2.1. El experimento de la cárcel de Stanford
Desde el principio de los tiempos, el ser humano se ha preguntado por el origen del bien y del mal, ¿una persona nace mala o se hace mala? Es decir, ¿la maldad tiene un origen genético o es ambiental?
Las corrientes actuales de psicología, tienden a creer que los factores que originan el mal son ambientales. Todos nacemos con la capacidad de hacer el bien y el mal y la misma tendencia a hacer una cosa u otra, como si de una balanza equilibrada se tratara, pero dependiendo del entorno, tenderemos a un lado o hacia el otro y la balanza se inclinará hacia ese lado. No obstante, esto no es una regla estricta y no significa que por nacer en un mal barrio vayas a tender al mal, ni mucho menos, simplemente que hay más probabilidades de que desarrolles una faceta que la otra.
Para demostrar esta teoría, el psicólogo P. Zimbardo realizó en 1971 su famoso experimento de la cárcel de Stanford. Este consistió en simular un ambiente penitenciario en el que voluntariamente participaron jóvenes estudiantes. El objetivo era ver cómo un grupo nuevo y un ambiente nuevo, con marcado carácter hostil, podía afectar al comportamiento de las personas y a sus relaciones. Con este experimento, Zimbardo, quería demostrar que en condiciones normales la balanza del comportamiento tiende hacia el equilibrio, pero es en casos excepcionales y en condiciones extremas, cuando realmente tiende hacia un lado o al otro. El experimento no solo sirvió para demostrar su tesis de la influencia ambiental, sino para explicar, además, actitudes tan dispares como el sadismo o el origen de acciones heroicas llevadas a cabo por personas anónimas, tras un desastre natural o un atentado terrorista, como el sucedido en Madrid el 11 de marzo de 2004.

Pregunta de Elección Múltiple
