de clases
Sin duda, la sociedad española del siglo XIX presenta notables diferencias con las sociedades europeas de su entorno (salvo Portugal); pero aun así, es una sociedad en cambio, cambios que vienen empujados por las transformaciones económicas (proceso de industrialización, desamortizaciones, etc.) y políticas. Como dato relevante debe señalarse el incremento de la población, pues a lo largo del siglo XIX la población española casi se duplicará (pasará de unos diez millones a casi diecinueve). Este crecimiento demográfico va acompañado, además, de transformaciones en la distribución geográfica de la población, pues aunque se diera a menor velocidad que en las sociedades más industrializadas, se produjo un notable incremento de la población urbana, pese a que es cierto que la sociedad española continuó siendo fundamental rural, pues el proceso de industrialización sólo tomará alguna fuerza (y en determinadas regiones) en la segunda mitad del siglo.
Esta situación—y otros factores, como la extinción de la sociedad estamental, es decir, aquella que ligaba a los individuos a una determinada función—explican los cambios en la estructura de clases. En general y simplificando un poco podemos establecer la siguiente estructura:
- Clases altas, incluyendo la burguesía. Controlaban alrededor del 90% de la riqueza nacional, pero no era un grupo homogéneo, pues en él encontramos a la vieja aristocracia, que había salido en buena medida beneficiada por los procesos de desamortización (la propiedad no se distribuyó, sino que simplemente cambió de manos); junto a ésta tenemos a los nuevos ricos (burguesía), una verdadera aristocracia del dinero (pues la riqueza también se hereda: recuérdense las protestas de los anarquistas y socialistas por la herencia, que perpetúa las clases). Dado el conservadurismo español, estos nuevos ricos querrán también ennoblecerse, cosa que lograrán comprando títulos nobiliarios y podrán de esta manera mezclarse con la vieja aristocracia. Encontramos en esta clase a los viejos nobles que habían mantenido o incrementado sus propiedades, industriales (minas, hierro, textil…), banqueros, pero también a nuevos terratenientes y altos mandos militares, que mediante la política matrimonial conseguían poder económico a cambio de prestigio (además, claro, de las prebendas del Ejército).
- Clases medias: Quizás no llegaba ni al cinco por ciento de la población (hay quien sostiene que apenas al tres). Pertenecían básicamente a los núcleos urbanos y estaba compuesta por profesionales liberales (médicos, abogados, arquitectos, ingenieros…), pequeños propietarios (tanto del comercio como de propiedades urbanas o agrícolas), oficiales de media graduación en el ejército (aunque algunos acababan prosperando), funcionarios (muchos de los cuales eran a su vez pequeños propietarios). En esta clase se puede contar a otras personas: tal vez el grupo que será denominado de intelectuales, aunque buena parte de éstos vivía de cargos públicos de segundo orden, quizás a los trabajadores en oficinas privadas (bufetes de abogados, registros de la propiedad, notarías, etc.). Todo esto no hace ver que no se trataba tampoco de una clase homogénea y había grandes diferencias no sólo económicas, sino también ideológicas. Su relevancia política estaba en relación, en buena medida, con sus niveles de renta. Sin embargo, pese a la heterogeneidad señalada, la clase media compartía ciertos valores o costumbres: higiene, vestimenta, alfabetización, saber estar…, pues evidentemente todos temían caer en la bolsa de las clases bajas—piénsese en los funcionarios que debían abandonar sus puestos debido a los cambios políticos.
Los poetas contemporáneos, Antonio Mª Esquivel.
Imagen de Dominio público en Wikipedia. Licencia,
- Clases bajas: Como en los dos casos anteriores, tampoco eran homogéneas, pues podemos dividirla en dos grandes grupos: clases bajas urbanas y clases bajas rurales, que no constituían tampoco grupos homogéneos. En el marco urbano eran mayoritarios los obreros (proletarios), dependientes de la creciente industrialización; pero también hay que contar entre la clase baja urbana a los pequeños artesanos y a otras personas (criados, recaderos, mozos, etc.), que no solían tener otra cualificación profesional que su fuerza física. En el mundo rural encontramos a los pequeños agricultores, a los aparceros y, en el escalón más bajo, a los jornaleros, cuyo trabajo era estacional y dependía casi por completo de condiciones incontrolables. Todos compartían los bajísimos niveles de renta y las duras condiciones de vida (falta de higiene, hacinamiento, enfermedades…), pero los jornaleros eran los que se encontraban en peores condiciones (y estuvieron, por así decirlo, políticamente desatendidos, cosa que puede explicar, en buena medida, el éxito de los movimientos anarquistas entre el campesinado español). Los jornaleros eran muy abundantes en el sur de España y quizás suponían para toda la nación el setenta y cinco por ciento del campesinado. Debe recordarse que durante el siglo XIX el campesinado representaba más del sesenta por ciento de la población. Debe ponerse de manifiesto asimismo que no existía ninguna protección social por parte del Estado y que el hambre era un fenómeno muy frecuente entre las clases bajas.

Actividad
- La sociedad española del siglo XIX presenta notables diferencias con las sociedades europeas.
- Es una sociedad en cambio: transformaciones económicas e incremento de la población.
- Podemos establecer una estructura tripartitia: clase alta, clase media y clase baja.
- La clase alta controlaba el 90 % de la riqueza y estaba compuesta fundamentalmente por la vieja aristocracia y la nueva burguesía.
- La clase media no llegaba ni al 5% de la población y estaba compuesta por poblaciones liberales.
- La clase baja se dividía en clase baja urbana y clase baja rural.

Pregunta Verdadero-Falso
Di si las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o falsas (F)
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Falso
La sociedad española del siglo XIX presenta notables diferencias con las sociedades europeas.
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La sociedad española e suna sociedad en cambio.
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La clase alta ocupaba el 90% de la riqueza.